Retomar una saga de éxito tras varios años de ausencia y darle un giro radical a la fórmula por la que siempre se ha caracterizado no es algo precisamente sencillo, y menos cuando se trata de algo como God of War, una serie que, además de ser uno de los grandes buques insignia de PlayStation, rara vez ha bajado de la excelencia con sus entregas principales. La última aventura de Kratos fue un proyecto arriesgadísimo y muy valiente que se atrevió a sacudir los cimientos de la licencia para ofrecernos algo totalmente nuevo y diferente, una apuesta que, tal y como ya sabréis, difícilmente pudo salir mejor.
God of War (2018) es uno de los mejores juegos que se han hecho nunca, una odisea fascinante con la que pudimos sumergirnos de lleno en la mitología nórdica mientras disfrutábamos de una narrativa exquisita, grandes personajes, momentos espectaculares, multitud de sorpresas, buenos puzles, un apartado audiovisual de lujo que llevó a PS4 hasta su límite y unos combates increíblemente satisfactorios. Cualquier duda que pudiese haber generado durante su anuncio quedó completamente disipada en el mismo momento en el que llegó a las tiendas, confirmándose como todo un imprescindible de la consola y uno de sus juegos mejor valorados tanto por la crítica como por el público.
Con este precedente, resulta fácil entender que God of War: Ragnarok, su secuela, se haya convertido en uno de los títulos más esperados de los últimos años, una segunda parte con la que Sony Santa Monica se ha propuesto poner punto y final a la épica historia que empezó en su predecesor y que nos dejó a todos con la miel en los labios tras su última secuencia. Por suerte, la espera está a punto de terminar y el 9 de noviembre llegará a las tiendas de todo el mundo para PS4 y PS5. Sin embargo, en Vandal ya disponemos de una copia de su versión final y hoy os traemos nuestras impresiones iniciales tras haber podido disfrutar de sus primeras horas, un arranque inmejorable que nos ha servido para confirmar que Kratos y Atreus vuelven pisando fuerte. Muy fuerte.
Nota de voz
A continuación podéis escuchar un breve audio en el que os contamos qué nos han parecido las primeras horas de God of War: Ragnarok:
El principio del fin
Sin entrar en demasiados detalles para no caer en destripes, la historia de esta secuela tiene lugar tres años después del final de la entrega de 2018, con el Fimbulwinter ya en marcha asolando los Nueve Reinos, el eterno invierno que precede al Ragnarok, la gran batalla final que según las profecías supondrá el fin del mundo. En este punto comienza un viaje que, al menos de momento, nos tiene totalmente atrapados gracias a la fantástica narrativa de la que hace gala, con unos diálogos deliciosamente escritos, secuencias brutalmente emotivas y evocadoras, momentos de pura tensión y, sobre todo, muchas sorpresas que nos están dejando claro que los tráilers no han enseñado prácticamente nada.
Todo esto es algo que queda claro en su primera hora, un inicio intensísimo que nos ha puesto los pelos de punta en más de una ocasión con unas escenas brillantemente dirigidas, unas set pieces dignas del mejor Uncharted y unos combates que por su épica y espectacularidad nos han recordado a lo que experimentamos en los primeros minutos de los God of War clásicos.
Unos combates más divertidos y creativos que nunca
En lo puramente jugable, lo que tenemos es una aventura de acción que supone una evolución de todo lo que vimos hace cuatro años. Su intención no es revolucionar otra vez la saga, sino mejorar y pulir la nueva fórmula para llevarla al siguiente nivel. De este modo, tanto el sistema de combate como los controles os resultarán extremadamente familiares, ya que se han mantenido prácticamente intactos, pudiendo esquivar, realizar golpes flojos y fuertes, bloquear con nuestro escudo y ejecutar paradas perfectas, dar órdenes a Atreus para que dispare sus flechas y lanzar nuestra hacha para congelar e inmovilizar a nuestros enemigos. Y sí, tenemos disponibles las Espadas del Caos casi desde el mismo principio y se mantiene la barra de aturdimiento para que podamos ejecutar con unos brutales remates a quien ose interponerse en nuestro camino.
