Análisis de The Last Tinker: City of Colors (PC, PS4)
Probablemente no seamos los únicos que echamos de menos esa época dorada de los juegos de plataformas 3D, en la cual se convirtieron en el género de moda tras la revolución que supuso el lanzamiento de esa obra maestra llamada Super Mario 64. Nombres como Banjo-Kazooie o Jak & Daxter siguen siendo a día de hoy muy recordados y añorados por muchos de nosotros ante la sequía de lanzamientos de este tipo que estamos experimentando desde hace años.
Por ello, cuando una compañía nos dice que está desarrollando un juego inspirado en títulos como los dos anteriormente mencionados lo tiene fácil para despertar rápidamente nuestro interés.
The Last Tinker: City of Colors ha sido descrito por Mimimi Productions (tal y como podéis comprobar en su descripción de Steam) como un juego de plataformas que sigue la estela de esos títulos además de otros como Zelda, algo que no es totalmente cierto según hemos podido comprobar tras completar la aventura.
Si bien su colorida estética y el diseño cartoon de sus personajes sí que nos recuerda bastante a estos clásicos atemporales, a nivel jugable dista mucho de ellos. Así pues, ¿qué es en realidad The Last Tinker: City of Colors? Una entretenida aventura con toques de acción y plataformeo automático desarrollada por un pequeño equipo independiente, muy bien realizada, bonita, hecha con mucho mimo, algo corta y que a pesar de su buen hacer, nunca termina de entusiasmar.
La lucha contra la Monocromía
The Last Tinker: City of Colors nos cuenta la historia de Koru, un habitante de Colortown, la ciudad principal de Tinkerworld, un mundo creado por materiales tan básicos como el papel y el pegamento. Esta ciudad cuenta con tres grandes distintos: el rojo, el verde y el azul, los cuales están regidos por los espíritus elementales de ese color. Sin embargo, las cosas no van precisamente bien y los residentes de cada uno de ellos han comenzado a odiarse unos a otros, motivo por el cual la unidad que anteriormente existía ha dado paso a la división de los tres distritos.
Por desgracia, una serie de acontecimientos acabarán desatando la Monocromía sobre toda la ciudad, amenazando con destruirlo todo a su paso si nadie la detiene a tiempo. Por suerte, Koru es un Tinker, el último de una antigua raza capaz de canalizar y manipular los poderes de los colores, la única arma que puede dañar a los seres nacidos de la Monocromía. A partir de aquí comienza una historia sin sorpresas, muy amable y algo infantil que intenta ofrecer algunas moralejas, como advertirnos de los peligros de la intolerancia o de la importancia del trabajo en equipo y la amistad.
La historia nunca ha sido lo más importante en este tipo de juegos, aunque aquí tiene algo más de peso de lo habitual, ya que hay muchas conversaciones y diálogos, que aunque ligeros, a veces cortan un poco el ritmo (pero no demasiado). Una vez entramos en materia jugable, probablemente vuestro primer impulso sea el mismo que el nuestro: buscar el botón de salto. Por desgracia este no existe, lo que no significa que no haya secciones plataformeras.
Estas partes siguen la estela vista en la saga Assassin's Creed, por lo que simplemente tendréis que pulsar el botón de correr y darle hacia la dirección a la que queráis ir para que Koru comience a saltar automáticamente de plataforma en plataforma, escale, use ramas para impulsarse, etcétera. Todo está automatizado y lo único que nos requerirán es que escojamos los momentos adecuados para saltar, ya que hay veces en las que nos encontraremos con obstáculos o plataformas móviles. No son secciones especialmente interesantes, aunque sí muy vistosas en según qué tramos.
El otro gran pilar de su jugabilidad lo encontramos en los combates. Estos son extremadamente simples, así que no esperéis poder realizar combos ni nada similar. Para combatir tendremos tres habilidades distintas: puñetazos de color rojo, puñetazos de color verde y puñetazos de color azul. Estos los iremos obteniendo a medida que avancemos y cada uno tendrá efectos diferentes. El rojo hará simplemente daño, el verde asustará a los enemigos para que salgan corriendo y el azul los deprimirá, dejándolos vulnerables por la espalda.
Esto se complementa con un ataque rojo cargado para romper escudos, disparos para atacar a distancia, un movimiento de esquiva y tres poderes especiales cuando cargamos la barra de energía de rigor. El primero de ellos hará que golpeemos muy fuerte, el segundo nos permitirá parar el tiempo y el último nos volverá totalmente inmunes. Los enemigos no son especialmente variados, así que la mayor parte del tiempo nos la pasaremos aporreando el botón de ataque rojo, cargándolo cuando veamos escudos y dándole al de esquiva cuando nos percatemos de que aparece una exclamación sobre nuestros rivales (lo que nos indica que van a atacar).
