Durante años, la narrativa sobre la amenaza que supone la inteligencia artificial para el trabajo humano se ha tachado de alarmista, exagerada o directamente fantasiosa. Pero los últimos movimientos en la industria tecnológica, encabezados por gigantes como Microsoft, Meta, Anthropic, OpenAI o Amazon, están haciendo que ese “cuento asustaviejas” suene cada vez más a advertencia razonable.
Ya un gran porcentaje del código lo escriben IAs
Lo cierto es que si hay un gremio que empieza a sentirlo con crudeza, es el de los programadores. En 2025, la idea de que la IA escribirá el 90% del código en una aplicación moderna ha dejado de ser una predicción audaz para convertirse en un plan corporativo. Lo ha dicho Dario Amodei, CEO de Anthropic. Lo ha respaldado Mark Zuckerberg, al afirmar que “gran parte del código lo generarán ingenieros de IA, no humanos”.
Lo confirman los más de 59.000 despidos en tecnología en lo que va de año, muchos de ellos en roles de desarrollo, y los más de 150.000 en todo 2024. El caso de Microsoft, que ha reducido su plantilla en 7.000 trabajadores a pesar de beneficios récord, es solo uno de los síntomas.
Mientras tanto, perfiles como el del ingeniero Shawn K, que relata haber pasado de ganar 150.000 dólares al año a vivir en una caravana y enviar más de 800 solicitudes sin éxito, se multiplican en foros, newsletters y plataformas como Substack, tal y como recoge Xataka. Programadores senior con dos décadas de experiencia y másteres en ciencia computacional están siendo desplazados por agentes de IA capaces de generar, probar y depurar código en minutos, sin descanso, sin vacaciones y sin pedir aumentos.
El temido “gran reemplazo”
Este fenómeno se conoce ya como el gran desplazamiento, una evolución más técnica y menos sensacionalista que el temido “gran reemplazo”. No hace falta que desaparezcan todos los programadores humanos para que se sienta el impacto: basta con que los juniors dejen de contratarse, los seniors se vuelvan prescindibles y el salario medio se desplome. Lo que antes eran puestos intocables con sueldos desorbitados y beneficios tipo Silicon Valley —cafés de autor, oficinas con toboganes, bonos millonarios— se están reconvirtiendo en carreras precarias y saturadas de talento descartado.
El papel de la IA en este contexto va mucho más allá de GitHub Copilot o ChatGPT escribiendo funciones sencillas. Los nuevos modelos ya integran capacidades avanzadas de depuración, testeo, documentación y hasta análisis de negocio, generando prototipos funcionales que en muchos casos superan el trabajo de equipos enteros. Y lo hacen en tiempo récord. Los jefes están tomando nota, incluso aunque los modelos no sean aún perfectos.

Este cambio radical recuerda a la burbuja inmobiliaria de 2008, y no solo por su impacto económico. Igual que entonces hubo quienes ignoraron las señales hasta el colapso, hoy muchos tecnólogos prefieren mirar hacia otro lado, minimizar los efectos o aferrarse a la idea de que la IA siempre necesitará una “mano humana” al mando. Pero la realidad laboral —no el discurso corporativo ni las promesas de inclusión digital— ya ha cambiado.
¿Estamos ante una amenaza real o solo una reconfiguración del mercado laboral? Probablemente ambas. La IA no eliminará por completo el trabajo del desarrollador, pero sí lo transformará radicalmente, creando un nuevo ecosistema en el que solo sobrevivirán los perfiles híbridos, capaces de entender código, supervisar sistemas generativos, adaptarse al cambio y redefinir su rol. El resto, como Shawn K, puede encontrarse con que su profesión ha cambiado tanto que ya no reconoce su lugar en ella.