Análisis de Lords of the Fallen (PS4, PC, Xbox One)
Que a raíz de un juego de éxito surjan multitud de títulos intentando replicar su fórmula para llevarse parte del pastel, es algo que a nadie le resulta extraño a día de hoy. No hay más que ver lo ocurrido con Call of Duty 4: Modern Warfare y los juegos de acción de corte bélico, o de forma más reciente, la fiebre que se ha desatado con los MOBAs tras el triunfo de League of Legends (que no fue el primero, pero sí el principal culpable de su popularización).
Por eso, muchos nos preguntábamos por qué nadie se atrevía a ofrecernos algo similar a lo visto en Demon's Souls y Dark Souls, cuestión a la que Deck13 se ha encargado de dar respuesta con Lords of the Fallen, un juego que se inspira, casi sin esconderlo, en las obras de From Software, para alegría de todos los que disfrutamos superando desafiantes retos en mundos de fantasía medieval oscura.
Por desgracia, el resultado final está plagado de fallos, aunque tenemos que admitir que eso no nos ha impedido pasar un buen rato mientras luchábamos por nuestra vida a cada paso que dábamos. Si queréis descubrir el por qué, no tenéis más que seguir leyendo.
Los Señores de los Caídos
Lo primero que conviene destacar es que en el juego no nos crearemos a un personaje desde cero, ya que encarnamos a Harkyn, un guerrero que fue encarcelado por unos terribles crímenes que cometió en el pasado, motivo por el cual fue marcado y es repudiado por sus semejantes. Sin embargo, un antiguo y temible dios está preparando su regreso de entre los muertos y sus secuaces han comenzado una gran ofensiva que ha puesto en jaque a toda la humanidad, momento en el que somos liberados para intentar evitar el fin del mundo.
Lo cierto es que la historia deja muchísimo que desear. Está muy mal contada, cuenta con bastantes incoherencias y no consigue mantener nuestro interés ni siquiera tras los giros argumentales que se producen en la recta final de la aventura. Todo esto es algo que también se puede aplicar a sus personajes, carentes de interés y de cualquier rastro de carisma. Al menos, hay que destacar que dependiendo de las decisiones que tomemos, de lo que exploremos, de las misiones que completemos, de nuestro estilo de juego y de otros múltiples factores, veremos unas escenas u otras en el epílogo, algo que consigue invitarnos a rejugarlo, aunque solo sea para desbloquear otro de sus finales.
Entrando ya en lo que es su jugabilidad, decir que aunque no podamos editar el aspecto de nuestro protagonista, sí que tendremos total libertad para escoger su estilo de combate, pudiendo decidir el tipo de magia que usará y su equipo inicial. Además, a medida que avancemos y consigamos experiencia iremos obteniendo unos puntos que podremos distribuir cómo queramos entre nuestras estadísticas para personalizarlo a nuestro gusto y necesidades.
Ya que hablamos de la experiencia, tenemos que señalar que se ha introducido un sistema que nos recompensará mientras más consigamos reunir sin morir ni tocar un punto de control, los cuales son bastante importantes, ya que nos curan y recargan nuestras reservas de pociones. De esta forma, a medida que acumulemos puntos iremos subiendo un multiplicador que nos permitirá obtener muchos más de los siguientes enemigos que matemos, por lo que en nuestras manos quedará si asegurarlos tocando un punto de control y reiniciando el contador o arriesgarnos a poder morir y perderlo todo a cambio de la promesa de una recompensa mucho más jugosa.
Ojo, morir no significa necesariamente perder todo lo que llevemos encima, aunque tendremos que llegar hasta nuestro cadáver para recuperar toda la experiencia perdida y esta irá disminuyendo con el paso del tiempo, por lo que o usamos un objeto para recuperarla o nos pegamos una buena carrera para volver al punto donde morimos para reducir los daños todo lo posible.
Otro punto destacable en el desarrollo de nuestro personaje lo encontramos en un sistema que nos permitirá equipar runas en los objetos que tengan huecos para ellas, las cuales nos otorgarán diversos beneficios. Eso sí, para equiparlas tendremos que acudir a cierto herrero, aunque la verdad sea dicha, no es un sistema que hayamos explotado demasiado, ya que el título no nos obliga demasiado a ello, motivo por el cual nos lo hemos llegado a pasar equipando solo tres o cuatro runas en toda la aventura.
En cuanto a lo que es el desarrollo del juego en sí, las referencias que hemos hecho al principio a Dark Souls no han sido fortuitas, ya que si habéis jugado a algún título de esta saga os podréis hacer una idea bastante acertada de lo que aquí os encontraréis. Con los gatillos derechos podemos ejecutar golpes fuertes o débiles y con los izquierdos levantar nuestro escudo, golpear con él o realizar ataques mágicos con un guantelete. Por otra parte, también tendremos la posibilidad de agarrar las armas con las dos manos para hacer más daño con ellas, fijar enemigos, rodar, dar patadas para desequilibrar al contrario, lanzar hechizos y usar objetos.
