China lo ha vuelto a hacer. En apenas nueve meses ya son tres los prototipos de cazas furtivos de sexta generación que han surcado los cielos del gigante asiático, un ritmo de innovación que no solo sorprende a Occidente, sino que redefine la propia competición global por la supremacía aérea. Por un lado, tenemos el J-35, un caza furtivo invisible o el avanzado J-36, el caza de sexta generación más rompedor del momento.
La última aparición, difundida a través de redes sociales chinas y no por canales oficiales, muestra a un aparato que parece salido de una película de ciencia ficción, pero que es muy real, y que consolida a Pekín como el principal aspirante a adelantarse a Estados Unidos y Europa en la nueva era de la guerra tecnológica. Lo han cambiado todo.
China lanza su nuevo caza furtivo de sexta generación y desafía al mundo en la carrera armamentística
Las imágenes analizadas por especialistas occidentales revelan un avión con una configuración sin cola, alas en delta de bordes recortados y un fuselaje ancho que prioriza la reducción de la firma radar. En otras palabras: un diseño orientado al sigilo, siguiendo la estela de prototipos previos como el J-36 y el J-XDS/J-50, presentados a finales del pasado año. El detalle más llamativo es la ausencia de timones verticales, una característica común en los proyectos de sexta generación que buscan borrar cualquier huella de detección.
También destacan un tren de aterrizaje robusto, con doble rueda delantera, pensado para soportar grandes cargas o incluso operaciones en portaviones, y dos protuberancias traseras que sugieren un sistema bimotor. Todo ello, acompañado de una sonda de pruebas en el morro, confirma que el modelo aún se encuentra en fase temprana de ensayos.
El misterio más fascinante es si este nuevo aparato es tripulado o si estamos ante un vehículo de combate aéreo autónomo. Analistas como The War Zone apuntan a que las imágenes no muestran con claridad la presencia de una cabina. Esto alimenta el debate sobre si China está desarrollando un caza capaz de volar sin piloto, apoyado en inteligencia artificial, o si se trata de un híbrido que pueda alternar entre ambos modos.
El experto Andreas Rupprecht destaca que, aunque Pekín trabaja en múltiples programas de “compañeros leales” -drones que acompañan y obedecen a un avión principal pilotado-, las dimensiones y arquitectura de este modelo apuntan a algo mayor, más ambicioso y con un rol estratégico de primer nivel.
Este prototipo se suma a un ecosistema en el que China ya explora conceptos como el J-36, un caza trimotor diseñado para controlar enjambres de drones, o el J-50, con fuerte integración de sistemas de inteligencia artificial. Todo ello marca una transición en la que la línea entre el control humano y la autonomía se difumina cada vez más. El propio gobierno chino ha confirmado que el desfile militar del 3 de septiembre de 2025 servirá para mostrar “capacidades de combate de nuevo tipo”, con un arsenal que incluirá armamento hipersónico, sistemas cibernéticos y plataformas aéreas inteligentes. La estrategia es clara: exhibir poder para dejar claro que, mientras Occidente avanza a paso más lento, China pisa el acelerador.
Mientras tanto, Estados Unidos desarrolla sus propios proyectos de aeronaves colaborativas, aunque con un enfoque más pragmático: producción masiva de modelos menos avanzados tecnológicamente, pero listos para entrar en servicio. En Europa, los programas FCAS (Francia, Alemania y España) y Tempest (Reino Unido, Italia y Japón) apuntan a tener cazas de sexta generación hacia 2040, un horizonte que parece lejano frente al ritmo vertiginoso de Pekín. El mensaje es evidente: si no aceleran, Occidente podría llegar tarde a la próxima gran revolución militar. Y China, con cada vuelo de prueba, deja claro que no está jugando.















