Análisis de Shadow the Hedgehog (PS2, GameCube, Xbox)
Sonic, la mascota de Sega, ha tenido no pocos enemigos que se han convertido en iconos tan importantes como él mismo, desde el clásico Robotnik hasta el Metal Sonic de la entrega para Mega CD. En su paso a las aventuras tridimensionales, primero en DreamCast, y luego en otras consolas de la actual generación (destacando GameCube, que recibió no sólo Sonic Adventure DX, sino también la segunda entrega, junto con el lanzamiento del sistema allá por 2002), destacando la aparición de Shadow, un oscuro puercoespín, en el universo de la mascota de la compañía. Recientemente, las consolas domésticas recibieron Sonic Heroes, donde este personaje tomó mayor relevancia, protagonizando ahora el título que nos ocupa, en Xbox, PlayStation 2 y GameCube, presentando un acabado idéntico en todas las consolas.
Este título es una creación de los Sega Studios USA, en colaboración con el Sonic Team, los padres de la criatura, y presenta un tono bien diferenciado dada la personalidad del protagonista, aunque sin cambios realmente fundamentales en su planteamiento con respecto a Sonic Adventure. Shadow es un personaje enigmático que desconoce sus orígenes pues perdió la memoria, y se embarca en una aventura que debe llevarle a descubrir quién es él en realidad.
El juego, no podía ser de otro modo, se desarrolla en escenarios donde la velocidad es la gran protagonista, con entornos llenos de giros, pendientes y todos los elementos propios de un plataformas en el que Sonic es la estrella. La historia está ambientada después de los hechos de Sonic Heroes, por lo que Shadow está movido por un fuerte deseo de venganza inspirado en algunos de los muy leves recuerdos que le atormentan.
La misión principal de Shadow será conseguir las siete esmeraldas y averiguar quiénes son los alienígenas que han traído la destrucción a su mundo, sobre todo su líder, Black Doom, que le ha prometido devolverle la memoria si le da las esmeraldas. De este modo, Shadow tiene un objetivo principal a lograr en las misiones del juego, pero si lo desea puede optar por ayudar a Sonic y sus amigos en el enfrentamiento contra las fuerzas malignas, o bien alinearse con éstas. El jugador podrá, por tanto, tomar tres vías: optar por el camino de los buenos, el de los malos, o perseguir su meta sin distracciones de ningún tipo.
La idea es buena, y promete aportar una amplia variedad al desarrollo del juego, con objetivos bien diferenciados en función del camino que decidamos seguir, y son decisiones que influyen en las fases que iremos jugando, llevándonos a diferentes finales según las decisiones tomadas, reforzando, por tanto, la rejugabilidad del título. El problema reside en que su planteamiento en la práctica es un ejemplo de diseño poco afortunado, entre otras razones por el muy deficiente diseño de los niveles, que se ve completado por una respuesta a los controles que no es todo lo fiable que debería para darnos una experiencia de juego satisfactoria. La cámara, que muestra una tendencia casi ineludible por completo a hacer cualquier cosa menos darnos la perspectiva adecuada, hace que todo el control del juego nos lleve a situaciones en las que los errores nos cuesten la partida, e incluso a errores en el propio camino que deseemos tomar. Su plasmación en el juego no es satisfactoria, una lástima ya que la idea podría haberse desarrollado de una manera mucho más eficiente que nos hubiese aportado un interés real en la idea.
Como buen juego ambientado en el universo de Sonic, Shadow the Hedgehog tiene en la velocidad de su desarrollo una de sus principales bazas, aunque los niveles no logran adaptarse siempre del todo bien al resto de habilidades del protagonista. Cuando entramos en los pasajes del juego que se parecen más a una montaña rusa que a otra cosa, descubriremos que el juego se muestra en su salsa, pero lo cierto es que su presencia no es tan abundante como para hacernos olvidar los fallos en el planteamiento de los niveles, por no decir que durante esos momentos el control del jugador sobre el personaje es más que limitado.
La gran novedad es que Shadow, además de moverse con toda la soltura de Sonic, tiene la capacidad de llevar armas y realizar varios movimientos especiales. Según vayamos atacando a los enemigos y demás, nuestra barra oscura irá incrementándose, y una vez se ha llenado del todo, podremos realizar un movimiento especial, que puede, por ejemplo, llevarnos a un tiempo bala en una lucha contra un jefe final, o un ataque devastador que acabe con todos los enemigos que haya en los alrededores. Su utilidad es variable, pero al menos resultan más apasionantes que las habilidades de Shadow con armas de fuego. No podremos fijar ningún objetivo, y tampoco podemos apuntar manualmente: Shadow dispara automáticamente a lo que tiene más cerca. Y esto es algo que no hará más que darnos problemas. Será imposible acertar a un enemigo determinado, y su aplicación en el juego es, por tanto, limitada al extremo, sobre todo dada su incapacidad para distinguir entre aliados y enemigos. Por suerte, en la práctica, las armas, la gran aportación del personaje al desarrollo de un juego "tipo Sonic", son cuando menos triviales, y de hecho nos podemos pasar el juego sin usarlas, salvo en contadas ocasiones en las que son estrictamente necesarias.
El problema es que el resto de mecánicas de ataque están también bastante limitadas y sufren el mismo problema de estar incapacitadas para distinguir entre enemigos y aliados. Son imprecisas, extrañamente integradas en el juego, y desde luego más que una mejora se convierten en impedimentos. El control del personaje, además, no ayuda lo más mínimo, pues es notablemente más impreciso que el que se nos ofreció en los Sonic Adventure, con una aceleración que no se corresponde en absoluto con la precisión esperable de un control analógico... y bueno, tampoco de uno digital. Está incapacitado para girar con agilidad, y es difícil moverse por las plataformas con la seguridad necesaria para garantizar una buena experiencia de juego. Y un plataformas que no se controla bien, es uno de los planteamientos más alejados de la diversión que se nos pueden ocurrir.
Gráficamente estamos ante un juego desfasado por completo, hasta tal punto que apenas aporta una mejora gráfica con respecto al primer Sonic de DreamCast, un juego que pudimos disfrutar allá por 1999. Los entornos son variados en su estética, pero su simpleza hace que la apuesta artística se diluya con facilidad. Mala texturización, un diseño de escenarios y personajes poco afortunado, que se compensan en cierto modo con su distancia de dibujado del horizonte, y un intento –fracasado- de alcanzar una tasa de 60 cuadros por segundo. En Xbox y GameCube queda claro que intentarlo sirve de poco con unos altibajos tan exagerados; en PlayStation 2 esto es incluso más acentuado... y tiene incluso menor nivel de detalle.
La sensación es que el juego ha sido diseñado pronto y mal, sin aprovechar las posibilidades de las consolas actuales, e incluso, quizás, reciclando tecnología un tanto desfasada. Los personajes mal construidos, los escenarios demasiado cuadrados y la cámara nefasta se ven complementados con unas animaciones cuestionables y desde luego toscas en exceso. El apartado sonoro es modesto, con melodías simplistas, poco acertadas salvo por el tono rockero de algunas de ellas, y con voces y efectos de sonido que sería mejor no escuchar.