Poco después de comenzar la década de los 2000 los usuarios que en la época tenían internet sorprendían a aquellos que aún no estaban conectados a la red de redes con Google Earth. La aplicación era algo totalmente inasumible en aquel momento: permitía ver el mundo a través de una pantalla. No tenemos claro en qué momento ese "ver el mundo a través de una pantalla" se convirtió en algo normal, en algo que no despierta preguntas morales, en algo que ni siquiera sorprende. Pero hace veinte años uno podía pasar, boquiabierto, tardes enteras explorando con su ordenador, y con una resolución que hoy día daría risa, pequeños pueblos nórdicos de los que no había oído hablar en la vida. La herramienta de Google dejaba patente algo que ya habían demostrado antes muchos otros, pero nunca con tanta fuerza: que vivimos en un mundo tan interconectado como bello. Microsoft Flight Simulator, el juego de Asobo Studio (A Plague Tale: Innocence) que llega el 18 de agosto a PC, transmite en cierto modo el mismo mensaje, pero con una contundencia que no habíamos visto desde que tuvimos por primera un globo del mundo pixelado en nuestra pantalla.
Microsoft Fligh Simulator es la última entrega totalmente nueva, desde el Microsoft Flight Simulator X de 2006, de una saga que comenzó su andadura en 1982. Como deja claro su nombre, esto es un simulador de vuelo que tiene como objetivo convertirnos en pilotos de aviones de distinto tipo y que ofrece una libertad absoluta al jugador para explorar, en toda su extensión y con un nivel de detalle sorprendente, nuestro planeta. Se pueden realizar viajes transatlánticos de una decena de horas en los que habrá que prestar atención al pilotaje, a las indicaciones de los aeropuertos y muchos detalles técnicos. Pero también se puede volar, usando una manejable avioneta y con asistencias de todo tipo, alrededor de la Sagrada Familia de Barcelona o surcar con una cercanía peligrosa los rascacielos que bañan Hong Kong. Incluso uno puede coger un avión, despegar del aeropuerto de la capital más cercana, y buscar desde las alturas su pueblo para sorprenderse de que no solo está recreado de manera fidedigna, sino que incluso se muestra el tiempo atmosférico de ese momento.
Gameplay comentado
Todo esto es posible porque la tecnología de nuestros ordenadores ha evolucionado considerablemente desde ese ya lejano 2006, permitiendo mostrar con un detalle sorprendente entornos fotorrealistas. Pero sobre todo se debe a que en las últimas décadas el mundo está más interconectado que nunca. Hay aplicaciones que nos permiten conocer en tiempo real el tráfico, páginas webs donde consultar el tiempo atmosférico en cualquier zona del mundo, programas que analizan las corrientes de aire y la presión atmosférica en cordilleras y valles, y software que indica por dónde están pasando aviones en ese momento y hacia dónde se dirigen. Gran parte de estos sistemas son de uso público, y otros tantos son de empresas que han colaborado por Xbox Game Studios y Asobo Studio para cruzar los datos y procesarlos en los servidores de Microsoft Azure.
La intersección de las mecánicas jugables de Microsoft Flight Simulator y todos los datos en tiempo real accesibles en la sociedad de la información provocan que el simulador se sienta como un Google Earth lúdico del futuro, como algo a medio camino entre herramienta y obra de entretenimiento que, incluso tras un buen puñado de horas de juego, sigue pareciendo increíble e impensable. Si el programa de Google nos permitía ver a través de una gruesa ventana partes del mundo que jamás tendremos la oportunidad de visitar, el juego abre esas ventanas de par en par y nos permite viajar, mirar con detalle y disfrutar de los retos ofrecidos o autoimpuestos, mientras poco a poco vamos aprendiendo (y maravillándonos con) los pormenores de la aviación.
El placer y los nervios de estar en el aire
La experiencia de manejar un avión en un simulador es algo muy distinto a conducir un coche o un camión en un simulador automovilístico; la diferencia principal, probablemente, está en que lo segundo se abarca como algo más terrenal, una acción menos alejada de la realidad. Pero para la mayoría de la gente, pilotar un avión de pasajeros o incluso una avioneta es algo exótico, extraño y también emocionante. Aunque lo hagamos a través de una pantalla, la primera vez que quitamos los frenos, encendemos el motor y avanzamos por la recta del aeropuerto cada vez a mayor velocidad sentimos algo diferente, una emoción que se transforma en una sonrisa tonta cuando separamos las ruedas del suelo y ascendemos, enfrentándonos a la presión del aire y a unos complicados controles (incluso con asistencias) que harán que la primera vez nuestra avioneta se comporte de manera parecida a una mosca intentando salir por una ventana entrecerrada.
Pero tras cada vuelo, y tras muchos accidentes en los que la pantalla se torna en negro (aquí no vais a ver el avión explotando o un edificio en llamas tras una colisión), vamos entendiendo los indicadores analógicos y/o digitales del avión y aprendemos a mantenernos en paralelo al suelo, a ascender sin quemar el motor y que los sistemas del avión empiecen a pitar sin saber por qué lo hacen, a aprovecharnos de las corrientes de aire y a aterrizar. El aterrizaje es una de las experiencias más complicadas y satisfactorias que hemos vivido en nuestra vida como jugadores. Con las asistencias (hay tres niveles), el aterrizaje requiere ajustar la velocidad (es mucho más complicado que reducir las revoluciones del motor), sacar el tren de aterrizaje y entrar en la pista a una altura correcta para no botar. Cada vez que llegamos a un aeropuerto, aterrizamos y echamos los frenos sentimos que hemos cumplido una hazaña increíble.
