Análisis de Tower 57 (PC)
En cada lugar del mundo hay una serie de modas, costumbres u obras que nos han marcado más o menos. A pesar de que a día de hoy, por unos u otros motivos, se obvie más de lo conveniente lo que pasó en su momento, Europa en general fue territorio de ordenadores jugables hasta principios de los 90. De hecho, por ejemplo, el Commodore Amiga, una máquina estadounidense, tuvo mucha más importancia en tierras europeas, como Alemania o Reino Unido, que en Estados Unidos, donde de hecho llegó a vender mucho menos que en esos otros países a pesar de la diferencia de población entre unos y otros.
Uno de esos jugadores de entonces es Marco Pappalardo, que a pesar de su nombre, es alemán. Durante 2015 empezó a enseñar un poco del proyecto que le ocupaba, un juego de disparos con vista cenital con una ambientación steampunk que, además de recordar poderosamente a una saga de clásicos de Amiga como los Chaos Engine, de los Bitmap Brothers, y que cuenta con una versión reciente para ordenadores, atrajo la atención enseguida gracias a lo que mostró en imágenes en aquel tiempo.
Poco después realizó una campaña de financiación mediante micromecenazgo que consiguió destacar lo suficiente no sólo como para conseguir algo más del dinero necesario como para realizarlo, sino que la interesante empresa polaca 11 Bits, creadores y distribuidores del éxito This War of Mine, decidieron que este fuera el segundo juego, tras Beat Cop, de su iniciativa de publicar juegos de otros desarrolladores.
Y lo cierto es que hay motivos para la esperanza. Tower 57 es un juego en el que se nota que se ha puesto bastante cariño, aunque no acaba de despegar demasiado del juego caduco al que no se le hace demasiado caso debido a la gran afluencia de desarrollos similares en tiendas digitales. Comenzamos eligiendo tres personajes (lo cual me parece relativamente novedoso) entre seis opciones, y esos tres personajes son, por así decirlo, nuestras vidas, ya que cuando mueran los tres se acabará la partida, mientras que siempre que tengamos algún personaje vivo podremos resucitar a los anteriores.
Hay que decir que la diferencia entre manejar a unos y otros personajes no es demasiado alta, y en muchos casos hasta se puede hacer aún menor porque básicamente consiste en llevar unas armas principales y unas habilidades secundarias u otras, y en muchos casos las podremos encontrar después durante el juego.
Pero hay que decir que tenemos la capacidad de cambiar notablemente a nuestros personajes, ya que pueden sufrir amputaciones… y esto nos puede venir bien. Esto es debido al sistema de mejora de personajes que tiene el juego, el cual nos permite comprar "unas extremidades mejores", y posteriormente usarlas, con las ventajas que esto conlleva (y el consecuente dinero empleado en ello). Es un sistema más vistoso que meramente efectivo, pero sinceramente da la sensación de ser un punto diferenciador del juego.
Una vez hayamos elegido a nuestros personajes tenemos que conseguir entrar en la torre que da nombre al juego, y para ello enseguida acabaremos disparando, lo que viene a resultar la primera fase, a efectos prácticos, del título. Aquí se nos exige dominar ya las habilidades principales, como movernos con el stick izquierdo, apuntar con el derecho, usar las armas principales con un gatillo y las secundarias con el otro (y ratón teclado en el caso que prefiramos esa configuración). Pero además podemos usar un movimiento de desplazamiento rápido si lo queremos, un movimiento especial que se recarga conforme derrotemos enemigos, y sobre todo manejar correctamente el escenario y las posibilidades que se nos ofrezcan.
Pero una vez que hayamos acabado esta primera fase el juego se va abriendo poco a poco, y sin acabar de dar el salto a algo totalmente novedoso, sí que vemos algunos detalles interesantes. Podemos interaccionar con otros personajes, mejorar nuestras armas, además de las piezas que incluyamos en nuestro cuerpo, y todo eso envuelto en un espacio con mucha personalidad, con mucho estilo steampunk, y que va desgranando su trasfondo a base de mensajes en terminales, conversaciones con personajes, o mensajes en personajes ya no demasiado vivos que nos iremos encontrando.
El sistema de disparo funciona muy bien, y los duelos contra otros enemigos se sienten vivos y animados, pero hay que decir que tampoco hay una variedad excelsa de éstos. El juego está bastante pensado para el modo cooperativo, que funciona a las mil maravillas tanto online como estando los dos jugadores en la misma máquina, pero en ningún caso se nota forzado el hecho de tener que jugar sólo una persona, aunque la diversión, lógicamente, no será la misma que de la otra manera. Además, y ya como extra, el juego cuenta con una serie de minijuegos que nos ayudan a rebajar la atención en algunos momentos, y están muy bien integrados con la ambientación del título.
Otro de los puntos fuertes del juego, si te gusta este estilo, es su bello arte muy enfocado a imitar el estilo que se encontraba presente a finales de los 80 y principios de los 90, donde brillaban con luz propia máquinas como el Commodore Amiga. Lo cierto es que el trabajo realizado por Thomas Feichtmeir, un reputado creativo de este tipo de arte, tiene bastante más detalle del que se pueda observar en un principio, y como muestra de ello sólo hay que disparar hacia diferentes zonas del escenario, para ver cómo estas se acaban rompiendo y dan lugar a otros objetos, algunos de los cuáles nos pueden ser útiles para avanzar la aventura, pero otros son absolutamente decorativos, una demostración de cuidado por la ambientación poco común en juegos de bajo presupuesto, y que se agradece de una manera absoluta.
Otro espacio donde podemos decir que la gente de Pixwerk ha acertado notablemente es en el musical, obra en esta ocasión del músico brasileño Rafael Langoni, y que a pesar de tener un pasado de obras no demasiado importantes ha realizado un buen trabajo, donde se mezclan con habilidad jazz pausado para los momentos de menos acción, con canciones mucho más animadas cuando se requiera meter algo de presión al jugador. Esperamos, eso sí, que tras este trabajo Rafael actualice su recorrido, porque parece que tras empezar a trabajar en esta banda sonora ha dejado de comunicarse tanto con el exterior.
Conclusiones
Podemos considerar que Tower 57 es un buen juego, pero le falta un plus para convertirlo en algo imprescindible a día de hoy. Tiene personalidad y sus diferentes aspectos están muy bien desarrollados, pero tal vez su carácter de homenaje a la época del Commodore Amiga tenga como efecto secundario no deseado un encorsetamiento que no le hace falta. En cualquier caso, un título muy disfrutable si el jugador tiene ganas de productos de este estilo. Ahh, es posible que el juego acabe apareciendo en Commodore Amiga también. Todo un detalle.
El juego se ha podido analizar gracias a un código de PC que nos ha proporcionado 11 Bits Studio.