Si tuviéramos que definir Two Point Campus con una sola palabra sería agradable. El nuevo juego de gestión de Two Point Studios, la firma fundada por veteranos responsables de obras como Theme Park, construye sobre el molde del éxito de ventas Two Point Hospital. En esta ocasión, nuestro objetivo es construir campus universitarios con distintas temáticas y asignaturas, consiguiendo que sea un negocio rentable a la vez que mantenemos contentos a los alumnos en esta etapa fundamental de sus vidas. En la partida esto se traduce en construir con libertad creativa estando atentos a numerosas barritas y estadísticas. A pesar de lo áspera que pueda sonar la propuesta (a la vez que atractiva para muchos miles de jugadores), tras jugar unas seis horas nos ha dejado muy buenas sensaciones gracias a su ritmo, su envoltorio y su tono, distintos elementos que dan forma, como decíamos, a una experiencia muy agradable.
Bienvenidos a la universidad: estudios absurdos y muchas fiestas
La primera de las misiones que jugamos estaba centrada en un pequeño campus donde se impartirán clases de ciencias. No hablamos de física, biología y otras materias, sino de clases repletas de máquinas imposibles, mesas con probetas explosivas y cacharrería digna de lo que un niño entiende como la ciencia.
Al comenzar todavía no hay alumnos. Ni profesores. Ni aulas. Ni siquiera hay retretes a los que los estudiantes puedan ir cuando quieran perderse diez minutos de clase.
Nuestros primeros pasos, por tanto, pasan por colocar los muros de una clase, ponerle una puerta y meter los elementos indispensables para que pueda considerarse un aula de ciencia: la mesa del profesor, una máquina que quién sabe para qué sirve que ocupa muchísimo espacio, y si queremos, no está de más colocar alguna papelera y hasta una planta para hacer el lugar más diáfano. El siguiente paso, claro, será contratar a un profesor, pero hay que elegir bien entre la lista: no todos cobran lo mismo, algunos despertarán más simpatía entre los alumnos o se cansarán más rápido, y otros pueden tener problemas de vejiga, por mencionar algunas de sus características.
Hablando de vejigas: ¡hay que construir baños! Con un lavabo por lo menos. Y desinfectante (se nota que el juego se ha desarrollado durante la pandemia). Y siendo un campus, tampoco estaría mal ofrecer un sitio donde los alumnos puedan dormir. Toca construir una residencia con sus camas, sus armarios, sus mesitas de noche y si eso hasta una percha. No hay que olvidar las duchas, pues el ánimo de compañeros y profesores comenzará a decaer si a los estudiantes les persigue una nube tóxica. Todo esto no se va a limpiar solo, así que habrá que contratar a algún que otro bedel que desatasque los retretes cuando toque y recoja la basura de los más marranos (hay una estadística que es precisamente esa: marrano).
En todo esto y mucho más el juego te va guiando paso a paso, siempre dejándote libertad para decorar las salas como quieras. El sistema de construcción es muy satisfactorio. Lleva unos minutos a hacerse con los controles, pues el ratón se usa para absolutamente todo, pero da bastante gustillo, por las animaciones y el sonido, colocar los ítems por el escenario, ver cómo se crean habitaciones a golpe de clic, y los graciosos movimientos que hacen los profesores cuando los agarramos con el cursor para llevarlos de un lado para otro. Una vez hemos construido lo básico y contratado a los profesionales imprescindibles, es hora de comenzar el curso escolar.
Al darle con emoción a ese gran botón empieza el caos: los alumnos comienzan a entrar en tropel, los cacharros de nuestra clase de ciencias encienden sus lucecitas, y los baños se atascan una y otra vez. No tardan en llegar las peticiones. Que si una biblioteca, que a su vez requiere contratar a una auxiliar de bibliotecaria. Que si un banco, porque los chavales no quieren estar todo el día de pie. Que si máquinas expendedoras de chucherías y refrescos, porque todos sabemos cómo es la alimentación de los universitarios. Pero a veces llegan peticiones más concretas. Como los profesores y los auxiliares, los alumnos tienen su personalidad: los hay más extrovertidos y más tímidos, más estudiosos y más torpes, más atletas y más góticos. Esas estadísticas les hace congeniar mejor con unos y peor con otros, y quizá no tarden demasiado en solicitar espacios donde socializar o bancos del amor donde poder conversar tranquilamente con esa persona que puede convertirse en su primer rollo universitario.
