Análisis de Unmechanical (PC, iPhone)

Juego indie que propone una aventura en dos dimensiones, sin historia ni diálogos, con decenas de puzles, una gran ambientación y un diseño artístico con mucha personalidad… lo sabemos, os ha recordado a otros muchos títulos en los últimos años. Cada vez cuesta más destacar en la escena independiente, lo que sorprendía hace dos o tres años no lo hace ahora, y Unmechanical precisamente no es muy original que digamos.
La introducción nos muestra un extraño mundo, con unas oscuras y enormes chimeneas de fábricas al fondo, y unos simpáticos y pequeños robos voladores en primer plano, deslizándose por el aire sobre una pradera verde. Hasta que una extra tubería se abre entre la tierra, saca un gancho y atrapa a nuestro protagonista, engulléndolo hacia las profundidades de la tierra, en un extraño lugar lleno de ingenios mecánicos, tuberías, máquinas, roca, oscuridad y lava.
Nuestro objetivo será conseguir sacar a nuestro pequeño robot a la superficie, del que no sabemos ni cómo se llama ni si alguien le está esperando ahí fuera, en un juego que carece de historia, diálogos o textos, como todo los buenos títulos independiente. Una idea que nos gusta mucho, ya que si no tienes una gran historia que contar, o no sabes cómo hacerlo, deja que sean los jugadores los que se la imaginen y la construyan en su cabeza.

Bastarán las teclas de dirección del teclado, o el stick izquierdo de un mando, para controlar al robot, y un botón más para usar su única habilidad, la acción de atraer objetos con un campo gravitatorio. En nuestra búsqueda de la libertad habrá que ir resolviendo todo tipo de puzles, coger rocas y lanzarlas a interruptores, acertijos musicales y rítmicos, mover rayos láser para que reboten en superficies hasta dar en el objetivo, balanzas que hay que equilibrar con el peso oportuno para seguir avanzando, pequeños laberintos en los que jugar con la gravedad, bombas que hay que usar sabiamente, el clásico puzle de los recipientes y los cubos de agua hasta dar con la cantidad de líquido exacta, etcétera.
Uno de sus aciertos es que nunca repite un puzle, siempre intenta ser diferente a cada paso, propone nuevas situaciones, lo que lo hace muy variado, adictivo y divertido, de esos juegos que se acaban del tirón, literalmente. Eso es lo que hicimos nosotros, y nos lo acabamos en 3 horas a pesar de que estuvimos atascados un buen rato en un par de puzles, por lo que creemos incluso alguien que sea hábil en este tipo de juegos se lo puede acabar en menos tiempo. Hay un botón de ayuda, que muestra encima de la cabeza del protagonista un bocadillo con una pista para resolver la situación, pero no recomendamos usarlo, ya que no hay ningún acertijo demasiado difícil.

Podría haber durado más, repitiendo situaciones y puzles cada vez más difíciles o más complejos, pero apuesta por un desarrollo fluido, variado, muy natural, y hemos disfrutado cada minuto con él. Aunque hemos dicho que sus puzles siempre son diferentes, hay un elemento muy protagonista, sus grandes físicas. Coger rocas –algo que hacemos constantemente-, placas de metal, y elementos muy pesados que levantamos poco a poco y a duras penas, siempre resulta muy realista y coherente, es genial el trabajo realizado en este aspecto. A veces incluso apetece trastear con el entorno para ver las físicas, aunque sepamos que esa no es la solución a ningún puzle.

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