Análisis de Nuclear Throne (PSVITA)
Puede que los juegos de acceso anticipado no estén demasiado bien vistos entre el gran público, ya que a fin de cuentas, son betas y alfas inacabadas de títulos que no sabemos si al final acabarán llegando a buen puerto o no. A pesar de este riesgo, si la compañía se lo toma realmente en serio, este modelo de negocio puede acabar facilitando que recibamos grandes juegazos al permitir un contacto directo con la comunidad durante su proceso de desarrollo que ayude a encontrar sus puntos fuertes y débiles para actuar en consecuencia de cara a su versión completa.
Nuclear Throne es probablemente el ejemplo más claro que hemos visto nunca de esta última afirmación, y tras dos años de acceso anticipado en los que el título ha recibido a ritmo semanal actualizaciones repletas de mejoras, contenidos y cambios basados en las opiniones y sugerencias de los jugadores, Vlambeer por fin se ha decidido a lanzar esta fantástica aventura como un título ya terminado. ¿El resultado? Simplemente sobresaliente.
Placer roguelike
Para quienes no sepáis nada del juego que nos ocupa, decir que estamos ante un título de acción roguelike con una jugabilidad propia de un twin stick shooter de vista aérea. Por lo tanto, nuestro objetivo será tan sencillo como el de intentar llegar hasta los títulos de créditos con una única vida mientras disparamos a todo lo que se mueva en pantalla.
Esto quiere decir que si morimos por el camino nos tocará empezar desde el principio. La buena noticia la tenemos en que esto es un roguelike puro y duro, de modo que los niveles se generan de forma aleatoria, ofreciéndonos siempre nuevos desafíos a superar y evitando que el título pueda ser completado a base de memorizar sus fases. Cuando consigáis llegar hasta el final será única y exclusivamente por vuestra pericia como jugadores.
Aquí encontramos una de las principales claves para entender el motivo por el que Nuclear Throne resulta tan tremendamente adictivo: la capacidad para hacernos sentir nuestro progreso no con mejoras y potenciadores que nos den ventaja en las siguientes partidas, sino a través de nuestra habilidad con el mando. Cada muerte supone una nueva lección y al final seremos nosotros mismos, los jugadores, los que subamos de nivel con la experiencia conseguida, no nuestro personaje. Y eso mismo nos llevará, sin que nos demos cuenta, a intentarlo una y otra vez mientras nos recompensan con una sensación de satisfacción indescriptiblemente gratificante.
Por cierto, sí, se trata de un juego muy difícil (que no imposible) en el que el más mínimo error se suele pagar carísimo y con nuestro personaje bien muerto, por lo que tendréis que afinar al límite vuestra concentración y reflejos para llegar hasta el final y no caer por el camino. Por suerte, los controles responden de maravilla y nunca notaremos ningún tipo de imprecisión que nos haga echarle la culpa al mando de haber muerto.
El desarrollo de las fases suele ser muy frenético, con proyectiles volando en múltiples direcciones, enemigos por todos lados, trampas dificultando nuestro avance y una cantidad de explosiones que en ciertos momentos harían a Michael Bay estar orgulloso de lo conseguido por sus desarrolladores. De hecho, viviréis algunas situaciones dignas de un bullet hell y os veréis obligados a esquivar prácticamente con una precisión milimétrica.
Para defendernos tendremos una enorme cantidad de armas distintas a nuestra disposición, aunque solo podremos llevar encima dos a la vez, por lo que saber escoger bien nuestro arsenal según lo que nos vayamos encontrando nos resultará imprescindible para sobrevivir. Todas ellas resultan divertidísimas de utilizar y se ha conseguido que incluso las que son cuerpo a cuerpo sean radicalmente diferentes entre sí, algo que añade todavía más interés a las partidas al poder encontrarnos con tantas variantes en cada sesión.
Uno de los principales problemas con los que solemos encontrarnos en este género es lo mal medida que está a veces la aleatoriedad de las partidas, provocando que muchas veces su dificultad se vea afectada por la suerte (o mala suerte) que tengamos con los objetos que nos salgan, la disposición de salas o las combinaciones de enemigos que nos encontremos. Esto al final se acaba traduciendo en desafíos que van desde lo injusto y frustrante hasta el paseo más aburrido sin apenas sensación de reto.
