Cambiar la percepción global de ser un régimen autoritario es una tarea monumental para cualquier país que restringe libertades fundamentales. En el caso de China, el reto es aún mayor: mientras exhibe al mundo su vertiginoso desarrollo tecnológico, su diplomacia activa y sus logros en infraestructura, impone una estricta censura digital, limita la libertad de expresión y mantiene una vigilancia constante sobre su población. Ante esta dualidad, el gigante asiático ha comprendido que tiene perdida la batalla en los grandes medios de comunicación internacionales, que suelen adoptar una línea muy crítica hacia su modelo político.
China se apoya en los influencers para construir una imagen moderna y luchar por la supremacía cultural en internet: EE.UU está aterrada
Los corresponsales más veteranos en China recuerdan con cierta nostalgia los tiempos previos al ascenso de Xi Jinping, cuando el acceso a fuentes, funcionarios y empresas era más sencillo y la circulación de la información no estaba tan restringida. Hoy, con un férreo control sobre los medios locales y un cerrojo digital hacia el exterior, entender —y explicar— la complejidad china desde dentro se ha vuelto mucho más difícil, especialmente sin caer en el prisma comparativo de las democracias occidentales.

En este contexto, Pekín ha dejado de intentar convencer a los periodistas extranjeros. Ahora, su apuesta es otra: construir una narrativa paralela a través de influencers internacionales, capaces de conectar con millones de personas sin necesidad de preguntas incómodas. Esta nueva forma de diplomacia blanda pasa por mostrar una China moderna, fascinante y próspera, alejada de los estereotipos de opresión. ¿El resultado? Cientos de vídeos en TikTok, YouTube o Instagram mostrando trenes de alta velocidad, coches eléctricos voladores, ciudades futuristas y tecnología puntera. Todo cuidadosamente planificado.
Uno de los ejemplos más exitosos es el del streamer estadounidense Darren Jason Watkins Jr., más conocido como IShowSpeed, que cuenta con casi 40 millones de seguidores en YouTube. En su viaje por China, retransmitió durante horas su experiencia en ciudades como Shanghái, Pekín o Shenzhen. Se mostró deslumbrado con el coche eléctrico Xiaomi SU7 Ultra, elogió la velocidad de internet (aunque usó VPN, ya que muchas apps están bloqueadas) y visitó la Gran Muralla o la reserva de pandas en Chengdu. Sus vídeos, emitidos en directo, alcanzaron más de 10 millones de visualizaciones.
"El espectacular crecimiento del poder económico y militar de China no se ha visto acompañado de un crecimiento similar de su poder blando", explica Mario Esteban, director del Centro de Estudios de Asia Oriental de la UAM. «En cambio, el uso de influencers internacionales abre enormes posibilidades al incremento de ese poder blando, especialmente entre los jóvenes».
Esta estrategia también busca impacto diplomático. China se presenta como la única superpotencia estable ante el caos de EE. UU., y políticos de países amigos, como España, visitan frecuentemente el país. La Asociación de Amistad del Pueblo Chino (COFA), vinculada al Partido Comunista, organiza viajes pagados para alcaldes y creadores de contenido. "Nos trataron como príncipes», confesaba un tiktoker argentino. «La única consigna fue mostrar una China diferente a la de los medios occidentales".
¿Funciona? Según la consultora Brand Finance, la marca China ha pasado del octavo al segundo lugar en el ranking global de percepción. La percepción neta mundial también ha mejorado significativamente. Como resume la analista Fauzia Latifah Aini: «Este enfoque más inclusivo y cercano está generando un cambio radical en la forma en que China influye en la opinión pública global».