Análisis de Divinity: Original Sin II (PS4, Xbox One)
Al igual que muchos RPG japoneses han decidido ampliar sus horizontes en el mercado de PC, también son bastantes los juegos de rol occidentales típicos de ordenador que se apuntan a consolas. Y si en 2015 Xbox One y PlayStation 4 recibieron Divinity: Original Sin Enhanced Edition, no había razón para no esperar Divinity: Original Sin II en estas mismas plataformas.
Hace un año analizamos el título en PC con una nota casi perfecta, y lo definimos sin tapujos como uno de los serios aspirantes a ese premio tan subjetivo como es el de "Juego del año". No causó el revuelo de The Legend of Zelda: Breath of the Wild, Horizon: Zero Dawn o Persona 5, pero Larian Studios mejoró la fórmula del original para hacer una auténtica joya. No contentos con conseguir un juego sobresaliente, en estos meses se han dedicado a pulir aquellos aspectos mejorables y ampliar el contenido para lanzar Definitive Edition, la versión que llega a consolas -en PC como actualización gratuita-.
El juego se ambienta cientos de años después del primer Divinity, y nuestro personaje –elegido entre varias razas e incluso en estado vivo o no-muerto, algo que tiene sus ventajas e inconvenientes-, hecho prisionero por sus habilidades mágicas, es trasladado en barco junto a otros pintorescos personajes hacia una isla que hace de prisión. El navío sufrirá un ataque pero salvaremos la vida milagrosamente para acabar en las orillas de la isla, y sin mucha idea de nuestro siguiente objetivo más que el de abandonar el lugar, iremos encontrando historias, peligros y aliados que se sumarán a nuestro viaje.
No es nuestra intención hablar en este análisis con profundidad de Divinity: Original Sin II Definitive Edition, ya que fue tratado en su momento. Es en esencia el juego original, pero tal y como se había anunciado, el tramo final ha sido completamente renovado –nuevos diálogos, más misiones, personajes e historia- que hacen esta parte más frenética y divertida; era, sin duda, uno de los puntos débiles del original. Además, esta reescritura ha obligado a cambiar otros tramos, con nuevos eventos, diálogos, equilibrio en la dificultad y más cambios en general. También incorpora un nuevo tutorial que es la mejor manera de hacernos con un control e interfaz adaptados al pad.
Divinity: Original Sin II se controla bien en consola, aunque al no ser una navegación por menús tan intuitiva como con el ratón nos puede llevar un poco asimilar los atajos para los combates, el desplazamiento del cursor para movernos en nuestro turno o la gestión del inventario. Tratándose de un juego de ritmo pausado en la parte de acción nada de esto supone nunca un problema grave, y no difiere mucho del sistema utilizado en otros RPG de consola -incluyendo el primer Divinity- con menús radiales, barra rápida, selección precisa de objetos y enemigos próximos con los botones laterales, o el paso a modo sigilo y ataque en la cruceta.
Definitive Edition también añade un nuevo modo de dificultad para aquellos que desean disfrutar principalmente de la historia -no quieren complicaciones en los combates-, un nuevo sistema en el diario, nuevos movimientos, más interacción con el entorno, hechizos y bastantes mejoras en el modo Arena, para partidas en solitario o multijugador contra otros usuarios y por turnos pasando el mando entre jugadores, con 16 nuevos personajes. Arena incluye el modo clásico Todos contra todos –gana el último superviviente- y Matar al rey, donde debemos proteger a un personaje. Tenemos a nuestra disposición 13 mapas, con cinco nuevos, y un sistema de mutágenos que cambia las habilidades o parámetros durante las batallas.
El multijugador es uno de los puntos fuertes de Divinity: Original Sin II y no nos referimos al competitivo, sino al cooperativo. Puedes completar la aventura con tres amigos más online o en el poco habitual cooperativo local para dos jugadores a pantalla partida. El rendimiento del motor no se resiente demasiado, aunque sufre de vez en cuando –incluso jugando en solitario- en lugares puntuales con mucha carga gráfica, personajes y efectos como el fuego, pero es una opción muy divertida de probar un RPG como este. También hemos encontrado bugs gráficos que se acentúan en la pantalla partida, si bien nada escandaloso.
Hablando de gráficos, Divinity: Original Sin II Definitive Edition es un juego realmente bonito y detallado. Pese a que la cámara aérea no es precisamente la más favorecedora para muchos de los escenarios –por ejemplo en los interiores-, no es difícil encontrar momentos con ruinas, playas o ciudades que muestran un gran trabajo del equipo artístico. En el plano técnico, el juego funciona a 4K –nativo en Xbox One X, reescalado en PS4 Pro-, pero hemos echado en falta la opción que dé prioridad a la tasa de imágenes por segundo, sea 60fps o al menos eliminar el bloqueo de 30fps, pues todavía hay muchos más usuarios con pantallas 1080p que podrían beneficiarse más con la potencia extra de las revisiones de consolas.
Conclusiones
Si bien la experiencia con pad, los tiempos de carga -que se hacen un poco pesados cuando aparecen en repetidas ocasiones- y ciertas limitaciones gráficas impiden que esté a la altura de la versión PC, esta versión definitiva en cualquier plataforma es todavía mejor que la recibida hace un año en ordenador. Y eso es decir mucho: lo calificamos como uno de los mejores juegos de rol clásico de todos los tiempos.
Si te gusta el rol occidental, las aventuras donde cada decisión o acción cuenta y los problemas pueden ser resueltos con total libertad, no puede faltar en tu colección. Además os recordamos que debuta en consolas con los textos en español –en PC este idioma llegó meses más tarde-, con lo que no hay excusa posible para disfrutar de uno de los grandes del género.
Hemos realizado este análisis en su versión PS4 Pro gracias a un código de descarga que nos ha facilitado Larian Studios.