Análisis de Wario Land II eShop (Nintendo 3DS)

Cuando Wario consiguió el protagonismo absoluto en el primer Wario Land para Game Boy, estaba claro que no iba a detenerse ahí y pronto llegó Wario Land II, un título que ayudó a definir todos los parámetros que hoy en día nos encontramos en la saga, que empezaba a diferenciarse sustancialmente del universo de los plataformas de Mario.

Lo más importante es que en este juego Wario no puede morir. Perdemos monedas, hay enemigos, pero la muerte ha sido desterrada de las preocupaciones de Wario para fomentar todo tipo de transformaciones y una avaricia ilimitada.

Esto se consigue porque, aunque las plataformas son un gran componente del juego, la exploración y la resolución de puzles ambientales es el auténtico eje vertebrador de una jugabilidad que busca recompensar al jugador por recorrer hasta el último centímetro de escenario en cada fase y, sobre todo, por experimentar.

Quizá al principio el usuario no sabe muy bien qué va a pasar cuando le caiga un enorme peso encima al pobre Wario, pero pronto descubre que se achata y eso le permite conseguir un movimiento pendular al caer desde grandes alturas y llegar, de este modo, a lugares que parecían inaccesibles. También descubre que cuando Wario se prende fuego empieza a correr como un loco antes de chamuscarse entero, pero que eso puede destruir bloques del escenario y abrir nuevas sendas.

En realidad, esa experimentación es clave en el juego. Uno nunca sabe qué va a suceder e incluso cuando parece que no tiene mucho sentido lo que ha sucedido ni está claro que vaya a darnos una ventaja en un primer momento, como en el caso del Wario zombificado, al final todo tiene una razón de ser. Por su puesto, regresar al estado normal es siempre sencillo. Un Wario zombi necesita que le dé la luz; un Wario mareado (o trompa, según queramos verlo) necesita un remojón, etc.

Los objetivos principales del juego pasan por superar secuencialmente los niveles (en la primera ronda de juego) para ir consiguiendo la mayor cantidad posible de tesoros que la capitana Syrup le ha robado a Wario. Los tesoros se consiguen encontrando unos pequeños retos de habilidad visual, pero para ello hay que pagar. Cuanto más dinero tengamos y más tesoros sumemos, mayor será la recompensa final que se lleve Wario que, por supuesto, aspira a terminar con un gran castillo. Quién sabe si más allá del cielo. El título tiene cinco finales diferentes, y lo cierto es que resulta divertido conseguirlos todos.

Lo más probable es que el jugador necesite dar más de una vuelta para conseguir todos sus secretos, incluyendo un minijuego al estilo "Simón dice" que se inspira claramente en el veteranísimo Flagman de Game & Watch. Su rejugabilidad está asegurada.

Hoy en día muchas de las sorpresas jugables que se introdujeron aquí no nos resultan extrañas, pero entonces era un juego que podía resultar peculiar. Eso de que el protagonista no pudiera morir era peculiar y ese enfoque en la exploración y resolución de pequeños enigmas (por ejemplo, en una fase temprana, no hay que llegar hasta la meta, sino llevar una gallina hasta su casa), era poco habitual entonces. Se empezó a construir mucho más que con el primer Wario Land lo que iba a definir qué es un plataformas de Wario gracias a la fusión de elementos.

A nivel visual, hay que tener en cuenta que el juego salivo relativamente temprano en la vida de Game Boy Color y era compatible con la Game Boy original, por lo que no podía aprovechar las ventajas del hardware más nuevo más allá de la presencia del color. Los juegos exclusivos para la portátil de pantalla a color pudieron mostrar paletas mucho más trabajadas y una mayor atención al detalle, algo que se comprueba fácilmente al ver el gran salto visual que supuso, sin ir más lejos, Wario Land III.

Tiene, por tanto, el estilo visual que uno puede esperar de cualquier juego de Game Boy en sus últimos años, una portátil que progresó enormemente desde sus comienzos. Se trata de un toque muy de 8 bits y gracias al color ya se sitúa en la línea estética que podía ofrecer la siempre venerada NES. Donde destaca es en el tamaño de sus niveles y la cantidad de los mismos. Es un juego largo para los estándares de la época (e incluso todavía hoy) en el que lo más destaca, insistimos en ello, es la rejugabilidad.

Conclusiones

Wario Land II es un título increíblemente divertido que invita a experimentar. Representó un salto de gigante con respecto a su predecesor, pero visto en perspectiva hoy en día es imposible ignorar que su sucesor consiguió madurar con un éxito inusitado las fórmulas que aquí eran todavía experimentales. Ha perdido ese factor sorpresa, claro, pero lo más curioso es que volver a él resulta fresco: hay una frescura inusitada que no se ha perdido en los catorce años de vida que suma el juego. Y eso nos muestra que se trata de un clásico.