A esto hay que sumarle una barra de magia y otra de energía que se consumirá con casi cualquier acción que hagamos, y mientras más pesado sea nuestro equipamiento, más energía consumiremos. Además, el peso también influye en nuestra capacidad de movimiento, por lo que rodar para esquivar con una armadura pesada será un movimiento extremadamente lento y aparatoso si no tenemos una buena capacidad de carga.
Con estas acciones tendremos que apañárnoslas para avanzar por los escenarios del juego, los cuales están repletos de enemigos capaces de bajarnos la vida rápidamente a la que nos descuidemos, por lo que desarrollar buenas estrategias para hacerles frente y aprendernos sus patrones de ataque será muy importante durante toda esta odisea. Encontrar el camino a seguir no suele ser demasiado complicado, ya que los mapas no tienen un diseño especialmente enrevesado (a excepción de alguna que otra zona), aunque eso no significa que no haya multitud de secretos, atajos, desafíos escondidos y alguna que otra misión secundaria oculta si decidimos salirnos de la ruta principal y explorar un poco.
Por lo general, combatir suele ser divertido y los enemigos nos obligan a estar muy atentos, especialmente cuando hay más de uno en escena, aunque también es cierto que el sistema de detección de impactos no siempre funciona todo lo bien que debería, que la cámara tiene sus momentos rebeldes y que la Inteligencia Artificial enemiga deja mucho que desear, con unos comportamientos realmente extraños y sin mucho sentido.
Como era de esperar, no serán pocos los jefes finales a los que tendremos que derrotar, unas batallas en las que nos tocará darlo todo y aprender a leer a estos poderosos rivales si queremos salir victoriosos. La mayoría no están especialmente inspirados, pero hay alguno que otro muy bien resuelto. Además, para darle algo más de emoción, cada uno de ellos tiene una forma especial con la que puede ser derrotado y que nos recompensará con un regalo adicional, por lo que no todo será pegar y esquivar, sino que también nos tocará pensar un poco.
En lo que respecta a su duración, decir que nosotros hemos tardados 12 horas exactas en completar su historia principal (una cifra muy escasa para ser del género que es) y que no nos ha parecido especialmente difícil. Desafiante, sí, pero ni mucho menos estamos ante un reto imposible que os vaya a desesperar demasiado. De hecho, el jefe que más nos ha costado han sido solo cuatro intentos, matando al resto por lo general a la primera o a la segunda. Eso sí, la satisfacción que se obtiene al tumbarlos no os la quitará nadie.
¿Nueva generación?
A nivel gráfico la verdad es que el título nos ha decepcionado bastante, al menos en la versión de PlayStation 4, que es la que se nos ha facilitado para realizar este análisis. Las texturas son muy pobres, las animaciones mejorables (especialmente en las conversaciones), hay caídas en la tasa de imágenes por segundo con muchísima frecuencia, aparición repentina de elementos, tearing, errores de programación por todos lados y los modelados no son nada del otro mundo.
Todo esto nos ha hecho plantearnos más de una vez si realmente no se podría haber lanzado también en PlayStation 3 y Xbox 360, porque al menos en la nueva consola de Sony no luce como un título de nueva generación. Por suerte, los escenarios y las armaduras nos han gustado mucho, lo que más o menos consigue salvar sus limitaciones técnicas (aunque el diseño de enemigos nos ha parecido algo genérico y poco inspirado). Eso sí, habríamos agradecido una mayor variedad de entornos, ya que casi toda la aventura se desarrolla en un monasterio y una fortaleza situada en otra dimensión.
En lo referente a su banda sonora, tenemos un repertorio de composiciones bastante escaso, ya que esta no suele sonar mucho más allá de en los combates contra los jefes finales, aunque cuando aparece ambienta bien y se adapta correctamente a lo que sucede en pantalla. Mención especial a su genial tema principal y a una variante del mismo que suena en la recta final. Por otra parte, los efectos de sonido se limitan a cumplir sin muchos alardes y el doblaje (en inglés y con subtítulos en español) no pasa de lo simplemente correcto.
Conclusiones
Como habéis podido comprobar, Lords of the Fallen arrastra una gran cantidad de fallos y defectos que lastran su resultado final, aunque como bien dijimos al principio del texto, sabe entretenernos y animarnos a seguir avanzando para descubrir qué nuevos desafíos nos aguardan a continuación. Nosotros hemos conseguido perdonarle muchos de sus errores y a cambio nos ha hecho pasar un buen rato con su propuesta, que si bien adolece de una alarmante falta de personalidad e inspiración, sabe divertir si se le da una oportunidad. Por lo tanto, si os llama la atención, os apetecen nuevos desafíos y habéis explotado al máximo los juegos de From Software, aquí encontraréis una alternativa muy válida para seguir enfrentándoos a la muerte.