En la vastedad del Atlántico Sur, cerca de ADA TILLY, Chubut, Argentina, la tripulación de una embarcación crece en expectativa a medida que se alejan de la costa. A bordo, dos biólogos preparan sus equipos: una cámara listada en la proa y un dron sobrevolando a distancia, controlado desde un bote de apoyo. Sus ojos no pierden detalle del monitor y del teléfono móvil que indican la localización precisa. La tensión se rompe con un estruendo: una ballena sei, una especie que ha sido esquiva durante casi un siglo debido a la caza intensiva, emerge majestuosamente, marcando el inicio de una jornada emocionante de observación y estudio.
Esta salida es parte de una serie de expediciones coordinadas por el programa Pristine Seas de National Geographic, liderado por Miguel Bottazzi. El objetivo es claro: estudiar y documentar la recuperación de las ballenas sei, un gigante del océano que ocupa el tercer lugar en tamaño después de la ballena azul y el rorcual común, que había desaparecido de la zona hace unos 100 años.
Estos esfuerzos son fundamentales, ya que este animal sigue siendo una especie en peligro de extinción, con mucho por aprender sobre su ecología y comportamiento.
La investigación sobre estas criaturas comenzó en 2017 en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, con un enfoque inicial en el seguimiento fotográfico. Con el tiempo, el proyecto evolucionó hacia estudios más detallados sobre la biología y el movimiento de estas ballenas, especialmente en la región patagónica, un área que, hasta hace poco, se creía desprovista de esta especie. La integración de tecnologías como el dron ha permitido a los científicos, como Mariano Coscarella y Marina Riera, obtener imágenes y datos críticos sin perturbar a los animales en su hábitat natural.
Entre 2.400 y 2.800 individuos
Durante una reciente misión, el equipo logró captar no solo imágenes impresionantes, sino también realizar biopsias que confirmaron la identidad de las ballenas sei mediante análisis genéticos. Este éxito se ha visto complementado por el uso de rastreadores satelitales, que proporcionan datos en tiempo real sobre la ubicación y los patrones de movimiento de estos leviatanes. La sorpresa fue grande cuando, en una de las expediciones, se contabilizaron entre 2.400 y 2.800 individuos en un área que había sido considerada prácticamente vacía de vida de sei.
La comunidad local de Rada Tilly y las autoridades están tomando nota de estos descubrimientos. La presencia creciente de las ballenas sei no solo es una señal alentadora de recuperación, sino que también ofrece nuevas oportunidades para el ecoturismo y la educación ambiental. Sin embargo, la responsabilidad de manejar este auge con cuidado es grande, ya que la interacción humana debe ser meticulosamente regulada para asegurar la protección continua de la ballena sei y su entorno.