El futuro de la aviación militar ya tiene forma o al menos una silueta. Y pese a las nuevas tecnologías potenciadas por IA, pasa por los cazas de sexta generación. Mientras otros países se apoyan en enjambres de drones, China desarrolla su prototipo de caza de combate basado en las especificaciones del rompedor J-36 y varios países de la Unión Europea apuesta por su propia solución aérea, Reino Unido toma ventaja.
Reino Unido planta cara a China con su caza de sexta generación GCAP: un avión que pone a Europa a mirar con envidia
Ya sabemos más del caza de sexta generación del ambicioso programa GCAP —la alianza entre Reino Unido, Italia y Japón para dominar los cielos del mañana— avanza a ritmo firme. BAE Systems, al frente del proyecto en suelo británico, ha revelado que ya se encuentra fabricado el 66% del peso estructural del prototipo. Y, por primera vez, podemos ver su diseño: una imagen promocional recrea la aeronave surcando el aire sobre el río Blackwater, en Essex. Casi nada.
El aparato, un cazabombardero tripulado y supersónico, marca un hito histórico: es el primer avión de combate de este calibre que se desarrolla en el Reino Unido en las últimas cuatro décadas. No es un dato menor. Su construcción se lleva a cabo en las instalaciones de BAE Systems en Lancashire, y está entrando ya en una fase crítica de desarrollo. Alas, fuselaje, aletas de cola… todo empieza a ensamblarse mediante técnicas de vanguardia que combinan ensamblaje robótico, fabricación digital y procesos automatizados propios de un laboratorio de ciencia ficción.
Pero esto no es solo una maqueta de exposición ni un ejercicio de estilo futurista. El demostrador tiene una función esencial: experimentar con nuevas tecnologías y reducir riesgos de cara al modelo definitivo del GCAP, el caza de sexta generación que promete dar forma al poder aéreo conjunto de las tres naciones implicadas. Y eso implica probar lo último en integración de sistemas de sigilo, una de las claves que marcarán la diferencia en los conflictos venideros.
Tony Godbold, responsable de sistemas de combate aéreo futuro en BAE, lo resume con claridad: no se trata solo de fabricar un avión, sino de revolucionar el modo en que se conciben y producen estas plataformas. Y, de paso, reforzar la posición industrial de Reino Unido en este competitivo tablero tecnológico. Un movimiento estratégico con visión de largo plazo.
Desde el Ministerio de Defensa británico también subrayan el valor simbólico del anuncio. Richard Berthon, director del programa de combate aéreo futuro, destaca que esta es la primera vez que se hace público el diseño del aparato, una forma de mostrar —y presumir— del trabajo conjunto entre industria y gobierno. “La aeronave avanza a buen ritmo”, asegura, subrayando tanto el músculo técnico como la voluntad política detrás del proyecto.
El calendario, como suele ser habitual en estos programas multinacionales, es ambicioso. Según el teniente general Antonio Conserva, jefe de gabinete de la Fuerza Aérea Italiana, se espera que el demostrador realice su primer vuelo en 2030. La versión operativa del caza, si todo va según lo previsto, alcanzará su capacidad inicial de combate en 2035.
Mientras tanto, los equipos de desarrollo no pierden el tiempo. Ingenieros y pilotos de BAE Systems, Rolls Royce y la Royal Air Force ya acumulan más de 300 horas en simuladores del aparato, ensayando maniobras complejas y recopilando información clave sobre los sistemas de control y la respuesta del avión en escenarios críticos. Toda esa información alimenta un ecosistema de desarrollo digital que incluye desde impresión 3D y cobots (robots colaborativos), hasta gemelos digitales y simulación virtual. No es ciencia ficción. Es el prólogo de la próxima gran revolución aérea.