En unos minutos en los que nos tienen todo el rato construyendo, ampliando y personalizando, el año lectivo termina y aparecen las estadísticas: el porcentaje de alumnos que han aprobado, el dinero que hemos ganado, las relaciones que han surgido en los últimos 12 meses… Ahí acaba este primer nivel que funciona a modo de tutorial, y aunque pasamos al siguiente, tenemos a la opción de seguir jugando para conseguir hasta tres estrellas (que indican que la fase está completa) cumpliendo otros objetivos secundarios; con esto queremos decir que con que haya una decena de niveles hay juego para rato, sin contar el modo sandbox.
Cocina, magia y caballería
La segunda fase nos llevó a otra ambientación todavía más cargada de humor que la anterior: la cocina. Todos los alumnos del campus eran chefs de sombreros gigantescos que atendían a lecciones disparatadas y hacían pizzas inconmensurables en las clases prácticas. A pesar del atractivo temario, en esta ocasión no todos los alumnos eran de sobresaliente, por lo que se introducían nuevas mecánicas como los profesores particulares. También se nos presentó la posibilidad de crear clubs, como el de lectura y el de la siesta, y elementos más variados para las salas comunes: por qué conformarse con un futbolín y una recreativa cuando puedes tener un escenario donde hacer conciertos. La mayor cantidad de espacios implicaron más peticiones de los estudiantes: reservas para hacer ciclos de cine, fiestas para socializar (que después tenían a los bedeles ocupados impidiendo que limpiaran el resto del campus)... Y más sistemas todavía: de vez en cuando podían ocurrir desastres como terremotos, o que viniera un tipo a evaluar el campus aumentando (o disminuyendo) su prestigio.
En ese mismo nivel descubrimos que el juego tiene dos monedas. La menos importante se va consiguiendo al cumplir determinados hitos dentro de una fase, una suerte de logros, que otorgan puntos que se pueden gastar en desbloquear objetos con los que personalizar todavía más el campus. Más fundamental es la otra divisa: a cada año escolar completado con éxito se nos otorgan puntos que podemos gastar en mejorar la calidad de una asignatura o en impartir otras materias extras, como contadores de chistes; son decisiones que llevan aparejadas mecánicas adicionales como la posibilidad de formar a los profesores para que sean más efectivos en sus clases.
La cosa se puso más interesante y complicada con los siguientes dos niveles que probamos: el primero, una escuela de caballeros con asignaturas como la justa y construcciones como la torre del dragón; el segundo, una escuela de magia y hechicería con una ambientación encantadora repleta de referencias a Harry Potter. Aunque el tutorial seguía enseñándonos nuevas mecánicas, ya casi nos había soltado del brazo completamente. Los objetivos pasaban por conseguir que los estudiantes tuvieran muy buenas notas o que el campus en general tuviera un alto índice de atractivo. Ya no eran retos que se cumplieran simplemente jugando a nuestro ritmo, sino que teníamos que ir a por ello. Ahí nos dimos cuenta de que el juego penaliza claramente cuando te centras en subir una estadística concreta y descuidas las otras. Y también que el presupuesto de una universidad no es infinito: no tardamos en tener que pedir préstamos que nos apretaron bastante el gaznate.
Fue este el único momento en que esta experiencia agradable quizá se hizo un poco agobiante. Los porcentajes no subían lo necesario para completar la misión por mucho que hiciéramos. Nos preocupamos más de los numeritos que de divertirnos con la personalización y la gestión en general. Y pasábamos demasiado tiempo mirando los completos a la vez que complejos menús que nos ofrecen una descripción pormenorizada de cómo se encuentra cada uno de los alumnos, de los profesores, de los auxiliares y del estado general de la universidad. Eso sí, tened en cuenta que Two Point Studios nos comentaron que el título todavía no está equilibrado del todo, por lo que quizá estos problemas que tuvimos en nuestra partida se debieran a la falta de esos ajustes.
Más allá de esta pega, Two Point Campus nos dejó con ganas de más: de probar más niveles a ver qué otras asignaturas absurdas se les ha ocurrido al equipo británico, de experimentar con las relaciones sociales entre los estudiantes, de comprobar si los profesores pueden hacer algo más que dar clases y continuar formándose, de conseguir más máquinas de ganchitos distintas, y en resumen, de seguir jugando a un título que hizo que seis horas se nos pasaran en un suspiro. Tendremos que esperar al verano, cuando Two Point Campus estará disponible para PC, Switch, PS5, Xbox Series, PS4 y Xbox One, incluido en Game Pass, desde el 9 de agosto.
Hemos realizado estas impresiones tras asistir a un evento digital y jugar una versión preliminar para PC con un código para Steam ofrecido por Cosmocover.