Informar a toda costa hasta influir en los propios hechos, este es un dilema que algunos periodistas han tenido a lo largo de sus carreras, sobre todo aquellos que asistieron a los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972 con la idea de cubrir competiciones deportivas sin mucha espectacularidad y terminaron asistiendo y retransmitiendo un acto terrorista. Septiembre 5 es un thriller periodístico meticulosamente construido que, sin embargo, puede llegar a tropezar en su propia neutralidad pero, rompiendo una lanza a su favor, el periodismo debe de ser objetivo y que el espectador saque sus propias conclusiones.
Una carrera de fondo informativa
La película, que se estrenará este viernes 31 de enero en cines españoles, de Tim Fehlbaum no pretende reinterpretar los eventos del atentado en los Juegos Olímpicos de Múnich, sino enmarcarlos en el microcosmos de una sala de control de ABC Sports, donde un equipo de periodistas deportivos tuvo que adaptarse, en cuestión de minutos, a un evento que transformaría la historia de la cobertura en vivo. Su estética claustrofóbica y su ritmo frenético consiguen que cada decisión, cada encuadre y cada titubeo de los protagonistas se perciba como una batalla en tiempo real.
Su fortaleza para algunos, debilidad para otros, es su empeño por no tomar partido, centrándose en la dimensión histórica de los hechos y menos en la emocional, pero la información es así. La profesión también, se pasa de una tragedia a una buena noticia sin titubeos, como robots, a pesar de que la realidad pueda tocar la fibra sensible, pero hay que 'volver al tajo'.
En el centro de este caos, Peter Sarsgaard y John Magaro ofrecen interpretaciones absorbentes como Roone Arledge y Geoffrey Mason, respectivamente, dos hombres que, sin saberlo, estaban dando forma al futuro de la televisión informativa. La película les sigue en su carrera contra el tiempo, en su pugna contra los ejecutivos de Nueva York y en su dilema sobre cuánto mostrar y hasta qué punto intervenir en la narrativa del horror. Leonie Benesch, en el papel de Marianne, la traductora alemana atrapada entre su deber profesional y el peso de la historia, añade un matiz de humanidad que eleva el drama a un nivel más visceral. La dirección de Fehlbaum logra transmitir el vértigo de la transmisión en directo y la sensación de que, en ese instante, la pantalla era tanto un espejo como un arma.
Una estética setentera muy lograda
Visualmente, Septiembre 5 adopta una estética que evoca los noticiarios de los años 70: colores desaturados, un grano de película digitalmente simulado y un uso estratégico del montaje para entrelazar las escenas ficticias con imágenes de archivo. Markus Förderer, el director de fotografía, consigue encapsular la urgencia del momento con encuadres cerrados y movimientos de cámara erráticos que simulan la angustia de los reporteros en la sala de control. La banda sonora de Lorenz Dangel se mantiene en un segundo plano, evitando cualquier tipo de sentimentalismo forzado, pero contribuyendo a la creciente tensión con sutiles acentos disonantes. Es un filme que, en términos de ejecución, roza la excelencia técnica.
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La cinta no peca de sobreexplicación
La película se posiciona como un estudio de la cobertura mediática sin sumergirse en el significado del evento que retrata. Muchas cintas pecan de sobreexplicación, infantilizando a la audiencia, sin embargo, esta película asume que el espectador o conoce los hechos en sí o conoce el contexto político de Israel y Palestina tanto en esa época como el conflicto que aún continúa.
Se menciona de pasada la incompetencia policial alemana, la manipulación de la información y la carrera por la primicia, pero el guion de Fehlbaum, Moritz Binder y Alex David elige mantenerse distante de cualquier reflexión política. Al hacerlo, reduce un conflicto histórico de décadas a una mera crisis logística en una redacción, que es de lo que va la película. Una decisión que puede enfrentar a quienes la vean, elogiando algunos esta decisión y otros criticando la falta de dramatismo en escena.
¿Información a toda costa?
El filme plantea preguntas cruciales sobre la ética periodística: ¿hasta qué punto la televisión influye en los eventos que cubre? ¿Es posible informar sin convertirse en cómplice involuntario de la violencia? La escena en la que los terroristas ven en vivo las maniobras de la policía a través de la propia emisión de ABC es particularmente escalofriante, recordando el poder inadvertido de la retransmisión en directo. En comparación con el Munich de Stevem Spielberg o el documental One Day in September, este filme se siente con menos empaque emocional, enfocándose en su propia burbuja de neutralidad periodística, algo que ya depende del que observa valorar positiva o negativamente.
Por supuesto, logra capturar el vértigo de la noticia en construcción y la adrenalina de quienes deben tomar decisiones en milisegundos. Es un filme de ritmo impecable, lleno de actuaciones sólidas y con una puesta en escena que sumerge al espectador en la intensidad del momento. Septiembre 5 es una experiencia cinematográfica apasionante y redonda, en su ritmo y duración. Es el tipo de película que se siente importante mientras la ves, que deja un vacío cuando termina.