Sin embargo, los dos años de acceso anticipado han servido para que Vlambeer haya conseguido encontrar el equilibrio perfecto entre aleatoriedad y reto, hasta el punto de que nunca tendremos la impresión de sufrir picos distintos de dificultad de una partida a otra. Casi siempre el nivel 3-3 (por ejemplo) nos supondrá los mismos problemas, a pesar de cada vez que lo juguemos tendrá un diseño distinto, diferentes cofres y distinta colocación de enemigos.
Esto se nota especialmente cuando empiezas a jugar una partida tras otra y ves que si antes solías morir en un determinado mundo, ese punto empiezas a pasarlo con más frecuencia y vas llegando más lejos en cada partida, lo que demuestra lo mucho que se ha trabajado el equilibrio y la curva de dificultad de toda la aventura para que el azar se limite a cumplir la función de aportar variedad sin romper su jugabilidad.
Todo lo comentado anteriormente también lo podríamos aplicar a su inteligentísimo sistema de mutaciones. Cada vez que subamos de nivel recogiendo puntos de experiencia (ojo porque os tendréis que acercar hasta ellos y si no lo hacéis desaparecerán en poco tiempo) y terminemos una fase nos darán varias mejoras (mutaciones) posibles a escoger, lo que irá determinando las posibilidades que tendrá nuestro personaje. Las hay de todo tipo, desde cosas más o menos generales como un aumento de la vida máxima o que con cada muerte tengamos la posibilidad de curarnos, hasta otras mucho más específicas y concretas que modifican el comportamiento de ciertas armas.
La selección de mutaciones que nos darán a elegir varía cada vez y, aunque tiene cierto componente de azar, si jugamos con cabeza y vamos seleccionando las que mejor se adapten a nuestra partida siempre encontraremos la forma de hacer que nos acaben resultando útiles y prácticas, evitando así que subir de nivel se acabe sintiendo como una oportunidad perdida por haber tenido "mala suerte".
Otro de los grandes aciertos del título lo tenemos en la numerosa lista de personajes controlables que tendremos a nuestra disposición, cada uno de ellos con sus propias características propias, habilidades pasivas y movimiento activo único. Esto hace que nuestro estilo de juego varíe considerablemente al usar uno u otro, lo que ayuda todavía más a darle una mayor variedad y profundidad jugable a la aventura para que siempre tengamos una nueva forma de jugar y de desafiarnos a nosotros mismos. Eso sí, la mayoría están bloqueados de inicio, así que tendréis que desbloquearlos primero.
En lo que respecta a su apartado gráfico, tal y como podéis ver en las capturas que acompañan a este análisis, estamos ante un juego de aspecto retro con unos sprites muy básicos (aunque muy bien resueltos y con un diseño de personajes con mucha personalidad) y unos escenarios que a pesar de ser tremendamente simples saben hacerse variados.
Sin embargo, todo esto tiene su razón de ser, ya que aquí lo que prima es la acción y el enterarse bien de lo que está pasando, algo que con una mayor carga gráfica podría llegar a resultar difícil considerando la enorme cantidad de efectos y elementos que llegaremos a ver en pantalla de forma simultánea. De hecho, en PlayStation Vita el título sufre algunas ralentizaciones bastante graves cuando se juntan muchas explosiones y efectos de destrucción (cuando muere el jefe del tercer mundo la consola da la impresión, hasta el punto de afectar severamente a la jugabilidad.
Finalmente, el sonido nos ha parecido el apartado más flojo del juego, con una banda sonora que si bien ambienta con corrección, nunca ayuda a animar la acción ni nos ofrece melodías demasiado inspiradas. Al menos, los efectos sí que consiguen ser realmente variados y suenan con calidad y contundencia.
Conclusiones
Nuclear Throne se ha convertido por derecho propio en el último gran juego del año gracias a una fórmula estudiada y equilibrada hasta las últimas consecuencias, en la que todas las piezas encajan y funcionan como el mecanismo de un reloj para ofrecernos una experiencia divertida y adictiva como pocas. "Una partida más y lo dejo" será la frase que más repetiréis cada vez que ejecutéis el título, aunque podéis estar seguros de que para cuando os queráis dar cuenta ya será demasiado tarde, pues habréis caído irremediablemente en sus redes y no querréis parar de jugar.
Hemos analizado el juego en su versión de PlayStation 4, adquiriéndolo en PlayStation Store.