Sin embargo, las novedades y mejoras no tardan en aparecer, empezando por la forma en la que reaccionan los enemigos a nuestros impactos. Ahora, lanzarlos al aire para destrozarlos con bonitos combos mientras no dejamos que caigan al suelo o los hacemos rebotar contra paredes para que vuelvan a nosotros y seguir castigándolos es algo más sencillo y satisfactorio de hacer, por no hablar de algunos de los nuevos golpes y movimientos de los que disponemos con los que podremos eliminar a nuestros adversarios lanzándolos al vacío, algo que también podemos utilizar para alejarlos de nosotros y mantener un mejor control de la situación.
Esto, sumado al hecho de que ahora podemos cargar nuestras armas para infundirlas con su elemento (desbloqueando así nuevos tipos de golpes y dándole una utilidad real al botón triángulo más allá de llamar de vuelta a nuestra hacha) y que es posible realizar unos ataques devastadores si nos dejamos caer desde una posición elevada, consigue hacer que los combates sean una experiencia mucho más ágil y divertida que pone a nuestra disposición un buen número de nuevas herramientas para que demos rienda suelta a nuestra imaginación y podamos ser todo lo creativos que queramos a la hora de afrontar una batalla.
Como podréis intuir, estas novedades también acaban afectando al propio diseño de las peleas y las arenas de combate, lo que se traduce en unos escenarios más verticales por los que nos podemos mover a toda velocidad mientras escalamos desniveles usando las Espadas del Caos a modo de gancho para aprovechar su orografía en nuestro favor, reposicionarnos y lidiar contra los numerosos monstruos que nos asediarán.
También hay detalles más sutiles que hacen que los combates sean más ricos y profundos, como el hecho de que podamos tener diversos tipos de escudo y que cada uno de ellos tenga propiedades distintas a la hora de bloquear y realizar paradas, o que ahora contemos con una maniobra específica para romper escudos y abrir la defensa del contrario.
De igual modo, tenemos que señalar lo mucho que ha ganado el bestiario en todos los sentidos, presentándonos una variedad considerablemente mayor de enemigos. Todos ellos tienen características únicas y patrones exclusivos a los que nos debemos amoldar, obligándonos a pensar rápido, a memorizar sus animaciones y a priorizar nuestros blancos para liquidar a los más peligrosos o molestos primero. Por supuesto, al igual que Kratos, también han ganado en movilidad y agresividad para equilibrar la balanza y en su penúltimo nivel de dificultad más alto estamos encontrando un rato perfectamente medido y muy estimulante que nos está exigiendo jugar bien y usar todas nuestras herramientas.
Lo mejor es que esto mismo es algo que podemos aplicar a los jefes. En apenas cinco horas ya nos hemos encontrado con cinco de ellos, todos muy distintos, espectaculares y emocionantes que nos han planteado unas batallas divertidísimas. Y por si no fuese suficiente, hay uno en concreto que nos ha dejado con la boca abierta de principio a fin. Sin duda, uno de los aspectos que más ha mejorado respecto a la entrega de 2018.
De aventuras por los Nueve Reinos
Eso sí, aunque la acción suele estar muy presente, God of War: Ragnarok es, ante todo, una gran aventura, lo que significa que la exploración y los puzles también tienen un papel predominante en su desarrollo, con zonas grandes y abiertas repletas de actividades secundarias, temibles peligros y fantásticos tesoros. Por supuesto, esta faceta del juego está al mismo nivel del resto, consiguiendo que el simple hecho de ponernos a explorar sea divertido.
Esto se debe a que los escenarios están repletos de secretos y no hay un solo palmo de terreno en el que no veamos algo que nos llame la atención, ya sea en una sección lineal (que son las predominantes durante la historia principal) o en una gran extensión de terreno por la que nos podemos mover con total libertad. A poco que nos decidamos a explorar, encontraremos unas misiones opcionales trabajadísimas, largas y con una narrativa muy cuidada que nos llevarán a descubrir regiones enteras que de otro modo nunca visitaríamos, jefes secretos y desafíos ocultos. Evidentemente, también estamos encontrando un buen número de sitios a los que todavía no podemos acceder por carecer de las herramientas y habilidades adecuadas para ello, así que todavía nos quedan bastantes cosas por descubrir.
Un detalle interesante es que en esta entrega visitaremos los Nueve Reinos y todo lo que os estamos comentando ahora mismo hace alusión a uno solo de ellos, en el cual hemos invertido un buen número de horas y apenas hemos completado al 50%, así que a poco que haya más mundos con regiones abiertas, todo apunta a que será una obra realmente larga y con muchísimos contenidos.
