Análisis God of War Ragnarok, la magistral culminación de un viaje inolvidable (PS5, PS4)
"Los dioses del Olimpo me han abandonado". Resulta irónico que estas fuesen las primeras palabras que escuchamos en God of War, una saga que puede presumir de estar en el Olimpo de la industria del videojuego desde que comenzó su andadura hace ya 17 años, cuando ayudamos a Kratos en su misión de venganza para acabar con Ares, el dios de la guerra de la mitología griega.
Una aventura de acción para PlayStation 2 que nos dejó alucinados con su fantástica mezcla de combate, puzles y plataformas, sus espectaculares jefes, la brutalidad de sus ejecuciones, sus múltiples momentazos y su increíble apartado gráfico. A partir de ahí, la serie se convirtió en sinónimo de calidad, algo que sus secuelas y precuelas se aseguraron de afianzar con juegazos sobresalientes que llevaron las consolas en las que se estrenaron al límite de sus capacidades técnicas.
Es más, estamos hablando de una saga que en 2018 se atrevió a reinventarse por completo cambiando su jugabilidad, su estructura, su desarrollo, su ambientación y hasta el tono de su narrativa. Una entrega valiente y arriesgada que no solo acabó por convertirse en uno de los mejores juegos de la pasada generación, sino de la historia de la industria en general, dejando claro que la serie de Santa Monica Studio son palabras mayores y que, independientemente de la forma que adopte, nunca decepciona.
Ahora, el viaje del Fantasma de Esparta continúa con God of War: Ragnarok, una obra que llega con la promesa de poner punto y final a la historia de Kratos en la mitología nórdica y mejorar lo visto en el título de 2018. ¿El resultado? Un clásico instantáneo que, partiendo de la base de su predecesor, eleva a la saga al siguiente nivel, convirtiéndose, desde ya, en su mejor entrega.
La culminación de un viaje inolvidable
Han pasado tres años y el Fimbulwinter, el eterno invierno que según la profecía precede al Ragnarok, ya está asolando los Nueve Reinos. Con el fin del mundo llamando a las puertas, comienza una nueva historia protagonizada por Kratos y Atreus de la que no os vamos a contar nada más, ya que se trata de un viaje tan fascinante y tan bien escrito que no queremos arriesgarnos a estropearos ni una sola de sus muchas sorpresas.
Si la entrega de 2018 ya nos conquistó con su narrativa y su revolucionario uso del plano secuencia, aquí se ha ido un paso más allá con una trama mucho más interesante que reinterpreta de manera brillante los mitos nórdicos que tan bien creíamos conocer. El guion es impecable y hace gala de un ritmo envidiable que sabe compaginar a la perfección los momentos más intensos con los más emocionales y conmovedores. Cada paso del viaje supone un nuevo descubrimiento y una nueva aventura, y los diálogos están escritos con tantísimo gusto que resulta imposible no quedarse hipnotizado con ellos, algo que se ve reforzado por el magnífico uso de la cámara, la dirección de escenas y un apartado audiovisual deslumbrante capaz de transmitir con una simple expresión en la cara de los personajes más que juegos enteros cargados de líneas de texto.
Y es aquí, en sus personajes, donde el juego sobresale y demuestra una humanidad que muy pocos títulos han conseguido alcanzar. La evolución de Kratos y Atreus y la relación entre ambos es fascinante a muchos niveles, siendo el chico quien más ha salido ganando al destaparse como alguien mucho más interesante y válido tras un debut en el que no terminó de caer en gracia a la mayoría de jugadores. Y ojo, ya que todos estos elogios también podemos aplicarlos al resto de actores, desde aliados y secundarios hasta los grandes villanos de la función, quienes son mucho más que simples enemigos a los que hay que abatir. No hay un solo personaje que no se haya cuidado o que carezca de varias capas de profundidad a poco que estemos atentos, lo que se traduce en que todos ellos y las relaciones que tienen entre sí sean creíbles y muy interesantes.
Si llegados a este punto os estáis preguntando si el final está a la altura y cierra de forma satisfactoria las aventuras del Fantasma de Esparta en el mundo de la mitología nórdica, nos alegra poder responder con un rotundo sí. No vamos a dar más detalles, pero al menos, a nosotros, nos ha gustado mucho y creemos que es muy coherente con el nuevo tono narrativo de la serie, culminando con gran acierto el viaje de crecimiento personal de sus protagonistas.
