Ahora que Final Fantasy VII vuelve a estar en boca de todos por su esperadísimo remake es un buen momento para recordar la locura que rodeó a la séptima fantasía final durante la primera década de este siglo, cuando Square Enix se lanzó a desarrollar todo tipo de productos para ampliar su historia, todos ellos pertenecientes a la llamada Compilación de Final Fantasy VII. La película Final Fantasy VII: Advent Children o la aclamada precuela Crisis Core: Final Fantasy VII para PSP son dos buenos ejemplos de lo que dio de sí este nuevo esfuerzo de la compañía por expandir este universo, pero hoy nos vamos a centrar en el que fue uno de los juegos de la compilación que menos suerte y éxito tuvo: Dirge of Cerberus: Final Fantasy VII.
A tiro limpio con Vincent
La premisa de esta aventura era, como mínimo, extraña. ¿Un juego de acción y disparos en tercera persona centrado en uno de los personajes secretos de un JRPG tan aclamado como Final Fantasy VII? Sí, el título principal nos dejó con muchas ganas de saber más sobre Vincent, ya que al ser un recluta opcional para nuestro grupo su historia no se desarrollaba demasiado, pero mentiríamos si dijésemos que creíamos que un spin-off así se acabaría haciendo realidad, especialmente si tenemos en cuenta la falta de experiencia de la empresa con este género tras haberse centrado durante años en el rol japonés.
Así pues, en 2006 llegó a las tiendas en exclusiva para PlayStation 2, convirtiéndose en uno de los últimos grandes lanzamientos de la consola. Por desgracia, el resultado fue bastante irregular y se quedó lejos de satisfacer a los fans, presentándonos una secuela argumental digna de un fanfic. A pesar de la exagerada escala que llegaba a alcanzar el conflicto principal en su recta final, el guion al menos aportaba algunos detalles muy interesantes sobre Vincent, Yuffie y Reeve (Caith Sith para los amigos), y el esfuerzo que hacía por mostrarnos la situación política del mundo tras la caída de Meteorito nos gustó bastante. Lamentablemente, el ritmo de la historia no era muy bueno y la forma tan banal de usar al resto de héroes de Final Fantasy VII como meros cameos para que no faltase fan service tampoco terminó de funcionar demasiado bien.
En lo jugable también fallaron bastantes cosas, empezando por unos controles verdaderamente infernales que hacían del apuntado toda una odisea, algo que se veía agravado por una cámara que en espacios cerrados se convertía en nuestra peor enemiga. Eso sí, no os penséis que era un juego demasiado difícil, ya que la IA enemiga era nefasta y solía darnos todo el tiempo del mundo para que acabásemos con ellos en un par de disparos con nuestras potentes armas.
Las fases eran muy lineales, algo que no es necesariamente malo, aunque su diseño se sentía demasiado vago y perezoso, ya que los escenarios no aprovechaban para nada la movilidad de Vincent, cuyo doble salto podría haber propiciado enfrentamientos más verticales y secciones de plataformas más o menos elaboradas. En cambio, todo lo que nos quedó fue un tiro al plato sin demasiada gracia mientras avanzábamos del punto A al B. Como suele ser costumbre en este tipo de juegos, tampoco faltaron las fases en las que los tiroteos habituales daban paso a otros enfoques, como un olvidable nivel donde primaba el sigilo o momentos en los que avanzábamos sobre raíles y que no aportaban demasiado.
Lo más extraño de todo es que incluso con esta miríada de problemas (a los que deberíamos sumarle unas largas y frecuentes pantallas de carga que nos cortaban el ritmo de los tiroteos cada pocos pasos) el título se las apañaba para entretener y distraernos durante un buen rato. Además, no todo era negativo, ya que a nivel audiovisual era todo un espectáculo (ojo a sus escenas generadas por ordenador, pues siguen impresionando como el primer día), nos dejó algunos momentos memorables y no se quedaba corto en contenidos, con montones de misiones secundarias con las que podíamos ponernos a prueba tras ver los créditos.
Como curiosidad, cabe destacar que la versión americana acabó resultado ser la mejor de todas, ya que se mejoraron sus controles para hacer del apuntado una experiencia más agradable y se realizaron infinidad de ajustes en el equilibrio general de la aventura para que no resultase tan sencilla de superar. Sí, en Occidente nos quedamos sin su multijugador, pero este era tan mediocre y tenía tantas restricciones que no fue una pérdida de ningún tipo.
Llegados a este punto, ya os habréis podido hacer una buena idea de que Dirge of Cerberus: Final Fantasy VII no fue precisamente el juego que los fans esperábamos y se quedó muy corto en casi todo lo que hizo, aunque siempre nos quedará en el recuerdo como una curiosidad de una época en la que Square Enix se volcó por completo con uno de sus títulos estrella. Ahora, con Final Fantasy VII Remake en el horizonte se ha confirmado que todo lo que nos contaron en esta compilación de juegos, películas y series ha dejado de ser canon, o al menos ya no lo es de cara a la revisión de la historia que están realizando, algo que siempre conviene recordar para que no hayan confusiones cuando por fin llegue a las tiendas.
¿Y vosotros? ¿Pudisteis jugarlo en su momento? ¿Qué os pareció? ¿Os gustó su historia? ¿Somos los únicos a los que no nos terminó de convencer la presencia del cantante Gackt en el juego y en los dos temas principales de su banda sonora? ¿Creéis que rescataran para el remake algunos de los detalles argumentales que nos contaron aquí sobre el trasfondo de Vincent? ¡Esperamos vuestros comentarios!