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Corea del Sur paga por casarse mientras las apps de citas como Tinder pierden millones de usuarios en todo el mundo

Por muy buenas que sean las intenciones políticas, si el terreno emocional y material no está preparado, ni el dinero convence al corazón, ni al calendario biológico.
Corea del Sur paga por casarse mientras las apps de citas como Tinder pierden millones de usuarios en todo el mundo
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Actualizado: 12:00 17/5/2025
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Corea del Sur, el país con la tasa de natalidad más baja del mundo, ha convertido el matrimonio en un asunto de Estado. En un intento por revertir el desplome demográfico, algunas regiones están ofreciendo incentivos económicos que pueden alcanzar los 45.000 euros por pareja a quienes acepten casarse.

Pero ni con esas cifras sobre la mesa se consigue un cambio significativo: de los 4.000 solteros que han participado en los programas de citas organizados por el gobierno, solo 24 parejas han acabado pasando por el altar.

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El distrito de Busan es que más paga

La propuesta más ambiciosa ha surgido en Saha-gu, distrito de Busan, donde el plan incluye desde recompensas por hacer match en eventos presenciales, ayudas para conocer a las familias, pagos por celebrar una boda e incluso subvenciones mensuales para el alquiler. Sin embargo, los resultados han sido decepcionantes. Y no es por falta de interés: simplemente, el dinero ya no es el motor que mueve las decisiones afectivas en una sociedad atravesada por el desencanto, la precariedad y una nueva manera de relacionarse.

Las apps de citas han entrado en una etapa de desgaste

Porque no es solo Corea. La crisis de vínculos y natalidad es global. Mientras se disparan los debates sobre las jornadas laborales, el precio de la vivienda y la salud mental de los jóvenes, también se asiste al agotamiento del modelo que durante décadas sostuvo el ideal romántico. En paralelo, las apps de citas, que prometían democratizar el amor, han entrado en una etapa de desgaste. Tinder, emblema de la revolución digital en las relaciones, ha perdido 1,6 millones de suscriptores en solo dos años. El tiempo que los usuarios dedican a estas plataformas ha caído de 100 a 51 minutos diarios, y las tasas de éxito siguen siendo bajas.

Según estudios recientes, aunque el 53% de los adultos menores de 30 años ha probado alguna app de citas, solo un 15% las utiliza activamente. La promesa algorítmica de encontrar pareja ha derivado en fatiga emocional, sensación de mercado saturado y una percepción creciente de que las plataformas están diseñadas para mantener la suscripción más que para facilitar conexiones reales. Lo que está surgiendo ahora es una nueva tendencia: conocer gente a través de aplicaciones basadas en hobbies o intereses comunes, como el cine, el deporte o la lectura, una especie de regreso digital a los foros temáticos o las fiestas con identidad propia.

Pero por mucho que cambie el canal, el problema de fondo sigue siendo estructural. El retraso en la independencia económica, la inseguridad laboral, los sueldos bajos y el coste (personal y financiero) de tener hijos son factores que ni el Estado puede maquillar con cheques. La idea de que una pareja se forma para fundar una familia ha dejado de ser universal, y ni siquiera premiar económicamente el compromiso afectivo logra hacer retroceder esa transformación cultural.

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