Los combates más brutales y divertidos
Centrándonos ya en lo que es su jugabilidad, comentar que estamos ante una aventura de acción que sigue muy de cerca los pasos de su predecesor. De hecho, la base es exactamente la misma y si habéis jugado a la entrega de 2018 os sentiréis como en casa desde el mismo momento en el que os pongáis a los mandos, ya que los controles apenas han variado, los combates nos permiten poner en práctica los mismos combos y su desarrollo vuelve a alternar con mucho acierto las batallas, los puzles y la exploración de escenarios.
Sin embargo, todo es muchísimo mejor que antes, algo que se nota especialmente durante los enfrentamientos, donde contaremos con nuevas herramientas para dar rienda suelta a nuestra creatividad más allá del uso de habilidades con tiempo de recarga, reliquias y ejecuciones al llenar la barra de aturdimiento del contrincante. Además de la posibilidad de infundir nuestras armas con sus correspondientes elementos para ejecutar nuevos tipos de golpes y castigar a nuestros rivales con diversos estados alterados, ahora también podremos movernos a toda velocidad por el campo de batalla usando las Espadas del Caos como si fuesen un gancho. Esto, sumado a que Kratos posee una mayor movilidad y que puede utilizar las alturas para caer sobre los enemigos con un poderosísimo ataque, hace que las peleas hayan ganado en verticalidad, variedad, agilidad y dinamismo.
Además, tenemos más formas de controlar el terreno, hay múltiples elementos con los que podemos interactuar para usarlos contra nuestros adversarios, contamos con nuevos tipos de escudo que nos permiten centrar nuestra estrategia defensiva en las paradas perfectas o en acumular bloqueos, existe un contragolpe con el que interrumpir al rival y destrozar sus protecciones y los enemigos son más susceptibles de ser enviados al aire para hacerlos rebotar contra el suelo y las paredes mientras alargamos nuestros combos.
Por supuesto, tampoco podemos olvidarnos de que aquí el bestiario es bastante más amplio y variado que en el juego anterior, por lo que hay montones de criaturas distintas con sus características únicas que nos requerirán aprender a lidiar con ellas, algo que también propicia que puedan darse más combinaciones de enemigos. Y sí, las arenas están tan bien diseñadas que a través de ellas se dan situaciones muy diferentes que siempre nos invitan a usar todas nuestras herramientas de combate.
Como veis, combatir es una experiencia muy similar a lo visto en God of War 2018, pero también mucho más divertida (y sangrienta, ya que ahora podemos desmembrar a quien ose interponerse en nuestro camino y cada arma tienes dolorosas animaciones exclusivas para las ejecuciones), ágil, variada y profunda, lo que no es decir poco cuando estamos hablando de que se ha mejorado algo que parecía inmejorable.
Los mejores jefes
Pero las buenas noticias no terminan aquí, ya que a todo este dechado de virtudes tenemos que sumarle la presencia de un gran número de jefes distintos, solucionando así una de las mayores carencias de su predecesor. Y lo mejor: son todo un espectáculo tanto gráfico como jugable, ofreciéndonos unas batallas intensísimas, muy diferentes y con múltiples fases distintas que nos han dejado sin pestañear y con la boca abierta de principio a fin. En concreto, los grandes jefes a los que nos enfrentaremos durante la historia principal son una maravilla, de los mejores de toda la saga, con momentos que se nos han quedado grabados a fuego en las retinas. Pura épica.
Obviamente, también hay montones de combates opcionales y minijefes, donde se mantiene un buen nivel con enemigos muy variados y capaces de ponernos las cosas difíciles si no tenemos cuidado. En estos casos, no se libra de caer en la repetición de muchas de estas batallas, ya que hay tantísimas que acaba resultando inevitable, aunque al existir una mayor variedad de criaturas y cambiar las condiciones bajo las que se desarrollan estos enfrentamientos (por ejemplo, poniéndonos a combatir contra dos a la vez o variando algunos de sus ataques), la diversión de luchar contra ellas se mantiene. Además, hay algunos combates secretos muy desafiantes e interesantes a nivel de mecánicas que nos han encantado.
