Análisis de Metal Slug Anthology (Wii)
La antología de Metal Slug llega a Wii ofreciendo todos los juegos de la clásica saga, con varias formas de controlarlos usando los mandos de la consola.
Daniel Escandell ·
Actualizado: 21:31 17/8/2020
Metal Slug ha recorrido durante diez años los salones recreativos en sus múltiples versiones, y también las consolas, en títulos sueltos o algunos recopilatorios. Ahora, con el décimo aniversario de la saga, SNK Playmore ofrece la colección definitiva en Metal Slug Anthology, que recoge los siete títulos de la saga bidimensional en la portátil PSP y en la Wii, presentando por primera vez en sistemas domésticos Metal Slug 6, que no había abandonado hasta el momento los circuitos de la placa Atomiswave que lo alberga en los salones recreativos.
Los títulos de la saga mantienen la premisa de la acción de desarrollo horizontal, avanzando hacia el lado derecho de la pantalla mientras nos enfrentamos a incontables hordas enemigas con nuestras armas, que se irán mejorando con diferentes ítems, y liberando, también POWs a lo largo de los niveles, que culminan, por supuesto, con un enorme jefe final que ocupa la mayor parte de la pantalla. La fórmula es tradicional por completo, y es que la saga ayudó a establecerla de forma decisiva y, también, a depurarla con sus diferentes entregas, esto es, Metal Slug 1, 2, X, 3, 4, 5 y el más reciente 6.
La razón por la que la saga se ha ganado el respeto de los aficionados es su cuidada curva de dificultad, adictivo diseño y, cómo no, su humor. Desde luego es un título bélico, lleno de acción, explosiones y demás, pero de nutre de unos diseños de personajes muy cómicos y estrambóticos, así como situaciones definitivamente desternillantes en comparación con la limitada personalidad de sus compañeros de género, como atacar unas letrinas. Si a esto le añadimos el impresionante acabado técnico que la casa SNK imprimía a sus juegos gracias al potencial de Neo-Geo (placa arcade y consola doméstica que dejaba muy atrás al resto de productos en el mercado y que incluso demostró una capacidad de gestión de gráficos 2D capaz de intimidar a PSOne y Saturn) que se tradujó en uno de los juegos más espectaculares de su época, por colorido, cantidad de sprites en pantalla y el tamaño y volumen de sus enemigos más potentes, está claro que el producto era más que adecuado.
El ritmo de juego de las diferentes entregas empieza fuerte, pero tranquilo, pero irá desembocando poco a poco en un ritmo frenético que no da lugar a estarse quieto ni a dejar de disparar todo el rato. Además, hay cambios muy oportunos, como las eventuales apariciones de vehículos, unos tanques, helicópteros, camellos, submarinos, etc., que se mantienen en el ritmo de una tónica diseño desenfadado y aportan el puntito de variedad que tan bien le sienta a este tipo de juegos.
Los primeros seis juegos de la serie Metal Slug son muy similares entre sí, con diferentes cambios de escenarios y enemigos, claros, pero con diseño muy similar. Cada uno de ellos ha regalado momentos épicos a los aficionados, y es difícil que los jugadores puedan escoger entre ellos, aunque es posible muchos apuesten por la superioridad de Metal Slug 3, uno de los más consistentes y bien diseñados de la saga, sobre todo en comparación con el 4, que no fue realmente programado por SNK. En todos los seis primeros juegos el control se ha basado en el uso de tres botones y se han mantenido unas premisas que se han mantenido firmes hasta Metal Slug 6 (el séptimo de la saga), que incluye, por ejemplo, dos modos de dificultad, control de cuatro botones (el botón extra se usa para intercambiar armas en cualquier momento), y la inclusión de Ralf y Clark de King of Fighters como personajes jugables, aumentando el total hasta seis bien diferenciados. Además, dado el tiempo pasado, presenta igualmente mejoras gráficas y la aplicación de determinados efectos (como zooms) que no se encuentran en los otros títulos, manteniéndose, eso sí, fiel al estilo y estética de la saga.
