El estreno de Chicken Run: Amanecer de los nuggets en Netflix este 15 de diciembre marca un momento crucial para el stop-motion. Tras desmentir rumores de escasez de plastilina, Aardman Animations, el estudio detrás del proyecto, resurge con esta secuela de Chicken Run: Evasión en la granja. Esta película, que se convirtió en un clásico de culto y es la más taquillera en la historia del stop-motion, recaudando más de 225 millones de dólares, demuestra la vitalidad y el atractivo continuo de esta forma de animación.
Chicken Run: Amanecer de los nuggets llega 23 años después de su predecesora, continuando la historia de Ginger, la líder gallina, y su grupo, ahora en un santuario en una isla lejana. La historia gana emoción con la introducción de Molly, la hija de Ginger y Rocky, sumergiendo a los personajes en una nueva aventura llena de desafíos. Esta secuela mantiene la esencia del original, mientras introduce elementos frescos para cautivar tanto a los fanáticos de siempre como a las nuevas audiencias.
Animación
El director Sam Fell, junto a un equipo de más de 350 personas, incluyendo animadores españoles como María Ribas y Arnau Gòdia, han creado una película con una mezcla de técnicas tradicionales y modernas. Con solo 28 de sus 1.400 tomas generadas por ordenador, la película destaca el meticuloso trabajo manual que caracteriza al stop-motion. Ribas y Gòdia destacan la naturaleza técnica y emocionalmente intensa de su trabajo, subrayando la importancia de la observación detallada y la dedicación en la creación de movimientos realistas y emotivos.
Chicken Run: Amanecer de los nuggets no solo representa una continuación de una historia querida, sino también un testimonio del progreso y la evolución del stop-motion. A pesar de los cambios en la técnica y la tecnología a lo largo de las décadas, la película conserva la magia del formato clásico, mientras abraza innovaciones que enriquecen la experiencia visual.