Una gran aventura a lo largo de los Nueve Reinos
Más allá de los combates, no podemos olvidar que God of War: Ragnarok es, ante todo, una gran aventura, con todo lo que ello implica. Sí, las batallas son uno de los grandes pilares de la experiencia, pero los puzles y la exploración también son importantísimos en su desarrollo. Sobre los rompecabezas, decir que nos ha alegrado comprobar la alta cantidad de ellos que hay y lo bien integrados que están con el escenario. No hay ninguno que resulte especialmente complicado o difícil, pero resolverlos suele conllevar hacer un uso ingenioso de nuestras habilidades y fijarnos muy bien en el entorno, por lo que afrontarlos siempre resulta en algo divertido, estimulante y satisfactorio que se compagina genial con el resto de elementos del título.
La exploración también ha ganado enteros al incluir varias zonas abiertas por las que movernos con libertad realizando tanto tareas principales como secundarias, por no hablar de que algunas de ellas pueden llegar incluso a modificarse de formas sorprendentes, abriendo atajos y el acceso a nuevos lugares previamente inaccesibles. Además, no podemos olvidarnos de que muchas regiones que visitaremos no serán completamente explorables de primeras, ya que para llegar a muchos sitios primero deberemos conseguir ciertas herramientas que no se desbloquean hasta un punto más avanzado de la historia.
Algo que conviene destacar es que en esta entrega visitaremos los Nueve Reinos, por lo que la variedad de escenarios es muchísimo más alta y el juego no se ve obligado a hacernos volver una y otra vez a los mismos sitios para alargar su duración. Es decir, cada paso que demos en la historia nos llevará a un sitio nuevo e incluso cuando nos hagan regresar a un lugar conocido, será para tomar otro camino que nos lleve a una nueva área. Gracias a esto, el desarrollo de la aventura siempre resulta fresco y variado, por lo que no hay ni un solo momento que pueda ser considerado como relleno.
Aquí también nos toca aplaudir lo mucho que se ha trabajado el contenido secundario, con zonas e incluso regiones enteras que nunca veremos si no nos salimos del camino principal. Hay bastante por hacer, ver, explorar y combatir, y la mayoría de misiones secundarias suelen aportar detalles interesantísimos de la historia, de sus personajes y de su universo, incluyendo alguna que otra trama que nos ha encantado y que no tiene nada que envidiar a lo que jugamos en las partes obligatorias, por lo que es un juego que siempre invita a hacerlo todo y a seguir jugando tras sus títulos de créditos para que no nos quede ni un solo secreto por descubrir.
En total, llegar al final es una tarea que os llevará entre 25 y 30 horas si vais al grano y sin deteneros demasiado, mientras que si pretendéis completarlo al 100%, la cifra se eleva sin problemas hasta las 45 horas, que es lo que nos ha llevado a nosotros en el penúltimo nivel de dificultad más elevado, donde el reto está muy bien equilibrado.
Un sistema de progresión que todavía tiene margen de mejora
Como podéis comprobar, es un juego tan cuidado, tan bien diseñado y con un trabajo tan grande detrás que cuesta muchísimo encontrarle fallos, aunque si tuviésemos que mencionar algo que sigue sin terminar de convencernos, eso sería su sistema de progresión, el cual vuelve a basarse en la adquisición de puntos de experiencia para desbloquear habilidades en un árbol de talentos y en la mejora de nuestras piezas de equipo.
En el primer caso, ahora contamos con la novedad de que podemos dominar una técnica que hayamos obtenido usándola numerosas veces. Una vez lo hagamos, se nos dará la posibilidad de potenciar sus efectos escogiendo entre tres posibles mejoras, dándonos así algo más de control para definir nuestro estilo de juego, aunque los efectos aumentados se notan muy poquito una vez estamos combatiendo, por lo que dista de ser una novedad muy útil o necesaria.
