Análisis de Sleeping Dogs (PS3, Xbox 360, PC)
Lo que sí ha hecho bien el equipo desarrollador es dar personalidad a Shen –aunque no la muestre con gestos faciales-, un protagonista con muchos matices que no teme actuar como un auténtico gamberro cuando está entre las tríadas, por lo que será fácil meterse en líos por el dominio de los barrios o al marcar territorios. A la vez que realizamos misiones para nuestra banda o la policía veremos secundarias de gente de a pie por la ciudad como esos inocentes ciudadanos que pedirán, por ejemplo, que destrocemos a golpes un coche de un enemigo personal, que colaboremos en alguna fechoría como piloto en la huida, que intervengamos en una redada policial o apartemos a un borracho de un altercado -sin lesionarlo-. Ejemplos así hay cientos. Superar las misiones principales o secundarias tiene recompensas en forma de experiencia, y dependiendo del tipo de tarea –si es legal o ilegal- o la forma en cumplirla –en una huida de la policía destrozar farolas y demás no será muy positivo para el lado "bueno"- evolucionaremos nuestras habilidades de manera diferente, como hablaremos más adelante.
El sistema de juego en Sleeping Dogs sigue los cánones marcados en la mayoría de juegos "sandbox": cumplir misiones desplazándonos por un extenso mapa a bordo de vehículos –dada la gran extensión de las calles- para cumplir las pruebas, las cuales son sobresalientemente variadas, lo que es una excelente noticia, pues este es uno de los puntos débiles de muchos títulos de la competencia. El primer tipo de misiones, y de las más básicas, consiste en "dialogar" al estilo Bruce Lee, léase, recibiendo golpes de nariz en nuestro delicado puño. Las luchas están claramente inspiradas, como os comentamos en anteriores impresiones, en la jugabilidad de los Batman de Rocksteady –el primero tuvo colaboración de Square Enix London-, algo que nos parece estupendo. Poco a poco se va imponiendo como estándar en los juegos que cuentan con enfrentamientos cuerpo a cuerpo, y si ya Uncharted 3 se sumó a ello, Sleeping Dogs no lo es menos. La premisa es la misma que en los citados casos: control cómodo a partir de un botón para puñetazos que da lugar a combos y que varía a patadas si lo mantenemos pulsado o estamos saltando –la famosa patada del dragón que todo aspirante a chuleta de barrio quiere practicar-.

Con puñetazos sencillos –iremos ampliando la lista de movimientos según ganamos experiencia- bastaría para liquidar a un matón aislado, pero las tríadas no nos lo pondrán tan fácil, al contrario, normalmente hay un puñado de enemigos que nos supera en número. Aquí entra en juego el botón de contraataque, el cual debe ser pulsado en el momento preciso –la silueta del enemigo se vuelve roja, dándote un segundo de reacción- para realizar una llave, un desvío o cualquier técnica que no sólo nos libre de un golpe dañino, también para dar una lección a quien se quería pasar de listillo. Gracias a esto, acabar rodeado por tres o más luchadores no supondrá una excesiva desventaja, aunque cuidado, no es un juego que permita muchos errores, y menos cuando entren en escenas las armas blancas como los cuchillos jamoneros. Lo bueno es que podrás hacerte con ellos si su dueño ha sido derrotado, cambiando las tornas. Hay determinados rivales más fuertes que el resto, con ellos deberemos tener mucha atención pues realizan inmovilizaciones, se defienden constantemente y son fuertes; con ellos lo mejor es comenzar realizando contras y luego descargar nuestra ira cuando bajan la guardia.