La Unión Europea ha dado marcha atrás en su regulación sobre inteligencia artificial tras confirmar recientemente una batería de cambios urgentes en su famosa Ley de IA. El llamado "Omnibus Digital" modifica los plazos y requisitos más exigentes para que las empresas puedan adaptarse sin morir en el intento. La medida llega después de que Google, Meta y Microsoft amenazaran con bloquear sus servicios en Europa si Bruselas no flexibilizaba las normas. Las startups españolas y europeas eran las más afectadas porque no tenían dinero ni equipos legales para cumplir con los requisitos originales que entraban en vigor en 2026.
Los cambios principales dan más tiempo a las empresas para certificar sus sistemas de alto riesgo. La regulación europea clasificaba los sistemas de IA en cuatro categorías según su peligrosidad, con los de alto riesgo siendo los más estrictos. Ahora, las compañías tendrán hasta 2027 para demostrar que cumplen los requisitos técnicos de seguridad, transparencia y protección de datos. Thomas Regnier, portavoz de la Comisión Europea, explicó que los cambios buscan hacer la normativa "más práctica y predecible" sin perder el control sobre los riesgos reales.
El contexto de esta marcha atrás es importante para Europa. España y Europa están perdiendo la carrera de la IA frente a Estados Unidos y China, con inversiones 50 veces menores que sus competidores. Mark Zuckerberg llegó a decir públicamente que la regulación europea era "una extralimitación" que frenaría la innovación, y Meta amenazó con no lanzar sus nuevos modelos en el continente. Amazon y Google hicieron presión similar desde hace meses, advirtiendo que sus servicios en la nube podrían no estar disponibles para clientes europeos si los requisitos seguían siendo tan estrictos.
Las empresas españolas ganan tiempo pero la pregunta es si Europa podrá competir con los gigantes tecnológicos antes de 2030
Los expertos temen que este respiro sea insuficiente. Mientras la UE retrocede en sus exigencias, España calcula que perderá 1,5 millones de empleos por culpa de la automatización en los próximos años. Las startups tecnológicas españolas necesitan la flexibilidad para desarrollar sus productos sin ahogarse en burocracia, pero también necesitan un mercado europeo fuerte que les permita competir. La UE apenas invierte lo que ChatGPT gasta en 48 horas, y los cambios regulatorios no solucionan el problema de fondo.
La batalla entre regular la IA para proteger a los ciudadanos y dar libertad a las empresas para innovar sigue sin ganador. Bruselas ha cedido terreno ante los gigantes tecnológicos americanos, pero miles de empresas europeas todavía no saben si podrán sobrevivir en un mercado dominado por Google, Microsoft y OpenAI. El plazo hasta 2027 puede sonar generoso, pero en el mundo de la inteligencia artificial son apenas dos años para decidir quién controlará la tecnología que cambiará nuestras vidas para siempre.














