Análisis de Tourist Trophy (PS2)
La idea de Tourist Trophy surgió con la incorporación de Takamasa Shichisawa a Polyphony Digital a finales de los 90. Ferviente admirador de las motos, propuso al estudio en el que recién se incorporaba la creación de un simulador basado en éstas. Aparcada esta idea por largo tiempo, fue a finales del 2005 cuando le dejaron desarrollar en un tiempo límite de diez meses un juego de motos usando el motor de Gran Turismo. Con esta premisa podríamos pensar en un fracaso o al menos un juego defectuoso. Craso error: Tourist Trophy es de las simulaciones más perfectas que se han realizado sobre motos.
Esta diferencia podría ser inútil si Polyphony no hubiera conseguido una buena simulación, cosa que, afortunadamente, no ha sido así. El motor físico de impactos y la forma en que se controlan las motos es de lejos la más realista que hemos visto en juego alguno. No sólo son diferentes, sino que detectan perfectamente la inclinación, llevándote al golpe si tocas con la rodilla el circuito de la pista. El problema es que las caídas tienen como colofón una vuelta a la moto al estilo de lo que se veía en los juegos Arcade al estilo de hace 10 años (OutRun). No hay una animación de golpe integrada en el contexto, como en MotoGP, lo que da un aire irreal y crea una sensación falsa en el juego. Esto es una pena, puesto que los choques y la detección de la inclinación suelen ser más acertados que en Moto GP, donde las caídas por rozar la acera prácticamente no existían.
Así, una simulación que apunta maneras de líder, a falta de ver lo que hacen con la entrega 360 de MotoGP, se queda a medio gas por estos fallos de integración.
El segundo modo es el verdadero corazón del juego. Se diferencia sólo del modo GT en que las motos se obtienen gracias a competiciones contra la máquina y victorias en carreras específicas. No existe, por tanto, el dinero. Al mismo tiempo, para acceder a éstas deberás superar varios pruebas de conducción al estilo de lo visto en anteriores juegos de Polyphony. Las carreras están estructuradas tanto en carnés como en tipos de motocicleta. No son tan difíciles, una vez hecho con el control, y permiten una evolución escalonada del conductor de las más sencillas a las más complicadas.
Con más de 32 pistas (entre ellas el circuito de Cheste, en Valencia) se presenta como un título bastante largo. Quizá la pena es que muchas de estas pistas no son circuitos de motor en sí, sino adaptaciones de los tramos vistos en GT 4. De ahí que en ocasiones algunas curvas no se adapten bien a la conducción de una moto de alta cilindrada.
La personalización de pilotos y motos es bastante alta, para jolgorio de aquellos aficionados al Tuning. Frenos, aceleración y giro pueden ser compensados en las motocicletas más descompensadas con la modificación, algo que reduce la dificultad con las primeras motos de competición.
El apartado sonoro se reduce esta vez a los efectos, que han sido retocados en las versiones PAL y NTSC aumentando su variedad. Ahora cada moto suena y se siente diferente a la hora de acelerar, algo que los aficionados sin duda agradecerán. La música es puramente circunstancial, y no tiene una banda sonora tan sólida como la de Gran Turismo. La única excepción es la magnífica melodía que acompaña la introducción del juego.
La conducción es una de las más realistas que hemos visto, y las motos tienen por fin la sensación de tener un peso real en la pista. Esto se demuestra en el control, que es exigente sin resultar absurdo. Así, hay un método para tomar las curvas de manera precisa y sin necesidad de realizar giros bastante pronunciados con la palanca analógica. Este, basado en una combinación de aceleración y freno, es mucho más realista que los extraños giros que uno debe hacer en otros juegos. Sólo por esto último Tourist Trophy merece ser visto como el inicio de algo grande.