Análisis de Homefront: The Revolution (PS4, PC, Xbox One)
No parece que Corea del Norte, bravuconadas aparte, sea una amenaza para Occidente. ¿Pero y si en un futuro cercano lograse invadir a Estados Unidos? ¿Y si después del primer Homefront, cuatro años después la fuerza extranjera todavía mantuviese a la población bajo su yugo? Homefront: The Revolution se ambienta en la Filadelfia de 2029, una ciudad simbólica porque hace 240 años allí se declaró la independencia de Gran Bretaña.
En esta distopía Corea del Norte se apunta a la fabricación de productos tecnológicos que son rápidamente comprados por el resto del mundo. Las empresas crecen y comienzan a elaborar el armamento más puntero que Estados Unidos compra para renovar su ejército. Cuando la deuda con los coreanos es muy alta y el Gobierno decide unilateralmente no pagar, los asiáticos desactivan este armamento y toman el país sin demasiados problemas. Lo que sigue es una larga represión sobre la población de EE.UU.
El tortuoso desarrollo de este proyecto es conocido por todos: bancarrota de THQ, compra de los derechos por Crytek, posterior venta de Crytek UK –antigua Free Radical Design- y la adquisición de la licencia por parte de Koch Media con la formación de Dambuster Studios. Además en un principio Homefront 2 se ideó como algo más lineal y similar al juego de 2011, pero con la entrada de Crytek en 2013 se cambió por un mundo abierto que su director compara sin tapujos con un "Far Cry se cruza con The Terminator" en referencia al ambiente bélico y casi postapocalíptico de la película unido a las posibilidades de los juegos de Ubisoft.
Esta exploración libre es una de las principales novedades respecto al Homefront original y nos permite entrar en varios distritos con un nivel de vigilancia y seguridad diferente. La zona verde es la más protegida, ahí viven los coreanos y disponen de un buen nivel de vida; la zona amarilla es el gueto donde reside la población norteamericana, vigilados por las patrullas y en condiciones que rozan la pobreza; finalmente está la zona roja, las ruinas y la zona subterránea donde se esconde la resistencia, un paisaje desolado por la batalla que todavía está en marcha.
No se trata de una guerra tradicional entre el ejército estadounidense y el EPC –la armada coreana llamada cariñosamente "norcos"-. El invasor dispone de mejores medios tecnológicos y se lucha con tácticas de guerrilla, nunca es un conflicto frente a frente entre grandes grupos. Ellos utilizan carros de combate blindados, drones y grandes naves de vigilancia; tú los cócteles molotov, motos y trampas caseras. El punto de partida de Homefront es uno de los aspectos más interesantes de su ambientación, si bien la historia no llega a ir mucho más lejos en su previsible argumento y giros; una pena porque ver la crudeza de una ocupación desde territorio occidental da para mucho juego e incluso a la crítica de temas actuales.
Cuando el líder de la resistencia es atrapado por el enemigo llega el momento de implicarse en esta revuelta desde la base, como un disidente más del que desconfían incluso sus compañeros. Sabotajes, infiltración, emboscadas, las misiones de historia nos llevarán por diversos barrios de la ciudad, los escondites y los pisos francos donde reponer munición o adquirir nuevas herramientas. Los encargos para recuperar territorios pasan por eliminar a un enemigo de alto rango, aumentar la propaganda por radio, robar tecnología… o dar limosna a los mendigos. La clave está en aumentar el ánimo de la población.
Dado que es un mundo abierto disponemos de misiones de los típicos eventos que surgen en nuestro viaje, por ejemplo liberar rehenes, y hay muchos recursos para buscar. Este "Far Cry" en ciudad merece ser investigado a pie o en vehículos para encontrar otros soldados dispuestos a colaborar en encargos puntuales de toma de instalaciones clave del enemigo. Nuestras acciones suman civiles a la causa y motiva a la población, algo que tiene una representación con manifestaciones, carteles de protesta y otras quejas que dejarán su huella en la ciudad.
Es cierto que se ha eliminado la linealidad, aunque en ocasiones da la impresión de ser algo más estético que real. En el lado positivo, tenemos que se puede afrontar cada misión desde muchos flancos, y se aprovecha para despistar al enemigo. ¿Te persiguen los drones? Huye al interior de las casas y las cámaras te perderán de vista. Difícilmente vas a armar en solitario un motín en una zona urbana, pero aquellos que disfruten del sigilo descubrirán múltiples formas de desgastar a los soldados uno a uno. En la parte negativa, el diseño de misiones sí parece muy guiado y nos llevará por todo el mapa sin más incentivo para volver a las zonas recuperadas.
Estas actividades caen rápidamente en la repetitividad, pero no se puede negar que algunos encargos son divertidos –al menos, en teoría-. Expulsar a francotiradores de un edificio, hackear sistemas con un sencillo minijuego –mover las palancas para acertar con la señal- o volar camiones en ruta sin duda levantarán al pueblo de su letargo; la cuestión es que a cada nuevo barrio desbloqueado, debemos repetir misiones muy similares.
