Análisis de Ogre Battle 64: Person of Lordly Caliber CV (Wii)
La perspectiva que da el tiempo siempre ayuda a aclarar muchas cosas, pero lo cierto es que no había que dejar que éste pasara para darse cuenta de que Nintendo 64 nunca destacó por sus juegos de rol. Los juegos que se lanzaron para ella dentro de este género no fueron muchos, y, además, de esos, un buen puñado se quedó en Japón, e incluso en América.
Ogre Battle 64: Person of Lordly Caliber fue la nueva entrega de la saga de rol estratégico creada por el estudio Quest, y que jamás llegó a Europa. La entrega de Super Nintendo titulada March of the Black Queen (de la que éste es continuación directa) lleva ya algún tiempo disponible en la Consola Virtual, pero los aficionados echaban muy en falta la soberbia entrega de Nintendo 64. El juego fue desarrollado, una vez más, por Quest (en colaboración con Nintendo), y Atlus lo publicó en América… pero no en Europa.
Posiblemente, su fracaso comercial en el mercado estadounidense jugó muy en contra de las opciones de los aficionados europeos, pero la crítica lo alabó de manera unánime en su momento. Pero en su mayor parte, la saga Ogre Battle/Tactics Ogre, ha sido cosa de Japón.
Pese a que los años no pasan en balde, y el juego se lanzó en 2000, estamos ante un título que sigue haciendo valer su profunda historia, amplias opciones de personalización, y sesuda estrategia. La historia nos pone en un reino, Palatinus, cuyo monarca ha "cedido" a cambio de garantizar el bienestar de las elites sociales, pero dejando a merced al pueblo llano. Éste, por supuesto, no tarda en iniciar una revuelta, y así llegamos a Magnus Gallant, el protagonista. Se trata de un recién licenciado en la escuela militar de Ischka, quien decidirá sumarse a la revolución y, en especial, al líder de ésta: Frederick Raskin. Pero la guerra irá mostrando tramas más profundas, un mundo de relaciones entre regiones, y demás, lo que nos lleva hasta seis finales diferentes.
Lo interesante, en ese sentido, es que los finales no son realmente conclusivos en función de nuestras decisiones, y llevando así a la destrucción del propio reino que pretendemos salvar. y es que Magnus Gallant podrá ser recordado como un gran héroe, o como un traidor, o incluso caer en el olvido del abismo de la historia. Esto es destacable sobre todo porque muchos juegos más actuales no han conseguido equipararse en profundidad e implicación argumental ni a esta saga en general, ni a esta entrega en concreto. Al mismo tiempo, la historia surge de supuestos muy arquetípicos y asumibles para novatos (aunque en realidad la historia se extiende a lo largo de diferentes entregas) para que cualquiera pueda entenderla y engancharse rápidamente, sin precisar un gran contexto para el mundo de intrigas políticas, traiciones y dobles juegos que lo llenan.
El desarrollo de los personajes resulta amplio y profundo, con extensas posibilidades de personalización, lo que, unido a los diferente derroteros que puede tomar la historia, nos ofrece un juego de rol que bien vale la pena disfrutar en varias partidas, sobre todo ahora que algunas sagas parecen apostar por planteamientos más sencillos y orientados al público general que al veterano seguidor de toda la vida. Eso sí, también tenemos que tener claro que los elementos de estrategia tienen mucho más peso que los de rol.
Debemos formar equipos de unidades de combate de hasta cinco personajes, y manejamos hasta diez unidaes en cada escenario de batalla, a través de cuarenta niveles diferentes. Antes de empezar cada misión se nos da una información sencilla pero completa de los objetivos y los pormenores del entorno; además, suelen acompañarse de pequeñas escenas ilustrativas. Eso sí: el juego no ha sido traducido al español, y se nos presenta en inglés por completo, algo, por desgracia, demasiado habitual en la Consola Virtual, y su política (entre nostálgica y vaga) de ofrecer los juegos tal y como fueron en su momento.
El juego presenta un acabado técnico notable para la época y la consola, combinando personajes bidimensionales en entornos tridimensionales en el mapa, algo que era relativamente frecuente en aquel entonces. Esto permite jugar con la cámara y la perspectiva en los escenarios, que mantienen una buena calidad para las capacidades técnicas de Nintendo 64, y no sufre demasiado a la hora de escalar el tamaño de los spirtes bidimensionales. Las luchas optan por entornos predibujados, que lucen más que majetes, aunque sin alardes por la baja resolución de la consola.
