A veces, los objetos más humildes son los que mejor resisten el paso del tiempo. Una botella de refresco arrastrada por las corrientes marinas durante más de medio siglo se ha convertido en el hilo que ha permitido reconstruir la historia de un joven pescador de Nueva Jersey. El hallazgo tuvo lugar en marzo de 2025, en una playa de las Bahamas, cuando el músico y coleccionista de mensajes en botellas Clint Buffington descubrió, casi por azar, un vidrio desgastado entre arbustos y arena. Dentro, aún protegido, permanecía un papel amarillento con un mensaje fechado en 1971 y firmado por John Forsyth, entonces un marinero de 18 años a bordo del barco pesquero Miss Belmar.
Buffington explicó que al principio pensó que se trataba de basura acumulada por las mareas, hasta que la etiqueta antigua de Dr Pepper y la silueta de un papel enrollado lo hicieron detenerse. «Lo supe al instante», relató en redes sociales, consciente de que aquello era más que un objeto perdido: era la voz de otro tiempo y, posiblemente, de alguien que ya no estaría vivo. Para intentar reconstruir la historia, compartió imágenes y detalles en su cuenta de Instagram, donde describe hallazgos similares: ha encontrado más de 140 mensajes en botellas a lo largo de los años, pero ninguno tan antiguo como este.
Un nombre que regresa con la marea
El mensaje especificaba que la botella había sido lanzada a 90 millas al este del canal de Belmar, frente a la costa de Nueva Jersey, en pleno Atlántico. Esa pista fue suficiente para activar una cadena de contactos inesperada. La historia llegó hasta Alan Shinn, actual propietario del Miss Belmar, quien reconoció inmediatamente el nombre de Forsyth y avisó a su familia. Fue su hermana, Kathy, quien confirmó la autenticidad del mensaje revisando cuadernos y notas de su hermano, fallecido hace solo tres años tras una vida entera ligada al mar.
Según explican oceanógrafos, el recorrido de la botella puede entenderse gracias a las corrientes del North Atlantic Gyre, un sistema circular que transporta objetos desde la costa este estadounidense hacia el Caribe. Ese lento viaje —no necesariamente continuo, sino marcado por encallamientos, temporales y mareas— habría permitido que la botella permaneciera décadas en movimiento antes de quedar atrapada en una playa bahameña. La erosión y el estado del vidrio coinciden con ese prolongado periplo.
Una reliquia que vuelve a casa
Para Buffington, la historia tiene un final que aún está por escribirse: su intención es devolver la botella y el mensaje a la familia Forsyth como una reliquia íntima de un momento sencillo, quizá impulsivo, que sin embargo sobrevivió al tiempo. Shinn, el capitán del barco, ya ha ofrecido llevarlo personalmente a Belmar, con todos los gastos pagados, para entregar la botella en mano. Un gesto que devuelve al objeto su punto de partida, cerrando un círculo que ha tardado medio siglo en completarse. «Es como recuperar una voz congelada en el tiempo», resume Buffington. Y quizá eso sea lo que más nos conmueve: la certeza de que el océano, a veces, guarda recuerdos y los devuelve justo cuando alguien está listo para escucharlos.















