Análisis de Ether One (PC, PS4)
Si algo nos gusta de los juegos independientes es que además de arriesgarse a veces con nuevas ideas jugables, lo hacen sobre todo en el aspecto narrativo, eligiendo temas que difícilmente un título comercial se atrevería a abordar. Con Ether One un pequeño estudio británico formado por apenas seis personas, White Paper Games, se atreve con una enfermedad tan delicada como la demencia, la pérdida progresiva de las funciones cognitivas debido a daños o desórdenes cerebrales, que en su vertiente más común conocemos como enfermedad de Alzheimer, aunque hay más tipos.
En unos laboratorios científicos que están experimentando con un método revolucionario y a través de una máquina, somos un Restaurador que tendrá que conectarse a la mente de una paciente de 69 años que sufre demencia y nuestro objetivo será curarla, restaurando sus recuerdos y eliminando la enfermedad. Y poco más queremos decir, ya que la historia es bastante sorprendente y no queremos desvelaros algunas de sus claves, aunque es difícil contaros qué nos ha parecido sin mencionar ciertos detalles. La aventura transcurre en Pinwheel, un pueblo costero británico en el que visitaremos también sus alrededores, como la zona industrial.
El pueblo está en la mente de la paciente, y deberemos explorar sus calles, casas, comercios y fábricas para ir restableciendo los recuerdos, y así intentar eliminar la demencia. Pinwheel está desierto, nunca interactuamos con otras personas, pero sí con la huella y el rastro que dejaron en su mente, e iremos encontrando diversos objetos, documentos y notas escritas que nos irán dando pistas de la historia e información de los personajes que habitaron este pueblo. Un puzle bastante complejo cuyas piezas tendremos que ir recogiendo y uniendo para intentar comprender el argumento, menos enrevesado de lo que puede parecer en un principio, con unos primeros instantes de la aventura demasiado desconcertantes.
Esto podría considerarse un defecto, un fallo en la narrativa, pero si querían que experimentáramos cómo se siente alguien que padece demencia, creemos que en parte lo han conseguido. Porque sí, por momentos hemos estado perdidos y desconcertados, argumentalmente hablando, algo que creemos también debería haber ido acompañado de más trucos y trampas visuales, ya que Pinwheel es un lugar demasiado apacible, bello y relativamente coherente para estar dentro de una mente atormentada. En cualquier caso si desafortunadamente has tenido que convivir con esta enfermedad ya sea por un familiar o alguien cercano, te sentirás muy identificado con muchas de las situaciones, y si no es el caso te servirá como acercamiento y para comprender mejor esta terrible enfermedad.
Entrando ya en el apartado jugable, lo más interesante de Ether One es que cuenta en su interior con dos aventuras distintas, para diferentes públicos, algo atrevido y de lo que salen más o menos airosos. Por un lado tenemos un aventura narrativa, del estilo de Dear Esther, Gone Home o The Stanley Parable, en la que caminamos, leemos algunos documentos, y poco a poco vamos descubriendo el argumento, sin resolver puzles ni realizar otras acciones. Y dentro de este mismo mundo tenemos una segunda aventura, de las de toda la vida, con complicados puzles, objetos que tenemos que recoger y usar en el lugar adecuado, y contraseñas que debemos encontrar y apuntar para después usar en algún lugar, uno de esos juegos en lo que es casi obligatorio tener papel y lápiz a mano durante toda la partida.
Por tanto, si solo queremos conocer la historia principal, y queremos una experiencia narrativa, podemos pasar olímpicamente de los puzles y pasarnos el juego en apenas un par de horas. Y si queremos una compleja y sesuda aventura gráfica de las de toda la vida, tenemos rompecabezas para rato, realmente complicados, superando las 10 o 12 horas tranquilamente, conociendo además detalles muy interesantes del argumento, la manera en la que premian nuestra curiosidad. El problema viene cuando quieres las dos experiencias a la vez, la "casual" y la "hardcore", que no casan demasiado bien. Te puedes tirar tranquilamente más de una hora en alguno de los puzles, y luego cuesta bastante entrar en el argumento, seguir el hilo de la historia.
