Análisis de Metal Slug Anthology (PS2)
Metal Slug ha recorrido durante diez años los salones recreativos en sus múltiples versiones, y también las consolas, en títulos sueltos o algunos recopilatorios. Ahora, con el décimo aniversario de la saga, SNK Playmore ofrece la colección definitiva en Metal Slug Anthology, que recoge los siete títulos de la saga bidimensional en la veterana PlayStation 2 (aunque se lanzó hace unos meses también en Wii y PSP), presentando por primera vez en sistemas domésticos Metal Slug 6, que no había abandonado hasta el momento los circuitos de la placa Atomiswave que lo alberga en los salones recreativos.
Los títulos de la saga mantienen la premisa de la acción de desarrollo horizontal, avanzando hacia el lado derecho de la pantalla mientras nos enfrentamos a incontables hordas enemigas con nuestras armas, que se irán mejorando con diferentes ítems, y liberando, también POWs a lo largo de los niveles, que culminan, por supuesto, con un enorme jefe final que ocupa la mayor parte de la pantalla.
La fórmula es tradicional por completo, y es que la saga ayudó a establecerla de forma decisiva y, también, a depurarla con sus diferentes entregas, esto es, Metal Slug 1, 2, X, 3, 4, 5 y el más reciente 6.
La razón por la que la saga se ha ganado el respeto de los aficionados es su cuidada curva de dificultad, adictivo diseño y, cómo no, su humor. Desde luego es un título bélico, lleno de acción, explosiones y demás, pero de nutre de unos diseños de personajes muy cómicos y estrambóticos, así como situaciones definitivamente desternillantes en comparación con la limitada personalidad de sus compañeros de género, como atacar unas letrinas. Si a esto le añadimos el impresionante acabado técnico que la casa SNK imprimía a sus juegos gracias al potencial de Neo-Geo (placa arcade y consola doméstica que dejaba muy atrás al resto de productos en el mercado y que incluso demostró una capacidad de gestión de gráficos 2D capaz de intimidar a PSOne y Saturn) que se tradujó en uno de los juegos más espectaculares de su época, por colorido, cantidad de sprites en pantalla y el tamaño y volumen de sus enemigos más potentes, está claro que el producto era más que adecuado.
El ritmo de juego de las diferentes entregas empieza fuerte, pero tranquilo, pero irá desembocando poco a poco en un ritmo frenético que no da lugar a estarse quieto ni a dejar de disparar todo el rato. Además, hay cambios muy oportunos, como las eventuales apariciones de vehículos, unos tanques, helicópteros, camellos, submarinos, etc., que se mantienen en el ritmo de una tónica diseño desenfadado y aportan el puntito de variedad que tan bien le sienta a este tipo de juegos.
Los primeros seis juegos de la serie Metal Slug son muy similares entre sí, con diferentes cambios de escenarios y enemigos, claros, pero con diseño muy similar. Cada uno de ellos ha regalado momentos épicos a los aficionados, y es difícil que los jugadores puedan escoger entre ellos, aunque es posible muchos apuesten por la superioridad de Metal Slug 3, uno de los más consistentes y bien diseñados de la saga, sobre todo en comparación con el 4, que no fue realmente programado por SNK. En todos los seis primeros juegos el control se ha basado en el uso de tres botones y se han mantenido unas premisas que se han mantenido firmes hasta Metal Slug 6 (el séptimo de la saga), que incluye, por ejemplo, dos modos de dificultad, control de cuatro botones (el botón extra se usa para intercambiar armas en cualquier momento), y la inclusión de Ralf y Clark de King of Fighters como personajes jugables, aumentando el total hasta seis bien diferenciados. Además, dado el tiempo pasado, presenta igualmente mejoras gráficas y la aplicación de determinados efectos (como zooms) que no se encuentran en los otros títulos, manteniéndose, eso sí, fiel al estilo y estética de la saga.
La separación temporal hace que el juego se aprecie más refinado, y gracias al juego con el zoom se potencia la espectacularidad de, por ejemplo, algunos combates finales. Las diferencias más palpables las podemos encontrar en el apartado musical, sustancialmente más potente gracias al mayor volumen de cortes de vez y melodías más elaboradas gracias al superior potencial de la placa arcade desarrollada por Sammy que se empleó para su creación. No es tan añejo, pero combina el sabor tradicional –en jugabilidad y estética- con una buena revisión de la fórmula.
Los siete juegos han sido convertidos de manera que estamos ante una adaptación que roza realmente la copia exacta de los arcades originales, incluyendo, claro, las ralentizaciones de los originales provocadas por una confluencia particularmente excesiva de elementos en pantalla. Estrictamente, lo único que nos separa de la experiencia original (más allá de tener un stick y tres grandes botones para machacar) son los tiempos de carga entre zonas. Además, podemos limitar las continuaciones para buscar emular la escasez de monedas del salón recreativo y aumentar, de ese modo, la dificultad del juego, ya que lo cierto es que con continuaciones ilimitadas todos los títulos de la saga se superan sin problemas.
Además, hay que tener en cuenta que el sistema nos permite guardar la partida en cualquiera de los siete títulos incluidos en cualquier momento, lo que se adapta muy bien a los tiempos que corren y era especialmente en la versión portátil. por supuesto, quien lo prefiera, puede conseguir una experiencia más cercana a la original de la recreativa imponiéndose algunas limitaciones. Otra buena inclusión es la opción de autodisparo, de manera que dejando pulsado el botón de la consola dispararemos todo el rato sin necesidad de machacar insistentemente nuestro pulgar contra el disparador.
En PlayStation 2 el juego luce como un calco completo de las recreativas, mejorando la visibilidad que se presenta en la portátil PSP al beneficiarse de la resolución de toda una pantalla de televisión, haciendo que –si contamos con un mando de estilo arcade- ésta sea la experiencia doméstica más cercana posible a los títulos originales (a falta de tener una Neo Geo y varios cartuchos, claro). Los gráficos son buenos, pero se notan pixelados y con los puntos en contra propios de la época en que se diseñaron (como las ralentizaciones y parpadeos que aparecían en los originales), pero desde luego estamos ante una adaptación completamente fiel de lo que han sido todos estos juegos en audio y vídeo, que es lo máximo que se puede pedir en estos casos.
Cuenta con contenidos extra, pero resultan algo escasos, pues la galería de imágenes y la entrevista a los creadores lo cierto es que sabrá a poco para los seguidores de la saga. Además, el aspecto de los menús de presentación del recopilatorio es quizás demasiado simplón y básico, por lo que un poco más de mimo en su factura y atención en los contenidos de valor añadido hubiese sido algo a tener muy en cuenta en la única consola de las tres en las que aparece este recopilatorio en el que los usuarios ya pueden tener varias entregas de la saga en su casa y no se les está ofreciendo un gran incentivo, más allá de Metal Slug 6 (que, eso sí, no se puede decir que sea precisamente poco).
Se ha mejorado mucho el problema de los tiempos de carga, realmente largos en PSP, pero siguen presentes, y puede resultar molesto a algunos jugadores que busquen una experiencia realmente similar a la del arcade. Además creemos que, con un poco de programación extra, estos juegos no tendrían que tener tiempos de carga; o al menos no tan incómodos para el usuario.