La gran duda que podría existir en torno a Dragon Quest III es que siguiera jugándose tan bien como hace ya más de tres décadas. El JRPG desarrollado por Enix está considerado como uno de los mejores de la historia… y no es para menos. Aunque en nuestro territorio no pudimos descubrirlo hasta bastante tiempo después, algunas de sus características estaban adelantadas a su época, con un impacto enorme en otros videojuegos del género.
Por eso es de gran interés redescubrir este clásico, y tras probarlo durante sus primeras horas en una versión que nos ha permitido probar Square Enix, estamos en condiciones de afirmar que es una maravillosa experiencia. De hecho, hay muchas cosas que resultan sorprendentes incluso 36 años después de su lanzamiento, como la escala de su mundo abierto. El mapeado es enorme y no solo contiene cantidad de poblaciones y mazmorras, sino localizaciones ocultas y secretos. Recorrer el misterioso continente al que somos arrojados es una auténtica gozada, especialmente para aquellos que crecimos jugando a los clásicos RPG de la era de los 16 bits.
El remake de un JRPG que creó escuela
La trama tampoco está nada mal, es más, era muy épica para los estándares de la época, y la buena noticia es que en este remake se hace un ejercicio de reimaginación y ampliación, explicando mejor los acontecimientos que rodean a nuestro héroe (con eventos únicos y nunca antes vistos). Básicamente, nuestro padre fallece en un intento por vencer a Baramos y años después -tras cumplir los 16- emprendemos una aventura para derrotarlo por nuestros propios medios junto a un grupo de guerreros. Parece simple, pero el viaje es lo que de verdad importa, y este se desarrolla de forma fascinante, con cantidad de personajes y situaciones que marcan la definición de lo que es un Dragon Quest.
Algo que apoya enormemente a la forma de contar la historia es que esta vez tenemos una cámara que se posiciona en diferentes ángulos para añadir dramatismo, algo a lo que también contribuye la incorporación de voces en inglés o japonés para los diálogos clave. La localización con subtítulos en español hace el resto, en un trabajo que os podemos adelantar que es simplemente excepcional. Si ya habéis jugado a otros Dragon Quest en nuestro idioma, sabréis de lo que hablamos, porque no es un trabajo de traducción convencional, sino que los trabajadores se permiten licencias como añadir acentos a determinadas poblaciones (por ejemplo, hay una ciudad en que hablan al estilo paleto, y es delirante).
Es decir, no estamos ante un remake hecho deprisa y corriendo, sino que se nota de verdad que se han tomado su tiempo para adaptar la experiencia a la actualidad. Tenemos tres modos de dificultad para que las batallas por turnos sean aptas para un amplio número de jugadores, y encima se puede incrementar la velocidad combativa por si las toneladas de combates se te hacen demasiado cuesta arriba. Todo está muy bien pensado, incluyendo el autoguardado, aunque el propio juego te recomienda que guardes partida de forma frecuente en las varias ranuras disponibles. Y hay más, porque puedes activar un marcador de objetivos para que no te pierdas, y si te has saltado alguna conversación importante puedes recuperarla con solo pulsar un botón.
Jugando con todas estas opciones, el clásico se hace mucho más llevadero, principalmente para sobrellevar mejor los combates aleatorios y los repetitivos comandos del juego original. Aquí puedes optar incluso por la opción de autobatalla, que básicamente escoge por ti qué hacer en cada momento. Lo positivo es que no estás obligado a jugar de esta forma, con lo cual siempre puedes revivir la experiencia JRPG clásica y escoger ofensivas, ataques mágicos y usar ítems… pero si llega un punto en que te cansas o quieres centrarte en la exploración y la trama, tienes a tu disposición estas alternativas para hacer tu viaje más agradable.
Ver cómo suben de nivel tus personajes y vas mejorando sus estadísticas con el nuevo equipamiento es algo absolutamente reconfortante, y es que la sensación de progresión es una de las mejores cosas que tiene Dragon Quest III. Esto se complementa con un sistema de compañeros que se apoya en la presencia de varios trabajos. Guerrero, hechicero, mago, mercader, ladrón, luchador… Hablando de esto, hay una nueva clase en este remake, el domador de bestias, que puede usar las habilidades aprendidas de los propios monstruos y contribuir de forma definitiva a reclutarlos. Son varios los arquetipos disponibles, y aunque el propio juego te anima a configurar un grupo equilibrado, puedes salir perfectamente adelante con la distribución que libremente elijas.
Además, tener a un determinado perfil en el equipo provoca un impacto diferente en la jugabilidad, como ganar más dinero al final de cada contienda (mercader) u obtener un mayor número de ítems (ladrón). Aparte, con el remake hemos observado que el factor personalización se ha incrementado, en el sentido en que puedes escoger entre varios diseños de personaje por cada clase, incluyendo el color de pelo y la forma de expresarse. También puedes modificar la clase de tus unidades, ganando nuevas habilidades mientras se mantienen las anteriores. No son cambios radicales, pero constribuyen a obtener una renovada experiencia.
Pero si hablamos de novedades, una de la más rompedora es la posibilidad de reclutar monstruos y usarlos en una arena de combate. Esto os sonará de Dragon Quest Monsters, porque básicamente podemos participar en torneos donde enfrentamos a nuestro equipo de monstruos en batallas 3vs3. No manejamos a las criaturas directamente, pero sí establecemos tácticas de cómo se comportarán. Los torneos comprenden varios rangos, y a más dificultad mayores son las recompensas. No está nada mal, porque incentiva que reclutemos monstruos buscándolos en poblados, mazmorras y zonas secretas del mapeado.
Una preciosidad artística en HD-2D
Los entornos se basan en los diseños originales que vimos en NES y SNES, con un trabajo de remake simplemente formidable. Se aplica la estética HD-2D que tan bien ha funcionado en otros videojuegos como Octopath Traveler, Live a Live o Star Ocean: The Second Story. La fusión de sprites en 2D con escenarios dinámicos en 3D da lugar a estampas realmente preciosas, con lugares prácticamente irreconocibles. Es, sin exagerar, una auténtica maravilla pixel-art, potenciada en esta ocasión con un sistema de iluminación que embellece el ciclo día-noche (que por cierto tiene impacto sobre la jugabilidad).
Todo el diseño audiovisual responde a una fusión entre retro y modernidad, incluyendo el apartado sonoro. Dragon Quest nunca ha querido despojarse de sus rasgos icónicos, y uno de los más arraigados viene por parte de los efectos sonoros clásicos (mantenidos tal cual), que conviven con las composiciones de Koichi Sugiyama, en este caso perfectamente orquestadas por la Sinfonía Metropolitana de Tokio. Todo da lugar a una atmósfera épica, fantástica y muy inmersiva, a pesar de tratarse de un JRPG de lo más clásico, con menús intencionalmente anacrónicos.
Mientras que sagas como Final Fantasy han perseguido seguir las tendencias e innovar, Dragon Quest siempre ha ido a su ritmo, haciendo que los fans se sientan en casa, en un espacio seguro que les genera felicidad y nostalgia al mismo tiempo. Esto es precisamente lo que sientes cuando juegas a este remake, y ya es razón más que suficiente para esperarlo. Dragon Quest 3 HD-2D Remake llegará a PS5, Xbox Series, Switch y PC el próximo 14 de noviembre, y nosotros ya estamos preparados para salvar el mundo y contaros todos los detalles que nos quedan por descubrir de esta nueva versión.
Hemos realizado estas impresiones con un código de descarga para PlayStation 5 que nos ha facilitado Square Enix.