Tantas y tantas veces que habremos viajado en el tiempo para volver a recordar la época dorada de los arcades, o una lucha entre grandes consolas que se disputaban su corona con agresivas publicidades y con épicos juegos, hoy lo haremos para volver a la pequeña y "humilde" Game Boy original, aquel "ladrillo" amado por tantos.
La consola que a pesar de ser inferior a otras técnicamente y de ofrecer gráficos sin color, barrió del mapa a todas las demás por ser capaz de ofrecer juegos como el de hoy, por esa magia que muchos reniegan incluso probar, y que sin mediar más razones que su aparente infantilismo, se pierden una gran parte de lo que es y fue la historia de los videojuegos.
Muchos tuvimos PlayStation, sin renegar de guardar también con cariño una Saturn, que nos regaló grandes joyas. Con todo lo dicho, tan sólo hablamos de que los que tenemos algunos años andados por este mundo, leemos encendidas luchas por una marca con una sonrisa en los labios, puesto que todas las consolas tienen sus grandes juegos exclusivos, pero renegar de otras nos hace perder la oportunidad de conocer otros.
Sin ser más que una opinión, y sin querer profundizar más en ello, lo que venimos a decir es que alguien que no pudo, o no quiso probar Wario Land: Super Mario Land 3, se perdió un gran juego.
Está claro que hay gustos para todo, pero el pequeño cartucho de hoy, con la distancia en el tiempo, muchos lo recordamos como un gran juego, ya que Gunpei Yokoi se sacó de la manga un "malo malísimo" que apareció en Super Mario Land 2: 6 Golden Coins, haciendo de este un personaje con tal personalidad, que protagonizó el siguiente juego de la saga. ¿Lo recuerdas?
Sentando las bases de una gran franquicia
Han pasado nada más y nada menos que 21 años desde que Wario protagonizase su primer videojuego, pero esta primera aparición fue lo suficientemente impactante que se quedó para siempre. Aunque lo cierto es que su legado de juegos llegó a tocar el sistema Virtual Boy, lo hizo con una línea bastante regular en todos sus juegos, ya que incluso el título en el que apareció para el sistema en 3D, es considerado como el mejor juego de aquel olvidado experimento.
Con varios spin-off y demás juegos de alocada naturaleza, Wario empezó asomando la cabeza en 1992 en Super Mario Land 2: 6 Golden Coins, y volvió a aparecer en el juego de puzles de NES Wario's Woods. Pero el primer juego en el que le controlamos, demostró la grandeza que tenía Nintendo a la hora de sacarse de la manga un personaje con gran personalidad. Sus intenciones eran claras: molestar a Mario todo lo posible, de hecho lo vimos en el propio anuncio del mencionado videojuego.
Un juego de Nintendo diferente
Wario es avaricioso, malvado, pero con gran fuerza, a pesar de su horondo cuerpo. Esto hizo que en el plataformas lanzado para Game Boy barriese a sus enemigos a empujones y con una serie de power ups que hicieron de este juego una divertida aventura.
A pesar de su clara personalidad, y en contraposición con Mario, este personaje nos trajo su propia aventura, en la cual no sólo disfruta molestando a Mario, sino que la trama era totalmente diferente a lo que Nintendo nos tenía acostumbrados: ni princesas ni mundos a los que salvar, aquí el objetivo de Wario es el de amasar la mayor fortuna posible, para comprarse al final del juego un castillo, cuanto más grande mejor.
Esto hace que este codicioso y egoísta personaje nos transmita una extraña sensación, que con el pasar de las pantallas se irá desvaneciendo: querremos cada moneda sabiendo el objetivo del juego, y los enemigos los despacharemos con una violencia algo inusitada dentro del mundo de Nintendo, lo que significaba una irreverencia que a muchos encandiló.
Los gráficos, con una consola en la que se encontraba en su madurez, empezaba a dar sus muestras de calidad desde la inolvidable introducción, y con un mapeado en el que podremos empezar a vislumbrar que estábamos ante algo grande, y diferente. El personaje, los enemigos y los escenarios eran bastante notables, con un diseño en el cual veíamos cómo nos iban a atacar al estilo Nintendo.
La música es otro de los puntos notables del cartucho, con unas pegadizas melodías, graciosas y simpaticonas, dignas de recordar. Los power ups de los que hablábamos hacían que Wario intercambiase gorros, con los que podríamos lanzar fuego, hacer un ataque con el hombro incluso con un pequeño vuelo, o destrozar ciertos bloques que normalmente no se podían romper.
Esto hacía mucho más divertidos los ya excelentes mapeados, ya que sus laberínticos parajes en algunas ocasiones nos hacían volver sobre nuestros propios pasos para avanzar o para descubrir algún secreto, todo esto mientras recogíamos, ya con ansia, cada moneda, que se iba a nuestro bolsillo y podíamos avanzar hacia otros nuevos sitios.
La frescura de este juego lo convirtió en un clásico nada más ser lanzado, y tanto el nivel gráfico como sonoro rayaban el sobresaliente, con una historia que se salía de los renglones escritos por la gran N, y donde muchos volvieron a rejugar el cartucho para conseguir una mansión aún mejor.
Nos invadió la codicia, fuimos malos y avariciosos, pero ¿y qué? ¿Acaso no fue aquello que lo hizo tan divertido?