Existen un par de monstruos algo más interesantes que nos requerirán otro tipo de tácticas, como uno que solo puede ser golpeado con el color que no lleve en sus cristales y otro que como no lo matemos, asustemos o deprimamos a tiempo nos aniquilará de un solo golpe con su láser. A pesar de ello, los combates no dejan de ser algo simplemente correcto, sin mucho donde rascar y un tanto repetitivos.
Para añadir algo más de salsa al conjunto, se han añadido una serie de pequeños puzles (tremendamente facilones) en los que tendremos que guiar a una seta. Esta puede tener dos formas: la grande y la pequeña. En cada una de ellas tendrá poderes distintos según el color con el cual la golpeemos, lo que nos permitirá hacer que explote y destruya rocas, que nos sirva de montura improvisada para atravesar telarañas de Monocromía, que active interruptores, etcétera. Para hacer que nos siga simplemente tendremos que pulsar el botón de silbar, y por suerte, nuestro amigo no tendrá ningún tipo de problemas para seguirnos.
Estas secciones se hacen algo pesadas por lo fáciles de resolver que resultan, pero ayudan a añadir algo de variedad y en ocasiones nos sorprenden con mecánicas muy diferentes, como un momento en el que tendremos que usar a nuestra seta como cebo para que no nos vean las cámaras de seguridad de una zona vigilada.
Por lo demás, estamos ante un título con un desarrollo muy lineal que apenas deja desviarse del camino principal más allá de buscar una serie de brochas coleccionables con las que desbloquear ilustraciones y otros extras. Además, en el extraño caso de que nos perdamos casi siempre podremos pedirle al juego que nos indique el camino a seguir.
En cuanto al diseño de niveles, se nota que se ha hecho un esfuerzo por hacer de la aventura algo variado y disfrutable, ya que se han incluido varios minijuegos, puzles de distintos tipo, momentos diferentes y únicos que no se vuelven a repetir y un par de jefes finales (el primero de ellos es lamentable, aunque el otro no está mal). También hay varias secciones en las que nos deslizaremos sobre raíles al más puro estilo Sonic o Ratchet & Clank, en los que, esta vez sí, tenemos un botón de salto para ir de un raíl a otro y esquivar obstáculos.
En lo que respecta a su duración, decir que en dificultad difícil y yendo directos a pasarnos la historia sin pararnos mucho a explorar, lo hemos completado en menos de cinco horas, aunque si os ponéis a buscar las brochas os durará unas horas más. Es un juego bastante fácil, no existen vidas y hay puntos de control cada dos pasos, así que os recomendamos jugarlo directamente en su máxima dificultad a poco que se os den bien los videojuegos.
El poder de los colores
Gráficamente estamos ante un título muy resultón y que entra fácilmente por los ojos. El acabado es realmente bueno, los personajes son muy expresivos y están bien modelados, tiene una buena distancia de dibujado, carece de fallos gráficos destacables (nosotros al menos no hemos sufrido ningún bug en lo que nos ha durado la aventura, aunque quizás hayamos tenido suerte) y el mundo del juego está repleto de detalles. Incluso cuenta con algunos momentos que son una delicia para la vista, como los ambientados en el mundo onírico, en los que veremos cómo el escenario se va construyendo y destruyendo a medida que avanzamos.
En la parte negativa, tenemos que mencionar que las animaciones no son demasiado buenas, que si bien son más o menos decentes cuando plataformeamos, a la hora de andar y combatir no terminan de dar la talla. Tampoco nos ha gustado demasiado lo parecidas que son algunas de las secciones de la ciudad, aunque el juego se esfuerza por diferenciar cada distrito más allá de sus colores.
Finalmente, el juego cuenta con una banda sonora muy alegre, con temas que ambientan muy bien todo lo que vemos, pero que por desgracia, se acaban repitiendo más de la cuenta. Del doblaje, decir que solo el vídeo de introducción y el final cuentan con uno (y solo para el narrador), ya que el resto de habitantes de este peculiar mundo hablan emitiendo extraños sonidos. Lo que sí que tenemos que señalar es la traducción que se ha realizado de los textos al castellano, la cual resulta sorprendentemente buena.
Conclusiones
The Last Tinker: City of Colors puede que no sea un juego destinado a maravillarnos, pero el equipo de Mimimi Productions ha sabido ofrecernos una aventura que se deja disfrutar sin ningún tipo de problema y que desprende mucho encanto. Se nota que ha tenido un gran trabajo detrás y que se ha cuidado y mimado de una forma poco usual a día de hoy, y aunque no alcance la excelencia, tened por seguro que el viaje por Colortown será, cuanto menos, una experiencia divertida y muy entretenida.