Análisis de Rad Rodgers: World One (PC)
Muchas veces lo más simple funciona mejor. Rad Rodgers: World One, del que os hablamos en unas recientes impresiones, no aspira a más que recrear los juegos de disparos y plataformas 2D con unos preciosos gráficos 3D. No se puede decir que tenga nada especialmente original, pero ofrece calidad de sobra para gustar tanto a los jugadores de títulos arcade en los 90 como a las nuevas generaciones que busquen una aventura divertida, directa y un poco gamberra.
La historia está protagonizada por Rad, un chico travieso que es absorbido por la pantalla de una televisión. Entra dentro de un videojuego y allí conoce a Dusty, una consola que guiará al joven en este mundo y nos sacará de apuros en determinados minijuegos.
Los textos y voces vienen únicamente en inglés, pero no es un título que se apoye mucho en el argumento; lo único que aportan los diálogos son bromas entre la pareja que no afectan a la jugabilidad o la resolución de puzles. El objetivo es claro en todas las misiones: reunir unas piezas para desbloquear el acceso a un nuevo nivel y machacar a cualquiera que se interponga en nuestro camino.
Como se dijo en el primer artículo, no hay que dejarse engañar por la primera impresión de Rad Rodgers: es un juego con chorros de sangre y algunas bromas subidas de tono. Se puede configurar para reducir estos dos aspectos, pero deja a las claras que Interceptor Entertainment no ha pensado en un juego familiar, sino en evolucionar una fórmula de tiroteos y exploración 2D para el público que hoy supera los 30 años.
El desarrollo de los niveles es muy clásico, con enemigos sencillos y un diseño lineal disimulado ocasionalmente mediante rutas secundarias y desvíos que añaden cierto interés por explorar las fases más enrevesadas, pero no deja de ser eso: una distracción para que la fase no resulte demasiado obvia. No se trata de un metroidvania puro, sino un juego que combina disparos con saltos y exploración plataformera por igual; hay tramos donde no se pega un tiro, y otras secciones requieren más fuerza que maña.
Si bien no llega a destacar en ninguno de estos dos aspectos –la acción o los saltos de habilidad-, posee un acertado equilibrio que, al menos en nuestra opinión, le sienta bien por su tono desenfadado en unos niveles plagados de humor, secretos y coleccionables que te invitarán a jugar una segunda partida.
Un punto débil que podríamos mencionar, y de los pocos que impide que no alcance una mejor valoración, es su ligera repetitividad que debe precisamente a mantenerse a las bases del género, como unos enemigos más bien simplones en cuanto a comportamiento. No es un título excesivamente difícil ni largo –en cuatro horas puedes completarlo-, así que más de un jugón echará en falta un reto mayor. Quizás por subir artificialmente la dificultad encontramos unos puntos de control a veces muy distanciados, que te obligarán a repetir un tramo vacío de los enemigos que has matado en tu última partida.
Pero decíamos que Rad Rodgers apuesta por la sencillez y también se agradece que no pretenda innovar más allá de añadir algunas plataformas con físicas inéditas en los años 90. De hecho cuando introduce algún aspecto un poco diferente, tipo las fases del pixelverso controlando a Dusty, que consisten en navegar por unos laberintos de código hasta encontrar un objeto que elimina un obstáculo del mundo "real" -en este caso virtual- no aporta mucho a la jugabilidad y parece más una mera justificación para incluir a este persona en la historia para dar conversación, pues su ayuda para las fases normales es bastante reducida.
En los apartados audiovisuales nos cuesta imaginar un mejor trabajo para un estudio independiente. La banda sonora de Andrew Hulshult –quien participó en otro juego de 3D Realms, Bombshell- combina electrónica por todo el homenaje a videojuegos retros con guitarreos para identificar a Rad con el espíritu rebelde de la juventud. El doblaje es realmente bueno, Jon St John –voz de Duke Nukem- interpreta a la consola Dusty.
Y gráficamente poco se puede añadir a lo que muestran las capturas. Aprovecha Unreal Engine 4 para crear unos detallados mundos 3D con partículas, distorsiones y efectos. Aunque esta tecnología no sería nada sin las manos de unos artistas que se inspiran en los niveles típicos del género –bosques fantásticos, cavernas-, con un gran colorido y estilo cartoon que sólo pierden su apariencia infantil cuando aparece el gore. La mezcla 3D con interfaz retro pixelada no queda mal.
Conclusiones
Rad Rodgers: World One no es perfecto y tampoco está a la altura de las leyendas en las que dice inspirarse -Commander Keen, Conker, Ruff'n'Tumble, Jazz Jackrabbit-, pero es lo más parecido que puedas encontrar ahora. Divertido, gracioso –si conectas con su humor zafio- y muy espectacular. Habrá quien lo encuentre un poco repetitivo, eche en falta más contenido o alguna idea propia, y sin negar que todo esto es cierto, el objetivo del estudio no era otro que hacer un tributo a la época dorada del género. Y el mérito está en que lo consigue.
Habrá que ver cómo evoluciona la saga con un World Two porque esta primera aventura de Rad Rodgers desde luego que nos ha dejado con ganas de más.
Hemos realizado estas impresiones con un código de descarga que nos ha proporcionado Interceptor Entertainment.