Si bien CD Projekt es ahora un estudio de gran éxito y fama mundial que ha conseguido convertir con sus videojuegos a La saga de Geralt de Rivia escrita por Andrzej Sapkowski en todo un fenómeno, lo cierto es que todo esto es algo relativamente nuevo para esta editora polaca, ya que su primer juego se lanzó en el no tan lejano 2007. Por supuesto, estamos hablando de The Witcher, la aventura que lo empezó todo.
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Un desarrollo complicado
La odisea de CD Projekt como desarrolladora comenzó en 2002. Después de haber pasado varios años ejerciendo de distribuidora de videojuegos en Polonia, sus fundadores decidieron probar suerte en la industria y crearon su propio estudio. Tras un año de trabajo, crearon una demo de un prototipo de The Witcher que apostaba por el rol y la acción al más puro estilo Diablo y comenzaron a enviarla a diferentes editoras europeas a ver si alguna se animaba a financiar y publicar el proyecto. Sin embargo, ninguna se mostró interesada y el equipo decidió darle un gran giro a su juego para volver a empezar a desarrollarlo desde el principio.
La inexperiencia en el desarrollo de videojuegos se dejó notar rápidamente y el simple hecho de organizar la producción del título les llevó casi dos años, pero, por suerte, contaron con la ayuda de BioWare, quienes, además de darles un impulso en su promoción, también les licenciaron su motor gráfico Aurora. Así pues, lo que comenzó humildemente con un equipo de apenas 15 personas, creció a lo largo de cinco años hasta el centenar, dejándonos para el recuerdo una aventura exclusiva de PC de la que muchos guardamos un gratísimo recuerdo.
La llegada del Lobo Blanco a los videojuegos
De esta manera, en 2007 el estudio pudo lanzar por fin al mercado su primer videojuego: The Witcher. Tal y como su propio nombre indica, se ambienta en el universo creado por Andrzej Sapkowski, una saga de libros que por aquel entonces no era demasiado conocida a nivel internacional, pero que sí era muy aclamada y reverenciada en Polonia. Como bien sabéis, su autor no confiaba demasiado en que un estudio novato y sin experiencia como CD Projekt fuese a tener éxito con un videojuego de su obra, por lo que vendió sus derechos por lo que a día de hoy podría considerarse una miseria, aceptando un único pago en vez de un porcentaje de los beneficios que generasen estas aventuras virtuales. Evidentemente, esto derivó en unos cuantos conflictos y rencores a posteriori, pero esa es una historia para otro momento.
Centrándonos ya en el juego en sí, lo que este nos ofreció fue una aventura de rol que servía como secuela argumental de los libros, con un Geralt que había perdido la memoria. Gracias a esto, introducían a los recién llegados en este oscuro universo de fantasía medieval, mientras que los fans de la obra original podían deleitarse interactuando con los personajes que ya conocían y descubriendo cómo se habían recreado muchos de sus lugares y criaturas.
Si hay algo que destacó especialmente de este juego fue el enorme respeto que desprendía hacia los escritos de Sapkowski (a pesar de que se tomaba algunas licencias por el bien de su jugabilidad), por lo que conseguía que nos sintiésemos como el auténtico Lobo Blanco, realizando investigaciones para resolver casos relacionados con monstruos, preparándonos para los combates con pociones que creábamos con alquimia y utilizando las espadas correspondientes para el tipo de enemigo que se interpusiese en nuestro camino.
Para ser el primer título de un estudio tan humilde, lo cierto es que desprendía ambición por los cuatro costados, ya que estaba muy cuidado en todos los aspectos, con un apartado audiovisual muy competente para los estándares de la época, una narrativa interesante, misiones secundarias muy elaboradas en las que invertíamos nuestro tiempo con mucho gusto y una duración más que considerable.
Eso sí, The Witcher distaba de ser perfecto y adolecía de un sistema de combate extremadamente simple, pobre y poco intuitivo en el que apenas teníamos margen de maniobra. Además, el hecho de convertir a nuestros "ligues" en un elemento coleccionable para conseguir sus cartas se sentía un tanto fuera de lugar, derivando en algunas conversaciones bastante surrealistas y forzadas. Por si fuese poco, el doblaje que se realizó para cada idioma dejó mucho que desear, incluyendo el español, cuyas interpretaciones solo conseguían romper la inmersión y sacarnos de la experiencia. En definitiva, una obra imperfecta, pero muy disfrutable y que ya dejaba entrever el gigantesco potencial que tenía un estudio que ahora mismo es historia viva del videojuego.