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Sam Altman de OpenAI está acorralado y confirma lo que todos temen: 'Si Microsoft consigue la IA, será un peligro mundial'

Sam Altman, que lleva meses luchando por lograr la AGI con OpenAI, está acorralado por la participación de Microsoft en la empresa. ¿Se encuentra Altman en un camino sin salida?
Sam Altman de OpenAI está acorralado y confirma lo que todos temen: 'Si Microsoft consigue la IA, será un peligro mundial'
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Actualizado: 7:01 23/7/2025

Lo que empezó como un experimento filantrópico con tintes casi utópicos, ha terminado convirtiéndose en uno de los conflictos corporativos más tensos del sector tecnológico. OpenAI, fundada en 2015 con el ideal de democratizar la inteligencia artificial y evitar que cayese en manos equivocadas, ha cambiado de piel. De startup sin ánimo de lucro ha pasado a convertirse en un coloso valorado en más de 300.000 millones de dólares. Y sí, las alarmas están más que encendidas.

Sam Altman está acorralado. El detonante: la entrada masiva de Microsoft, que inyectó miles de millones en el proyecto y se convirtió en su mayor inversor. A cambio, obtuvieron acceso preferente a sus modelos más avanzados, incluidos los célebres GPT y DALL·E. Sin embargo, lo que parecía una alianza estratégica, se ha transformado en una guerra silenciosa por el control de la inteligencia artificial más avanzada del planeta.

OpenAI, Microsoft y la tormenta perfecta: ¿quién controla el futuro de la inteligencia artificial?

OpenAI funciona, desde entonces, con una estructura casi esquizofrénica: una fundación sin ánimo de lucro (que ostenta el control) convive con una rama comercial que colabora directamente con Microsoft. Un equilibrio extraño que se tambalea por momentos. ¿El problema? Que Redmond quiere más: más control, más participación —más del 33%— y más voz en las decisiones clave.

Sam Altman y OpenAI está acorralado por Microsoft

Sam Altman, CEO de OpenAI, no lo ve tan claro. Su visión pasa por convertir la empresa en una corporación de beneficio público, una figura híbrida que preserve los principios fundacionales y al mismo tiempo permita competir en un mercado cada vez más agresivo. Pero esa idea no convence a Microsoft. Y la tensión ha llegado a tal punto que OpenAI se plantea incluso denunciar a su socio ante los reguladores federales por prácticas anticompetitivas.

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Para añadir más leña al fuego, Altman guarda un as en la manga: una cláusula que le permite cortar el acceso de Microsoft a sus modelos más potentes si la compañía declara oficialmente haber alcanzado la AGI —la codiciada Inteligencia Artificial General—. Una tecnología que, según el contrato, tendría que tener un impacto económico de al menos 100.000 millones de dólares. Y aunque Microsoft no le dio mucha importancia en su momento, ahora la situación ha cambiado.

Un grupo de expertos convocado por la propia OpenAI ha puesto sobre la mesa lo que muchos temían: que el desarrollo de la inteligencia artificial es demasiado importante como para dejarlo en manos del mercado. Uno de sus miembros, Daniel Zingale, lo resume así: “No puede estar en manos solo de los que tienen más dinero”. Recomiendan fortalecer la rama sin fines de lucro y darle más peso en la toma de decisiones. En otras palabras: frenar la ambición antes de que sea tarde.

Sam Altman quiere terminar con Microsoft pero necesita el dinero para desarrollar su AGI

Mientras tanto, Microsoft se mueve. Ya ha propuesto cambios que le permitirían revisar decisiones estratégicas o adquirir otras startups en nombre de OpenAI. Y aunque Satya Nadella, su CEO, minimiza el conflicto, lo cierto es que ambas partes están tanteando alternativas para reducir su dependencia mutua.

El escenario que se abre es tan complejo como inquietante: si la batalla legal y regulatoria se desata, estaríamos ante uno de los mayores enfrentamientos corporativos en la historia reciente de la tecnología. Uno que no solo puede alterar el rumbo de OpenAI o Microsoft, sino que puede redefinir quién —y cómo— se escribe el futuro de la inteligencia artificial a escala global. Porque si esta es la carrera hacia la AGI -que según Altman, está muy cerca- quizá ya no hay marcha atrás.

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