Los rompecabezas también nos están encantando, pues nos están pareciendo mucho más ingeniosos y mejor integrados con el escenario que los de la entrega de 2018, obligándonos a observar bien nuestro entorno a la vez que experimentamos con diferentes mecanismos y usamos de formas muy interesantes nuestras propias herramientas para resolverlos. Y creednos, hay muchísimos y son una parte integral del juego, potenciando más si cabe esa sensación de aventura que tanto nos gustó de su predecesor.
El espectáculo más brutal
A nivel gráfico tampoco podemos ponerle pega alguna. Nosotros estamos jugando en PS5 y os podemos asegurar que se trata de uno de los títulos más potentes que se han hecho hasta la fecha. Quizá no haya ese gran salto generacional respecto que muchos podíamos esperar, pero no podemos olvidar que God of War 2018 ya llevó al límite a PS4 (consola en la que también se estrena Ragnarok) para ofrecernos un juego que, 4 años después, pocos rivales tiene a nivel técnico.
Los modelados y las animaciones son una auténtica pasada, el uso de la iluminación y la cantidad de efectos que llega a poner en pantalla son fantásticos, las texturas tienen una calidad altísima y los escenarios gozan de una cantidad de detalles incluso abrumadora, virtudes que se ven reforzadas por una dirección de arte magistral, un rendimiento muy sólido (os recomendamos jugarlo en Modo Rendimiento, disfrutar de esta odisea a 60 fps es impagable), una imagen muy nítida y limpia en cualquiera de sus modos gráficos y un uso impecable del HDR.
Donde más se nota que es una obra que también se lanza en PS4 es en la cantidad de pequeñas cargas camufladas que hay en forma de huecos estrechos o recorriendo las ramas de Yggdrasil para viajar entre los Reinos, algo que PS5 no debería necesitar, aunque se mantiene, ya que forma parte del diseño de niveles y se aprovechan estas secuencias para ofrecernos conversaciones adicionales.
Quitando este pequeño detalle, es un juego espectacular que nos está dejando boquiabiertos a cada paso que damos y que demuestra un poderío técnico como pocas veces se ha visto. Por cierto, se mantiene que todo sea un único plano secuencia y ahora es mucho más sangriento y gore, recuperando así la brutalidad de las entregas clásicas.
Finalmente, el sonido tampoco se queda atrás, deleitándonos los oídos con una poderosa banda sonora compuesta nuevamente por Bear McCreary que acompaña a la perfección todas nuestras aventuras, llevando a un nuevo nivel todo lo que el juego nos quiere transmitir con cada escena a través de su música. Los efectos siguen la misma línea (os recomendamos probarlo con unos buenos auriculares para sacarle partido al audio 3D, ya que mejora mucho la experiencia) y el doblaje español está a un nivel excelente, aunque si lo preferís también podéis jugar en inglés con subtítulos para disfrutar de las interpretaciones de sus actores originales, las cuales llegan a poner los pelos de punta y tienen un juego mucho más rico con el uso de los acentos.
¿El mejor God of War?
Como veis, estas primeras horas con God of War: Ragnarok están siendo inmejorables. Tanto que nos ha costado muchísimo despegarnos del mando para ponernos a escribir este artículo. Puede que no sea tan novedoso y haya perdido el impacto que tuvo la entrega de 2018, pero es algo que compensa de sobras ofreciéndonos un juego mucho mejor en todos los sentidos y donde cada paso del camino supone una nueva sorpresa. Los combates son una delicia, tiene un ritmo genial, los puzles son muy gratificantes, los contenidos secundarios están trabajadísimos, la historia y la narrativa nos tienen fascinados, audiovisualmente es un portento y la sensación de aventura es constante. Ahora mismo, si nada se tuerce hasta llegar al final, tenemos claro que no solo va a estar a la altura de las más altas expectativas, sino que puede ser capaz de superarlas y llegar a convertirse en la mejor entrega de la saga. ¿Lo conseguirá? No lo sabemos todavía, pero, si nos disculpáis, nos volvemos a los Nueve Reinos para descubrirlo.
Hemos escrito estas impresiones tras jugar las primeras horas de God of War: Ragnarok en PS5 gracias a un código de la versión final que nos ha facilitado PlayStation.