La separación temporal hace que el juego se aprecie más refinado, y gracias al juego con el zoom se potencia la espectacularidad de, por ejemplo, algunos combates finales. Las diferencias más palpables las podemos encontrar en el apartado musical, sustancialmente más potente gracias al mayor volumen de cortes de vez y melodías más elaboradas gracias al superior potencial de la placa arcade desarrollada por Sammy que se empleó para su creación. No es tan añejo, pero combina el sabor tradicional –en jugabilidad y estética- con una buena revisión de la fórmula.
Los siete juegos han sido convertidos de manera que estamos ante una adaptación que roza realmente la copia exacta de los arcades originales, incluyendo, claro, las ralentizaciones de los originales provocadas por una confluencia particularmente excesiva de elementos en pantalla. Estrictamente, lo único que nos separa de la experiencia original (más allá de tener un stick y tres grandes botones para machacar) son los tiempos de carga entre zonas. Además, podemos limitar las continuaciones para buscar emular la escasez de monedas del salón recreativo y aumentar, de ese modo, la dificultad del juego, ya que lo cierto es que con continuaciones ilimitadas todos los títulos de la saga se superan sin problemas.
Además, hay que tener en cuenta que el sistema nos permite guardar la partida en cualquiera de los siete títulos incluidos en cualquier momento, lo que está bien en el caso de tener que dejar la partida en un momento dado.Otra buena inclusión es la opción de autodisparo, de manera que dejando pulsado el botón de la consola dispararemos todo el rato sin necesidad de machacar insistentemente nuestro pulgar contra el disparador.
El sistema de control se ha adaptado a Wii ofreciendo al jugador cinco configuraciones diferentes en torno al mando remoto de la consola, pero lo cierto es que el sistema no se ha adaptado al juego, siendo la opción más recomendable la de usar un mando de GameCube para optar por una jugabilidad puramente tradicional. Veamos qué opciones nos ofrece.
Algunas configuraciones son un despropósito, pese a su originalidad, como la "arcade configuration" en la que cogemos el mando remoto en vertical y lo movemos como si fuese un stick de una máquina recreativa, usando los botones C y Z del nunchuk para saltar y disparar, teniendo que agitar el nunchuk para lanzar una granada. Es curioso, incluso divertido y original, pero no ofrece la seguridad ni maniobrabilidad deseable. Cabe destacar también la disposición más tradicional de tener el mando remoto cogido en horizontal usando la cruceta para movernos y los botones 1 y 2 para saltar y disparar; las granadas se lanzan agitando el mando. En la culminación de las ideas originales hay un sistema que centra el control sólo en el nunchuk, de manera que se puede disfrutar con sólo una mano. Al final, como decíamos, la opción más cómoda (aunque el mando en horizontal funciona suficientemente bien) es tirar de mando de GameCube... porque el juego, de manera completamente incomprensible, no da soporte al mando clásico de Wii, siendo una de sus grandes lacras.
Conclusiones
El recopilatorio de Metal Slug proporciona a los jugadores la oportunidad única de jugar a siete grandes juegos (con sus altibajos), y, sobre todo, el semidesconocido Metal Slug 6. El paquete de contenidos se complementa con diversos desbloqueables, como música, galerías de imágenes y demás elementos de interés para los apasionados de la saga. La conversión es prácticamente indiscutible, aunque el hecho de no haber ofrecido ningún sistema de control completamente consistente pese a sus múltiples opciones ofertadas al jugador no dice mucho a su favor, siendo, claro, el principal inconveniente del juego. Con todo, el conjunto de los siete juegos que conmemoran el décimo aniversario de esta veterana saga bien darán un buen puñado de horas de diversión a los jugadores, que gusten, claro, de estos títulos de acción ya algo veteranos, pero que mantienen su calidad pese a los años.
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