La estrategia nos permite preparar las rutas de las unidades, así como indicar de qué manera deben actuar las unidades en situaciones de confrontación. Igualmente, hay que distribuir los momentos en los que establecer un asentamiento para que recuperen energía. Todo esto se hace a través de un sistema de iconos muy sencillo y accesible que permite manejar con soltura las instrucciones más complejas. Es importante hacerse con estos iconos, pues la acción sucede en pantalla en tiempo real, pero no ha problema si nos ponemos nerviosos o dudamos: podemos hacer una pausa y dar las instrucciones con la acción detenida, sin mayores problemas.
Cuando nuestras unidades se encuentran con enemigos, pasamos a una vista isométrica, y pasamos a un sistema de batalla en el que los combates se parecen mucho al rol tradicional. Una manera de hacerse una idea de cómo funciona esto sería imaginarse un sistema a medio camino entre los Final Fantasy y los Fire Emblem… pero teniendo en cuenta que, estrictamente, no tenemos control directo sobre cada uno de los miembros del equipo, siendo ésta su gran diferencia. Nosotros decidimos la formación del equipo, y damos algunas instrucciones, lo que se determina según la posición en una parrilla de seis por seis celdas. Esto da lugar a diferentes acciones, e incluso a ataques combinados entre las unidades: un mago puede combinar sus habilidades con guerreros, sin ir más lejos, para obtener importantes ventajas. Si la batalla no avanza como esperamos, finalmente podremos pedir ayuda o incluso batirnos en retirada.
Pero aunque no tengamos control directo sobre cada miembro del escuadrón, sí tenemos que tener en cuenta que la gestión de su equipamiento y habilidades sí es detallada e individualizada. Cada unidad es única: tienen sus propias armas, defensas, etc., y suman unas 50 clases diferentes, por lo que sus habilidades son también muy diversas; además de algunas clases secretas y especiales, que habrá que descubrir. Y eso en el campo de los humanos: en este mundo hay dragones, y estos suman otras 13 clases. A todas las características técnicas de batalla, debemos añadir opciones de personalización, como ponerle el nombre que queramos a cada miembro de nuestro pequeño ejército.
Desde luego, todo el aspecto jugable es lo más importante del título, y eso es muy importante. Muchas de las cosas que propone han sido empleadas en otros juegos posteriores, pero la cuestión es que sigue resultando fresco y más que funcional y bien planteado en éste. Pero a nivel visual, aunque notable para su época, lo cierto es que ya entonces mostraba algunos elementos no tan bien llevados, pues los entornos pueden resultar repetitivos. En cambio, tienen pequeños detalles gráficos que nos sorprenderán, así que esa repetición de elementos es atribuible, especialmente, a las limitaciones de espacio derivadas del cartucho.
La banda sonora, por su parte, es soberbia, y muy meritoria, contando con la composición de Hitoshi Sakamoto, Masaharu Iwata, y Hayato Matsuo. El trío, que ha participado en juegos como Final Fantasy Tactics, y otras entregas de esta serie, firma unas composiciones llenas de intensidad, dramatismo, y contundencia, sonando siempre limpia. Reutiliza algunas de las composiciones clásicas de la serie, como es habitual, y quizás no tiene tantas pistas como nos hubiese gustado, pero su calidad está fuera de toda duda.
La rejugabilidad está más que asegurada, pues por el desarrollo de la trama y de los elementos jugables es totalmente imposible conseguir todos los personajes principales en una única partida, y lo mismo para ver los finales. Igualmente, el modo en el que gestionamos las luchas decidirá cuál es nuestra reputación, y eso también influye: algunos personajes pueden no unirse a nuestra causa si no nos hemos ganado el respeto del pueblo, entre otras consecuencias por nuestros actos. Hay que ganar, sí, pero tú sabrás si vas a hacerlo a cualquier precio, y si estás dispuesto a afrontar las consecuencias de esos actos.
Conclusiones
El rol estratégico ha evolucionado mucho desde 2000, y, lo más importante, los juegos de este género llegan ya a Europa, tras años de sequía y abstinencia forzada. Por eso llama todavía hoy la atención este Ogre Battle 64, porque los años más que sentarle mal han reforzado sus valores, y su propuesta sigue siendo tan atractiva ahora como entonces. En lo único en lo que se le notan los años es en el aspecto técnico; en todo lo demás, ha envejecido como un buen vino.