A principios de la década de 1990, Rusia intentó hacer lo impensable: convertir la noche en día con la ayuda de espejos espaciales. El ambicioso proyecto, liderado por el ingeniero Vladimir Syromyatnikov, tenía como objetivo reflejar la luz del sol sobre Siberia y otras regiones que pasaban meses en penumbra durante el invierno. La idea, aunque parecía sacada de una novela de ciencia ficción, estuvo a punto de convertirse en una realidad.
Znamya 2: el primer intento de traer el sol de vuelta
El primer prototipo del experimento fue Znamya 2, un espejo de 20 metros de diámetro lanzado en febrero de 1993 desde la estación espacial Mir. Su misión era reflejar un haz de luz con la intensidad de la luna llena sobre la Tierra, iluminando un área de 5 kilómetros de diámetro mientras surcaba el cielo a 8 kilómetros por segundo. Aunque el reflejo fue visible desde el espacio, en la superficie terrestre la nubosidad impidió que la mayoría de los observadores notaran el fenómeno. Horas después, el espejo reingresó a la atmósfera y se desintegró.
Znamya 2.5 y el principio del fin
A pesar del fracaso inicial, el equipo de Syromyatnikov no se rindió y, en 1999, lanzó Znamya 2.5, un modelo mejorado con un espejo de 25 metros que permitiría mantener el reflejo de luz sobre un punto fijo. Sin embargo, el despliegue no salió como se esperaba: una de las láminas reflectoras quedó atrapada en la antena de la nave Progress, dañando la estructura y haciendo imposible su uso. Sin otra opción, el equipo tuvo que desorbitar el espejo y dejar que se quemara en la atmósfera.
El siguiente paso habría sido Znamya 3, un espejo de 70 metros de diámetro con la capacidad de iluminar ciudades enteras. Sin embargo, tras los problemas con Znamya 2.5, la falta de financiamiento y el creciente rechazo de la comunidad científica, el proyecto quedó cancelado. Astrónomos y ambientalistas alertaron sobre los efectos negativos que estos espejos podrían causar, desde la alteración de los ciclos naturales hasta la interferencia con la observación del cielo nocturno.

Syromyatnikov y su lucha por un mundo sin noche
A pesar de los obstáculos, Syromyatnikov siguió buscando financiamiento para desarrollar espejos espaciales permanentes, con la esperanza de reducir el consumo de energía y mejorar la vida en regiones con largas noches invernales. Sin embargo, la inversión de 340 millones de dólares que se requería para su desarrollo hizo que los inversores perdieran interés. Syromyatnikov continuó trabajando en sistemas de acoplamiento de naves espaciales hasta su fallecimiento en 2006, dejando atrás un legado de innovación y perseverancia.
Varias empresas quieren volver a interentarlo
Aunque el proyecto Znamya quedó en el olvido, la idea de aprovechar la luz solar desde el espacio sigue vigente. En la actualidad, varias agencias espaciales y empresas privadas exploran la posibilidad de plantas solares orbitales, que captarían energía solar y la transmitirían a la Tierra mediante microondas. A pesar de sus fracasos, el experimento ruso dejó una valiosa lección: la creatividad humana puede desafiar los límites de la naturaleza, pero siempre habrá factores impredecibles que pondrán a prueba la viabilidad de cualquier innovación.
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— Ben Nowack (@bennbuilds) August 22, 2024
Una nueva empresa llamada Reflect Orbital, fundada por el exingeniero de SpaceX Ben Nowack y el experto en drones Tristan Semmelhack, ha resucitado la ambiciosa idea de los espejos espaciales para reflejar la luz solar sobre la Tierra. Su propuesta consiste en lanzar satélites equipados con grandes espejos que podrán iluminar áreas específicas durante la noche, ofreciendo desde reclamos publicitarios hasta soporte energético para granjas solares. Según la compañía, más de 30.000 personas ya han reservado “puntos de luz solar”, que permitirían iluminar un área de 5 kilómetros durante 4 minutos. Aunque el proyecto aún está en desarrollo y sus detalles técnicos no han sido completamente revelados, Reflect Orbital espera tener el servicio activo para finales de 2025, prometiendo revolucionar la forma en que aprovechamos la luz solar desde el espacio.