Por su parte, el equipo ha sufrido un leve rediseño, estableciendo sets de armaduras más claros y eliminando el sistema de runas del juego anterior en favor de un amuleto en el que podemos colocar encantamientos para obtener numerosos beneficios pasivos. El problema reside en que es fácil encontrar un conjunto con el que nos sintamos cómodos y nunca lo reemplacemos, ya que podemos pasarnos el juego entero a base de mejorarlo en el herrero, lo que sumado a que muchos de ellos no nos han terminado de convencer por lo circunstanciales que son los efectos beneficiosos que nos otorgan o por los atributos que nos dan, acaba por derivar en que acumulemos multitud de armaduras en nuestro inventario. Por desgracia, esto también implica que obtener equipo como recompensa por nuestros esfuerzos no termine de resultar todo lo satisfactorio que debería.
Un portento audiovisual
Donde sí que no falla, como ya es tradición en la saga, es en su apartado audiovisual, simplemente sobrecogedor. La cantidad de detalles que tienen los modelados de los personajes, sus increíbles animaciones y expresiones faciales, sus recargados y variadísimos escenarios, la iluminación, los efectos que pone en pantalla... Todo está a un nivel altísimo, haciendo de él uno de los juegos más potentes que se han hecho hasta la fecha, algo que se ve reforzado por una dirección de arte sin igual y que no para de regalarnos imágenes de gran belleza y con muchísima fuerza. En PlayStation 5 contamos con dos modalidades gráficas para priorizar la resolución a cambio de jugar a 30 fps o apostar por una resolución dinámica para disfrutarlo a 60 fps (sin duda, nuestra opción predilecta). Además, en ambos casos el rendimiento se puede mejorar activando el modo alta frecuencia de fotogramas si vuestro televisor cuenta con una entrada HDMI 2.1.
Lo único que deja entrever que es un juego que también se lanza en PS4 es que está plagado de pequeñas zonas de carga camufladas en forma de huecos estrechos o viajes entre reinos, algo que PS5 no necesita. Apenas duran unos segundos y los personajes suelen hablar entre medias, pero no se puede obviar que hay muchísimas y que, aunque diste de ser lo habitual, a veces resultan un poco molestas cuando estamos resolviendo un puzle que nos requiere movernos entre un par de estancias varias veces.
Finalmente, la banda sonora vuelve a correr a cargo de Bear McCreary, quien nos deleita los oídos con unas composiciones magistrales que se comportan de manera dinámica y elevan todo lo que vemos en pantalla a un nuevo nivel, desde el combate más épico hasta la escena más emotiva. Además, el uso que se hace de la música es sublime, convirtiéndose en un elemento narrativo más con temas que no tardaremos en asociar a personajes, escenarios y situaciones. Los efectos también son variadísimos y suenan con una contundencia ensordecedora (ganan enteros gracias a la tecnología de audio 3D de la consola, permitiéndonos detectar su localización con increíble precisión), y el doblaje nos llega en español con una selección de voces buenísima y unas interpretaciones fantásticas. Por supuesto, si lo preferís, también existe la opción de jugar en inglés con subtítulos en español para disfrutar de sus actuaciones originales.
Conclusiones
Vamos a ser claros: God of War: Ragnarok es uno de los mejores videojuegos que hemos jugado jamás. Toda una obra maestra que nos deleita de principio a fin con una historia, una narrativa y unos personajes inolvidables, unos combates más divertidos y brutales que nunca, unos jefes espectaculares, un desarrollo intenso, variado y repleto de sorpresas, unos contenidos secundarios interesantísimos y muy cuidados y un apartado audiovisual de primer nivel. Y ojo, ya que hay al menos dos novedades importantísimas que nos han encantado y de las que no podemos hablaros sin caer en destripes, por lo que tendréis que confiar en nosotros cuando os decimos que es mejor incluso de lo que os acabamos de comentar.
Puede que ya no tenga el impacto de su predecesor, pero es el ejemplo perfecto de que no siempre es necesario reinventar la rueda y que, a veces, basta con pulir y mejorar lo que ya parecía inmejorable para volver a hacer historia y dejar una huella imborrable en una industria que, con títulos como este, nos recuerda por qué seguimos jugando. Simplemente imprescindible.
Hemos realizado este análisis jugando en PS5 gracias a un código de descarga que nos ha facilitado PlayStation.