A más de 250 kilómetros del mar más cercano, en el corazón de Badajoz, se alza uno de los yacimientos arqueológicos más misteriosos de la Península: Cancho Roano. Situado cerca de Zalamea de la Serena, este santuario tartésico del siglo VI a.C. ha captado la atención de arqueólogos e historiadores por su arquitectura única y por ciertos paralelismos simbólicos con el relato de la Atlántida que Platón describió en el Timeo y el Critias.
Aunque a priori resulta improbable que una tierra tan alejada del mar pueda estar relacionada con la ciudad mítica, algunas teorías han empezado a desafiar ese escepticismo.
La Atlántida en España
Según Platón, la Atlántida era una civilización próspera ubicada más allá de las Columnas de Hércules —una referencia clásica al estrecho de Gibraltar—. Rodeada de anillos concéntricos de tierra y agua, la ciudad era rica en recursos naturales, con templos fastuosos dedicados a Poseidón y un orden urbano deslumbrante. Aunque desapareció en una noche bajo el mar, víctima de terremotos e inundaciones, el mito dejó una huella indeleble en el imaginario occidental. Y es precisamente en el sur de España donde algunos investigadores creen haber encontrado ecos de aquella civilización perdida.
Uno de los principales defensores de esta hipótesis es el arqueólogo Richard Freund, de la Universidad de Hartford. En su opinión, Cancho Roano y otros yacimientos tartésicos podrían ser interpretados como vestigios de una civilización anterior que habría migrado tierra adentro tras una catástrofe natural. Freund ha señalado elementos como la presencia de canales, fosos de agua, estructuras circulares y símbolos enigmáticos como posibles claves que conectarían el relato mítico con la arqueología ibérica. Aunque las pruebas son aún escasas, el interés ha crecido gracias al descubrimiento de patrones geométricos en las marismas de Doñana que recuerdan los famosos anillos de la Atlántida.
El debate no es nuevo, pero ha cobrado fuerza en las últimas décadas. Investigaciones geofísicas realizadas en Doñana han detectado anomalías subterráneas compatibles con estructuras artificiales, y el propio maremoto de Lisboa de 1755 se ha citado como ejemplo de los desastres naturales que podrían haber arrasado una civilización costera en tiempos remotos. Sin embargo, muchos expertos siguen advirtiendo que la hipótesis atlante carece de respaldo empírico sólido y que las semejanzas con el relato de Platón pueden ser fruto del sesgo interpretativo.

Mientras tanto, Cancho Roano permanece como un enclave fascinante y enigmático, un testimonio silencioso de una cultura compleja y aún poco comprendida. Rodeado de misterio, con vestigios de rituales, joyas y restos sepultados deliberadamente, el yacimiento continúa alimentando la imaginación de quienes ven en él algo más que un santuario tartésico.