Análisis de Dropsy (PC, iPhone, Switch)
Dropsy es una aventura gráfica nacida en el seno de Kickstarter, obra de tres personas, aunque prácticamente todo el trabajo es de Jay Tholen, su creador principal, que lleva años luchando por el proyecto. El juego ha vivido hasta tres campañas en la popular plataforma de mecenazgo: la primera, en 2011, pedía tan solo 225$ para la adquisición de un paquete de software (se puede apreciar el humilde origen de Tholen) y alcanzó los 1.600 dólares, lo cual le permitió renovar el equipo a uno más decente y ampliar sus conocimientos de programación. Cuando se dio cuenta de que no era suficiente, regresó con una segunda campaña que fracasó al quedarse al 50% de recaudación. El último intento fue en octubre de 2013 y resultó todo un éxito: meta de 14.000 dólares conseguida en menos de una semana y casi el doble en el cierre.
El protagonista de esta historia es Dropsy, un payaso rechoncho y algo deforme, para qué engañarnos, cuya apariencia grotesca inquieta a cualquiera. Pronto nos daremos cuenta de que está hecho todo un bonachón. El pobre no tiene demasiadas luces y es casi como un niño grande (¿o como un perro?), tal como se nos deja ver en sus alegres reacciones y sus intensas muestras de afecto hacia el prójimo, sea humano o animal. Este aspecto tan tierno se empaña por la decadencia que lo rodea y los horrores que conocerá a medida que desvele la trama, cruel y bizarra como solo un indie se puede permitir.
El mundo de Dropsy es abierto y completamente explorable desde el principio, lo cual otorga una libertad de acción que se ha ido perdiendo en el género en los últimos tiempos. Esto implica que el avance no es lineal y que, por lo tanto, el jugador debe moverse a lo largo y ancho del mapa para ir resolviendo las distintas tareas, sin ningún orden estricto. Es más, existen misiones totalmente opcionales que no son necesarias para acabar el juego, aunque algunas aportan información adicional para entender el contexto.
El sistema se basa en la mecánica point and click tradicional. Desplazamos el personaje, interactuamos con otros seres vivos o máquinas y recogemos aquellos amasijos de píxeles sobre los que el puntero se convierta en una mano. Tenemos nuestro inventario y, por regla general, los objetos que ya han cumplido su función desaparecen. No se pueden combinar entre sí, pero se les da suficiente diversidad en sus usos como para que el jugador no sienta que se le está llevando de la mano. Realmente hay que deducir soluciones y, si bien apenas existen puzles en el sentido más estricto de la palabra, completarlo todo requiere de cierta agudeza, sobre todo porque no existe ningún sistema de pistas y hay un par de puntos en que es casi obligatorio pasarse por los foros en busca de ayuda.
El único que nos asiste, de forma muy limitada, es el perrito que nos acompaña, al que de vez en cuando veremos olisqueando puntos de interés. Otra de las mecánicas del juego consiste, precisamente, en intercalar el control entre Dropsy y sus amigos del reino animal, que se nos irán uniendo a medida que avancemos en la partida. Cada uno de ellos tiene una habilidad única que nos permitirá conseguir todo aquello que el payaso no puede hacer por sí mismo, ya sea meterse por pasajes estrechos o alcanzar lugares elevados. La cooperación entre los cuatro es fundamental.
Por último, contamos con un comando para dar abrazos. Es importante tener presente que esta acción tiene varias funciones; de hecho, el estancamiento más común se debe a que la línea de aprendizaje no consigue transmitir con éxito esta idea. Uno de los objetivos opcionales es abrazar a todos los personajes del juego, pero en muchos casos solo se puede hacer cuando ya has dejado feliz al otro. Así es, todos desprecian al pobre payaso hasta que este les hace el favor pertinente y se gana el merecido cariño. Esto es lo que te puede hacer obviar que el comando en cuestión también sirve como acción necesaria para cumplir algunas peticiones.
Y es que una de las señas características del título es que carece de texto en su totalidad; lo poco que hay escrito es en un idioma inventado, del que alguien se ha ocupado de crear una equivalencia alfabética que se puede encontrar en la comunidad de Steam. Todas las conversaciones se dan mediante iconos y símbolos, de manera que el jugador ha de ir aprendiendo a interpretarlos para moverse con soltura.
En cuanto al apartado visual, estamos ante un juego 2D con sprites de gran tamaño. Todo en los gráficos es correcto, sin más, si nos ceñimos a un baremo de corte retro, donde el aspecto se usa como recurso en el que respaldarse, tanto por presupuesto como por las sensaciones que se quieren transmitir. Destaca en Dropsy el uso de los colores y los diseños surrealistas, que sirven para marcar el contraste entre lo ordinario y lo turbio, el esperpento y lo adorable. Sin duda, es acertado mencionar influencias como Earthbound, Grim Fandango o The Neverhood.
A todo esto acompañan melodías muy agradables, inquietantes por momentos, y de notable calidad. El estilo empleado va entre el jazz, rock progresivo –el autor señala especialmente a la banda francesa Magma– y el dub. El único coleccionable del juego son las cintas de casete que hay desperdigadas por todo el mapeado. Estas se pueden escuchar en las minicadenas que encontramos y también se reproducen aleatoriamente durante la pantalla de viaje rápido.
El peor defecto achacable a lo técnico es el gravísimo tearing que sufre. Este se soluciona abriendo el configurador de Unity y cambiando los parámetros de calidad, de manera que se activa el V-Sync y los molestos tirones desaparecen. Por fortuna, los foros de la comunidad están llenos de usuarios dispuestos a ayudar, explicando cómo hacer esto y muchos otros temas relacionados. También el autor, Jay Tholen, se pasa con frecuencia para atender a las peticiones, tomar nota del feedback o, simplemente, deleitarse leyendo las teorías que exponen los jugadores, que con la información disponible han ido reconstruyendo los distintos elementos para intentar comprender la turbulenta trama de fondo.
Conclusiones
La aventura requiere de paciencia, observación y, en ocasiones, hasta de una libreta en mano, como los grandes clásicos de antaño. Su duración es de entre 6 y 8 horas, dependiendo de cuánto se quiera completar. Es remarcable el hecho de que Tholen está trabajando en una actualización futura gratuita que añadirá toda un área nueva (la playa, ahora inaccesible) y un uso a aquellos objetos que, al finalizar, se nos quedan en el inventario sin haber cumplido ningún objetivo. Concluyendo, podemos afirmar que Dropsy es un buen juego y altamente recomendable para aquellos que disfrutan con las propuestas extravagantes, las historias bizarras y un cierto toque macabro.