En el sur de Francia, en la localidad de Cadarache, se levanta el que podría ser el proyecto energético más ambicioso de la historia humana -y no es poco decir-: ITER, el International Thermonuclear Experimental Reactor. Esta colosal instalación no es solo un experimento; es la apuesta más avanzada para replicar en la Tierra el mismo proceso que alimenta al Sol: la fusión nuclear. Su objetivo es simple en teoría pero colosal en práctica: demostrar que podemos generar energía de manera controlada fusionando núcleos ligeros como el deuterio y el tritio para formar helio, liberando cantidades de energía que hoy parecen imposibles de alcanzar.
La hazaña energética más ambiciosa de la historia entra en su momento decisivo: imitar al sol nunca fue tan cercano
El corazón de ITER es un Tokamak, una cámara toroidal que confina plasma a temperaturas de hasta 100 millones de grados Celsius mediante campos magnéticos. Para hacerse una idea, eso es más de seis veces la temperatura del núcleo solar, contenida en un anillo de ingeniería descomunal. La cámara de vacío del reactor es diez veces mayor que cualquier Tokamak operativo actualmente, y la instalación incluye materiales de última generación: imanes superconductores gigantes, cables capaces de soportar hasta 1000 °C y sofisticadas criobombas. Todo diseñado para generar 500 MW de energía de fusión, diez veces más de la que se necesita para iniciar el proceso.
Más allá de la potencia, ITER representa un avance en sostenibilidad y seguridad. La fusión no produce gases de efecto invernadero, los residuos radiactivos que genera son mínimos y de baja actividad, y la reacción se detiene automáticamente ante cualquier fallo, eliminando riesgos de explosión. En otras palabras, es un laboratorio donde la energía del Sol se reproduce de forma limpia y segura.
El proyecto es verdaderamente global: participan 35 países, desde Estados Unidos y China hasta Japón, Rusia, Corea del Sur e India. La Unión Europea aporta casi la mitad del coste total, con más de 7000 millones de euros invertidos hasta la fecha. España también tiene un papel activo: más de 50 empresas nacionales colaboran, entre ellas Ferrovial, IDOM, Tecnalia o ENSA, integrando innovación local en un esfuerzo internacional sin precedentes.
ITER no ha sido un camino sencillo. Con un presupuesto que ya supera los 20.000 millones de euros, ha sufrido retrasos debido a problemas técnicos y la pandemia. Además, el proyecto servirá para probar métodos de producción de tritio, un isótopo esencial para la fusión DT. Mientras tanto, empresas privadas como Gauss Fusion buscan adelantarse a ITER con planes de plantas comerciales para 2045.
Según expertos como Pedro Velarde, de la UPM, la fusión es hoy la única fuente de energía que combina limpieza, seguridad, abundancia y densidad energética. Su éxito dependerá de la inversión continuada y de los avances técnicos en los próximos años, pero si lo logra, podría cambiar para siempre la forma en que la humanidad ilumina su futuro.















