El sistema estelar más cercano a la Tierra, Alfa Centauri, vuelve a situarse en el foco de la astronomía tras un hallazgo tan prometedor como desconcertante. En agosto de 2024, el telescopio espacial James Webb identificó indicios sólidos de un planeta gigante gaseoso, similar a Saturno, orbitando a Alfa Centauri A, a unos 300 millones de kilómetros de su estrella y dentro de su zona habitable.
El hallazgo, publicado en The Astrophysical Journal Letters, habría supuesto el descubrimiento del exoplaneta más cercano a la Tierra en condiciones potencialmente aptas para agua líquida… pero en las observaciones de 2025, el planeta había desaparecido.
Un rastro que desapareció repentinamente
La detección inicial fue un reto técnico: Alfa Centauri A y B son estrellas extremadamente brillantes, y el Webb no está diseñado específicamente para buscar planetas tan próximos a su luz. Para aislar la señal, el equipo liderado por Charles Beichman y Aniket Sanghi empleó la máscara coronográfica del instrumento MIRI, bloqueando el resplandor estelar para revelar un objeto 10.000 veces más débil. Sin embargo, al repetir la observación en febrero y abril de 2025, no hubo rastro del planeta, lo que abrió el misterio de un “mundo fantasma” que parecía haberse esfumado.
Para comprenderlo, los astrónomos simularon millones de órbitas posibles, incorporando la detección inicial, las “no detecciones” posteriores y un posible candidato observado en 2019 por el Very Large Telescope del ESO. Los modelos apuntan a que, en la mitad de los escenarios, el planeta estaría demasiado cerca de su estrella en 2025, oculto tras su brillo. Se trataría de un gigante gaseoso de masa similar a Saturno, en una órbita elíptica que varía entre una y dos veces la distancia Tierra-Sol, con características parecidas a las de los gigantes de nuestro sistema.
El hallazgo plantea un desafío a los modelos de formación planetaria. En sistemas binarios como Alfa Centauri A y B, con órbitas mutuas de 80 años y distancias mínimas de 11 unidades astronómicas, las interacciones gravitatorias pueden desestabilizar el material de los discos protoplanetarios y dificultar la formación de mundos masivos. La existencia de un gigante gaseoso tan próximo a su estrella en un entorno tan turbulento obliga a reconsiderar cómo estos planetas pueden crecer y mantenerse estables.
Si las simulaciones son correctas, el planeta debería volver a ser visible para el telescopio entre 2026 y 2027, ofreciendo una segunda oportunidad para verificar su existencia y estudiar su atmósfera y dinámica orbital.