Una curiosidad de las armas de esta resistencia son sus pistolas transformables. Por cuestiones de historia no podrás robar los rifles de los enemigos caídos –están protegidos y personalizados para su dueño-, así que estamos limitados a las armas caseras creadas con recursos y mejoras que nos proporcionarán en la guarida. Lo que nos proporcionarán son kits que permiten desarmar una pistola en pocos segundos para obtener un fusil, lanzagranadas o una ballesta. Este ingenioso sistema nos ofrece cambiar radicalmente su utilidad, añadir miras, silenciadores, más potencia o sujeción en apenas unos segundos, es posible hacer el ajuste durante un combate –protegidos, eso sí-. En la práctica quizás no suponga demasiada diferencia a un inventario infinito, pero es un movimiento que se hace con estilo y creíble con el argumento.
Homefront: The Revolution alterna sigilo con acción, o al menos da la oportunidad de superar algunas tareas de manera más personal. No es en ningún caso un Deus Ex o Hitman –olvídate de esconder cuerpos-, y en las zonas rojas no siempre podrás resolverlo sin levantar sospechas, pero en nuestra opinión se le saca más jugo utilizando todas las herramientas de las que disponemos, como los petardos y escondites improvisados, que a tiro limpio. La parte de acción enseña más sus costuras con una inteligencia artificial que toma decisiones bastante cuestionables, por ejemplo salir de coberturas para perseguirnos y no hacer demasiados amagos por protegerse, y por el lastre técnico que impide la precisión que sería deseable.
El mayor pecado de The Revolution es su ambición de "triple A" –las llamadas superproducciones- con un estudio que no estaba preparado para ello en origen o por problemas sobrevenidos. Está lejos de destacar por su acción, en el género del sigilo o el desarrollo de mundo abierto; hay decenas de lanzamientos más sobresalientes en cada aspecto, e incluso que reúnan estos tres estilos de juego con más acierto. Tampoco es que haga nada terrible, pero ese es un halago que sabe a poco.
Al margen de la campaña, hay un modo cooperativo para cuatro jugadores. Se trata de una opción diferente y por tanto dispone de sus propios desbloqueables, personajes, clases y habilidades. No hay demasiadas misiones para jugar, al menos por el momento, pero merece la pena probar estos desafíos con amigos y ver cómo cambian las estrategias frente a los reclutas controlados por IA.
Los saltos de editora han afectado claramente al proyecto, porque en muchas situaciones no parece un producto muy pulido. En consolas, al menos la versión jugada –PlayStation 4 y con el parche de lanzamiento- el rendimiento está lejos de justificarse por la carga gráfica que aparece en pantalla: baja tasa de imágenes por segundo -con el agravante de variables- y habituales pausas por guardado o cargas en segundo plano. CryENGINE no está muy optimizado en consolas porque no se utiliza demasiado, y no se adopta por terceros estudios porque no está optimizado. Una lástima porque esta tecnología ha demostrado que con esfuerzo puede competir con Unreal Engine 4, pero eso requiere una inversión y tiempo mayor que con el motor de Epic.
The Revolution es capaz de sorprender con algunos detalles y decepcionar en otros. Hay rostros en cuanto a modelados –no tanto en animación- son más que decentes, mientras que un vistazo al escenario a veces muestra texturas que desentonan mucho en cuanto a calidad, más propias de la pasada generación. Hay ciclo horario que permite ver un mismo paisaje con diferente iluminación o clima, sin embargo artísticamente muchas zonas de paisaje ruinoso se hacen monótonas. No está libre de fallos gráficos, algunos tan molestos como entrar en un tiroteo con el enemigo y que éste nos atraviese. Con suerte, muchos de estos fallos tendrán solución con actualizaciones.
Se lanza con doblaje en español. La mayoría de actores nos sonarán de múltiples juegos y series de televisión. La banda sonora es principalmente ambiental, con un pequeño toque electrónico; no es memorable, pero ambienta bien.
Conclusiones
No se puede culpar a Dambuster Studios de todos los problemas del juego. Se intuye que Homefront: The Revolution era prometedor y podría dar mucho más de sí con un desarrollo menos accidentado. El argumento nos sigue pareciendo original y merece un juego a la altura.
The Revolution abarca más de lo que puede. En ocasiones un mundo abierto se interpreta por más diversión que un "pasillo", pero hacer un sandbox entretenido de principio a fin es muy complicado. Unas misiones poco inspiradas, una sensación de progreso lenta y poco incentivo por ver nuevos barrios machacados por la guerra con un rendimiento en consolas muy mejorable son traspiés que difícilmente se pasan por alto. Pese a eso, los interesados en un Far Cry urbano encontrarán aspectos de su gusto; no deja de ser un sucedáneo con un parto difícil. Esperamos que a la tercera sea la vencida.
Hemos realizado este análisis en su versión de PS4 con una copia que nos ha proporcionado Koch Media.