Análisis de Tiny Brains (PS4, PC, PS3)
Animales mutantes, poderes, puzles… nada que no hayamos visto en el videojuego pero sí una buena premisa para observar qué es lo que Spearhead Games quiere ofrecernos. La explicación más gráfica es la de un laboratorio en el que se experimenta con la capacidad de ciertos animalitos a la hora de superar diferentes situaciones. Sí, lo habéis descubierto, los animalitos mutantes seremos nosotros mismos y, a través de una serie de poderes, avanzaremos por pantallas más o menos vistosas en las que se nos pedirá que activemos diferentes resortes para pasar al siguiente nivel. El título lleva a la realidad la típica escena en la que el ratón debe encontrar la salida del laberinto, o accionar una palanca para conseguir el objeto que le permita desbloquear una puerta o un paso. Pues bien, lo dicho, una premisa divertida en algunos sentidos pero que pierde y se convierte en repetitiva en muchos otros.
La colisión de poderes y físicas
El punto de partida de Tiny Brains y del estudio debería ser que si se va a basar el género puzle en las físicas, estas funcionen a la perfección. Y no, en algunas ocasiones no lo hacen, y ello conlleva una frustración añadida que impacta directamente con la diversión. Los cuatro protagonistas, entre los que iremos cambiando según requiramos su poder, cuentan con la capacidad de atraer objetos, crear bloques de hielo, teletransportarse y proyectar elementos con fuerza.
Todo ello nos servirá para atraer formas geométricas para nosotros para que encajen en el sitio ideal, mandar objetos al lugar correspondiente salvando caídas, superar vallas o teletransportarnos a espacios inaccesibles donde el resto de "bichitos" no pueden acceder. Básicamente esto es lo que se nos pedirá en cada una de las pantallas en las que la dificultad irá de menos a más.
Los fallos que encabezan este párrafo se refieren a las animaciones de los objetos con los que interactuamos, que realizan movimientos raros en el aire o chocan inexplicablemente en algunos puntos del escenario. Son hechos que siendo un juego de puzles no puede permitirse en ningún caso. A estos fallos se le une una sección técnica que tampoco llega a los estándares esperados y que ahora analizaremos en profundidad.
Un toque cartoon
Como ya hemos explicado, la "acción" ocurre en el interior de una serie de laberintos que un científico loco usa para observar el comportamiento de los animales que ha mutado. En este sentido la representación nos lleva a una serie de escenarios entre los que surgen puertas, cables, rampas y algunos objetos, no muchos, que nos ayudarán a desbloquear pasos. Estos objetos son más bien escasos, lo que acorta la jugabilidad en gran medida y hace bastante evidente lo que tenemos que hacer en cada momento.
Imaginemos que tenemos un hueco en forma de corazón en el suelo y una pieza con forma de corazón en la otra punta del escenario… blanco y en botella. En muchos casos Tiny Brains peca de eso, de contar con una mecánica que con los poderes atrae pero que se pierde con puzles de no mucha dificultad, cuando no se empeña en hacerlos imposibles. Los decorados están realizados en estilo cartoon y son vistosos aunque no se acercan a lo que esperaríamos de un juego actual. Viéndolo en pantalla podría ser un título muy básico de consola de hace unos cuantos años. Los modelados, viéndolos de cerca llaman la atención, aunque durante la partida también se pierden en algo minúsculo cuyo detalle es de lo más insignificante.
Jugabilidad sencilla
El tutorial inicial nos servirá para ver que las teclas comunes de movimiento y el ratón para apuntar serán nuestros compañeros de aventura. Fácil y rápido, sin hacer nada que no hubiésemos visto antes. Quizás en muchos momentos la poca fiabilidad del ratón para apuntar hace que una tarea se convierta en difícil de coordinar. Serán muchas las veces que nos encontremos delante de una esfera que tenemos que trasladar al final de una pantalla pensando en que hubiese sido más fácil hacerlo de otra manera. El desarrollo peca de una jugabilidad que se queda en eso, en sencilla, cuando hemos visto indies este mismo año que de un simple plataformas en dos dimensiones han sacado petróleo.
Una lástima que en cada párrafo tengamos que utilizar el "casi", todo en Tiny Brains se queda en mitad de un camino que hubiese podido hacer al juego mucho más adictivo. Aquí cuando vamos a empezar a engancharnos el título se empeña en repetirse una u otra vez. Es igual que coloquemos este corazón en tal hueco o que proyectemos uno u otro objeto a la pared de enfrente. Quizás los comentarios incesantes del científico loco y la musiquilla repetitiva ambienten un poco más el global, aunque en general acaba siendo pastoso en su ejecución.
Se salva el multijugador
Pero al César lo que es del César. Tiny Brains mejora ostensiblemente cuando hablamos de la partida cooperativa. Si a toda esta función le añadimos la variable de tres amigos más que encarnen al resto de personajes podemos estar delante de un título algo más divertido y dinámico que en su modo campaña en solitario. En lugar de intercambiar entre los personajes para hacer algo solo podremos tirar de asistencias del resto para conseguir, entre todos, pasar a la siguiente pantalla.
Como decimos es una lástima que el modo solo haya tirado tan poco de la diversión compartida, algo que lo lastra todo irremediablemente y lo convierte en un título de un rato si no tenemos alguien al lado con quien disfrutarlo. Pese a este punto a favor el escenario maximiza su simplicidad al estar cuatro personajes en lugar de uno actuando por él. Un caos divertido pero que lo sería más si se hubiese explotado al máximo buscando puzles más dificultosos y una ambientación más completa en cuanto al escenario principal. Vale que estamos en el género de los puzles, pero el trabajo en cuanto a ingenio nos sabe a bastante poco.
Estrellados en el laboratorio
Quizás somos muy exigentes con títulos del estilo, aunque debemos pensar en la gran competencia que existe hoy en día en el mercado y en las posibilidades jugables y gráficas ya no solo del PC, sino también de PS4. Tiny Brains llega a un mercado copadísimo de títulos de este estilo y jugabilidades que cada vez más luchan por ser únicas en su especie. El apuntado del ratón nos parece poco fiable y las físicas pierden por goleada en muchos de los momentos en los que requerimos más puntería.
De la misma forma el entorno gráfico deja bastante que desear pese a ser algo muy sencillo. El toque cartoon es un buen inicio, un toque diferencial y divertido que después no se complementa con una ambientación algo más cargada y que dificulte el avance en cuanto a lo jugable. Una vez más estamos ante un proyecto cuya teoría es magnífica y divertida, pero cuya práctica se queda a medias. Viendo el vídeo de presentación y el dinamismo y calidad gráfica que ofrecía esperábamos algo más de este juego.