Análisis de God of War III Remasterizado (PS4)
God of War I y II fueron los primeros títulos en ser remasterizados en colección para PlayStation 3 como anticipo precisamente a God of War III. Desde entonces, el camino de las colecciones y remasterizaciones da para opiniones de todo tipo. Hay quien lo considera unas producciones prescindibles y jugadores que piensan que no hacen daño al catálogo. Sea como fuere, las remasterizaciones están aquí para quedarse, y God of War III Remasterizado es el último de ellos.
El cierre a la historia de Kratos se lanzó originalmente en 2010 y de ella poco os podemos contar que no sepáis. Cierra la historia de Kratos –Ghost of Sparta y Ascension, de salida posterior, se sitúan antes- y en principio pone punto final al Fantasma de Esparta.
Esto ahora no está del todo claro, pues parece confirmado que Santa Monica Studio trabaja en un nuevo God of War nativo de PlayStation 4 y la duda que queda en el aire si si veremos al mismo personaje, mitología o se optará por un nuevo universo.
God of War III presentó en la jugabilidad nuevas magias y armas variadas. A las hojas del exilio hay que sumar los garfios de Hades que roban almas, no son las más potentes pero sí de las más rápidas; Cestus pone la fuerza bruta con los enormes puños metálicos que hacen temblar a cualquier enemigo, y el látigo de Némesis añade ataques eléctricos y facilidad de crear combos. Con ellas, Kratos se embarca en una epopeya en el mismísimo Olimpo, enfrentado directamente a todos los dioses.
Aunque los puzles de entorno y parte de plataformas se redujo en comparación con los anteriores capítulos, encontramos una curiosa sección que juega con las perspectivas y varias pruebas con portales dimensionales. God of War es principalmente un hack´n slash, pero siempre está ahí un componente aventurero que rompe la monotonía.
En varios puntos del viaje aparecen tramos de vuelo en ascenso y caída, y fuera de la historia principal tenemos un modo de retos para poner en práctica nuestras habilidades con los combos y la velocidad de juego –además de añadir unas horas más al modo principal, que nos llevará un poco más de 10 horas-. Os recomendamos la lectura del análisis original, que repasa más en profundidad el juego.
Matando dioses a 1080p
God of War III fue sin duda uno de los techos técnicos de la pasada generación. Esto hace que su lanzamiento en PlayStation 4 no esté demasiado justificado por cuestiones técnicas, porque el juego sigue luciendo sorprendentemente bien para un sistema de hace 10 años. Esto, añadido a la cuestión de recibir sólo una aventura remasterizada y no toda la saga –o qué menos que Ascension-, es sin duda el talón de Aquiles, perdón, Kratos, que nos hace preguntar si la remasterización era necesaria. Y la respuesta es en este caso sencilla: no demasiado.
Esto no significa en absoluto que el juego sea malo –porque no lo es- o que el trabajo de remasterización sea deficiente –que tampoco-. En su paso a la actual PlayStation trae las dos mejoras habituales: resolución y fluidez. Pasa de 720p nativos, con una excelente solución de antialiasing que daba una calidad de imagen por encima de la media de títulos de la época, a 1080p. Aunque los modelados y texturas se mantengan idénticos, la subida de nitidez deja ver mejor el trabajo del original en los paisajes y los personajes. Esto último se nota bien ya que la cámara suele situarse lejos de la acción y ahora, por la mayor densidad de pixels, los detalles son más evidentes en objetos distantes.
God of War III funcionaba a una velocidad variable, en general por encima de las 40 imágenes por segundo. La remasterización sube a 60 –cualquier caída aquí es mínima-, con lo que las escenas más espectaculares, en general los combates contra jefes –Poseidón y Cronos se llevan la palma, al menos en gráficos- corren a una velocidad visiblemente superior. Los puristas también podrían alegar que mejora la respuesta del control o que como mínimo hace más sencillo ver elementos en movimiento en pantalla, muy práctico en combates con abundantes enemigos –la arena de combate contra Heracles-. Al igual que la resolución, el paso dado es positivo, pero lejos de ser revolucionario precisamente porque en PlayStation 3 aguanta bien las comparaciones.
La mayoría de secuencias de vídeo son secuencias pregrabadas, con los modelados y texturas del juego, pero algunos efectos mejorados en calidad. Como sucede en otras remasterizaciones del estilo, no se han rehecho de cero, así que la calidad es la misma de PS3. Esto provoca que algunas de ellas destaquen menos que la propia partida de jugabilidad por el descenso en framerate.
Recoge también el mínimo contenido descargable que apareció tras su lanzamiento, nuevos retos y algunas apariencias más que además de modificar el aspecto varían de alguna forma los orbes recogidos o el daño causado y recibido. Dependiendo del elegido, unos facilitan el juego y otros lo complican.
Poco más que comentar de la remasterización, que no incluye nuevo contenido extra, salvo el habitual modo de fotografía, aquel que pausa la acción y nos facilita sacar la mejor cara a nuestras hazañas ajustando ciertos parámetros y filtros de color. Eso sí, no esperes la libertad de la cámara de The Last of Us Remasterizado, inFamous Second Son o Driveclub pues God of War III utiliza puntos de vista fijos y no se permite explorar todo el escenario. Hay partes que simplemente no existen, aquellas que el espectador nunca ve, y por tanto el desplazamiento está restringido.
Conclusiones
El valor de God of War III Remasterizado viene de su calidad como aventura de acción. Es uno de los más equilibrados de la saga en cuanto a sistema de combate, historia, jefes y espectáculo visual. Carece de la variedad de entornos de la segunda parte o de su cantidad de jefes, y hay una parte sobreexplotada cerca del final que no está bien pulida –el laberinto de Dédalo-. Sus creadores han admitido que el planteamiento de esta zona se rehízo en varias ocasiones y en nuestra opinión, falta la chispa de las primeras horas.
Pero incluso con estos defectos, las virtudes superan con mucho las carencias, es un juego imprescindible de la pasada generación que en algunos momentos todavía hoy impresiona. Eso sí, la cuestionable decisión de lanzarlo en solitario y sin más extras de peso no lo hace recomendable para los poseedores del original, al menos al precio de salida; queda claro que para ellos no se lanza esta revisión. Inexplicable que se descarte Ascension, que aunque menos redondo por su nula aportación a la historia, es un juego sólido con buenos puzles y combate refinado.
Que sea la versión definitiva de la venganza de Kratos no esconde que, en el fondo, se trata de una manera de financiar el esperado próximo capítulo.