Es una buena idea intentar llegar a públicos tan diferentes, pero mejor hubiera sido si ambas experiencias se dieran mejor la mano, y no se sintieran tan distantes. Si lo jugamos por su historia, aparte del tutorial, no tenemos que resolver ni un solo puzle ni recoger objetos, tan solo caminar de aquí para allá encontrando unos lazos rojos, que simbolizan los recuerdos. Así en cuatro localizaciones diferentes hasta que acabemos la historia. Si lo jugamos como una aventura gráfica, tenemos que reparar unos proyectores rotos realizando diferentes acciones, algunas obvias e intuitivas, otras bastante más complicadas. Como juego de puzles hay que decir que es realmente difícil, lo que no nos parece mal, ya salen otras muchas aventuras gráficas facilonas todos los meses.
Esta dicotomía del juego en aventura narrativa y de puzles se ve reflejada hasta en los controles. Si jugamos con un mando, no hay problemas para pasear y explorar los escenarios, y conocer la historia, pero si nos ponemos manos a la obra con los puzles, el control no está muy pulido, es complicado meter las contraseñas en las numerosas cajas fuertes, y tedioso escribir en algunos documentos, por lo que si queremos afrontar sus rompecabezas cómodamente, es mejor armarnos del teclado y el ratón. Un aspecto que no nos ha terminado de convencer, aunque resulte original, es su sistema de inventario. Solo podemos llevar un objeto a la vez, y cada vez que queremos conservar un objeto tenemos que viajar hasta "el núcleo", una especie de base de operaciones.
Este viaje se realiza pulsando tan solo un botón, y de manera instantánea, dejando los objetos en unas estanterías, por lo que no es demasiado tedioso. Pero tampoco sabemos muy bien qué aporta el poder llevar solo un objeto, y creemos que al menos deberían haber dejado llevar encima dos o tres, evitando tener que estar viajando constantemente al núcleo a dejar y coger cosas. También es cierto que aunque los escenarios están llenos de objetos, pronto aprenderemos que muy pocos son útiles, y nos volveremos más selectivos. Pero hay que tener cuidado, un objeto que viste al principio puede que sea necesario al final, y si no lo cogiste te tocará recordar dónde lo viste por primera vez.
Los gráficos sin ser ninguna maravilla nos han gustado, usan un estilo cel-shading más bien discreto pero siempre presente, y es agradable pasear por sus bellas localizaciones, te sientes extrañamente confortable. Sí nos parece más criticable su optimización, que deja bastante que desear para tratarse que de un juego que no es ningún portento técnico, que no cuenta con efectos ni modelados notables ni sobresalientes, usando el Unreal Engine de manera corriente. Para que os hagáis una idea, pide como requisitos recomendados 8 GB RAM, lo que nos parece un abuso. Como curiosidad, comentar que es uno de los primeros juegos compatibles con Oculus Rift, pero que como no lo tenemos, no hemos podido probarlo. Hay ciertos momentos, cuando todo se vuelve más surrealista y fantástico, que tiene que ser bastante impresionante disfrutarlo con estas gafas de realidad virtual.
La música juega un papel secundario pero no por ello menos meritorio, con composiciones elegantes y que ambientan muy bien, con poca presencia pero que aparecen en el momento oportuno, y las voces en inglés de los pocos personajes que podemos escuchar, son correctas. El juego tiene subtítulos en español, pero para activarlos hay que hacer un pequeño chanchullo, que explican aquí. Estos no son demasiado buenos, con ciertos errores y lo que es peor, no aparecen en ciertos momentos que los necesitamos, como en algunos carteles o indicaciones necesarias para resolver puzles. Por lo que si no tienes un nivel aunque sea bajo de inglés piénsatelo, ya que el subtitulado en español, aunque se agradece –son los únicos subtítulos en otro idioma que se han lanzado junto al juego- no acaba cumplir su tarea bien del todo.
La fragilidad de la mente humana
Nuevamente y gracias a un juego independiente estamos ante una propuesta bastante original en el terreno narrativo, haciéndonos comprender y metiéndonos de lleno en una enfermedad mental tan compleja como es la demencia. Si te interesa un poco el tema y te van esas historias que tienes que ir construyendo a base de recoger piezas para luego montar tú el puzle, seguro que no te va a decepcionar. Ya sea porque quieres una elaborada historia, o un complejo rompecabezas, en Ether One vas a encontrar las dos experiencias, que no están demasiado bien mezcladas si las quieres disfrutar a la vez. Aunque fallido en ciertos aspectos, nos quedamos con lo bueno, que es mucho, y volvemos aplaudir que se adentre en territorios casi inexplorados en esto de los videojuegos.