Por supuesto, no es lo mismo hacer un viaje y acabar de una pieza con un Cessna 152 (una avioneta) que con un Boeing 747-8 Intercontinental. Los distintos tipos de vehículos funcionan en cierto modo como niveles de dificultad. El peso que transmiten cada uno de ellos es totalmente distinto, y las complicaciones para el despegue, el vuelo y el aterrizaje son muy diferentes; por lo general, cuando más grande el aparato, más difícil. Poco a poco, y por las malas tras muchos accidentes, aprendemos que llevarnos un A320neo para ver de cerca la Giralda de Sevilla no es la mejor idea, y que hacer un viaje Córdoba – Gibraltar en un Savage Cub es una locura a no ser que tengas un puñado de horas por delante. Además, la cabina de cada uno es distinta, y aunque es fácil identificar los elementos principales para la navegación, ciertas acciones secundarias (no tanto al jugar sin asistencias) son más complicadas de encontrar en los aviones más grandes y digitalizados. Por suerte, y sin coartar la libertad de los jugadores que quieren una experiencia de simulación pura, Microsoft Flight Simulator nos lleva un poco de la mano, aunque nos la suelta rápido.
Licencia de pilotaje
Ya sea por el fotorrealismo que ha llamado la atención de muchos o ya sea por su inclusión en Xbox Game Pass, hay jugadores que llegarán a este Microsoft Flight Simulator sin experiencia previa en títulos simulares. Conscientes de esto, en Asobo Studio han incluido un breve modo campaña que hace las veces de tutorial. En una rueda de prensa a la que pudimos acudir antes de acceder a la versión de preview del juego, los desarrolladores explicaban que la experiencia que querían ofrecer era la misma que tendría alguien que se apuntara a unas clases de vuelo de aviones ligeros; y es justo eso lo que dan. A lo largo de ocho misiones una profesora particular nos va enseñando los pormenores de pilotar un Cessna 152: desde cómo leer los indicadores de su cabina a realizar un despegue, pasando por aprender a aterrizar, y finalmente, a realizar un vuelo completo que incluye el paso por distintos puntos de control, el registro de los tiempos y el aterrizaje en el lugar designado. Todo ello de manera bastante accesible (aunque hay algunos conocimientos que da por supuesto) y sobre un escenario espectacular, pues esas misiones tienen lugar sobre el desierto de roca rojiza de Sedona, Arizona.
Con esta experiencia uno aprende los pormenores del vuelo, aunque como tutorial se queda un poco corto porque, aunque la base del pilotaje es la misma, manejar otros aviones de más envergadura presenta problemas que no se han experimentado durante estas misiones. Aunque quienes prefieran una experiencia más guiada en los simuladores están de enhorabuena, porque los desarrolladores piensan en más misiones. No nos quisieron dar muchos detalles sobre ellas, pero sí dejaron claro que implicarían distintos tipos de aviones y que se basarían en actividades que se realizan en el día a día con estos vehículos aéreos.
Además del modo libre y de estas misiones hay otros tres modos. Uno de ellos son los desafíos de aterrizaje. Separados en tres categorías, se trata de actividades con tablas de puntuación globales que nos llevan a ciudades y aeropuertos destacados y exóticos con el objetivo de realizar un aterrizaje perfecto con un avión concreto. Los de la dificultad más básica no suponen tanto un reto (al menos, el simple hecho de aterrizar, conseguir buena puntuación es otra historia), pero nos permiten acudir a parajes interesantísimos, como un aeropuerto en medio de la nevada ciudad de Jackson en Estados Unidos; una pista de aterrizaje junto al mar en Francia y una descuidada pista de tierra en un país africano, por poner algunos ejemplos. Los de la siguiente dificultad nos llevan a lugares más complicados, como una ciudad cubierta de niebla en la que no vemos dónde hay que aterrizar hasta que estamos muy cerca (por lo que hay que guiarse con los instrumentos digitales del avión). Los de la última dificultad nos proponen desafíos con todas las letras, pues nos ponen en situaciones tensas como que haya mucho viento o vernos rodeados de una gran nevada.
Pero de momento, nuestro modo favorito es Bush Trip, viajes largos donde hay que tener en cuenta los pormenores de la navegación a larga distancia, pero que con las asistencias activadas se convierten en paseos extensos por entornos inolvidables. Cada uno de ellos tiene el avión más adecuado para la experiencia y nos va haciendo avanzar por distintos puntos de control. Los checkpoints los identificamos echando un vistazo al plan de vuelo, donde aparecen las coordenadas de cada uno de los puntos de control, pero también podemos usar un mapa si no nos preocupa la puntuación. En la versión preview había tres rutas de este tipo: una por Patagonia, otra por Nevada y una última por los Balcanes (especialmente espectacular esta última); esperemos que introduzcan más de cara al lanzamiento final. Además, hay otro modo, un desafío que va cambiando cada dos semanas y que, durante el periodo en que hemos jugado, nos proponía realizar un aterrizaje en una idílica pista en los Alpes franceses.
Libertad absoluta: hasta el fin del mundo
Más allá de todos estos retos y actividades guiadas, interesantes por estar diseñadas a mano y por ofrecer algo concreto en esos momentos en los que no se nos ocurra a dónde ir, lo realmente interesante de Microsoft Flight Simulator es, básicamente, que reconstruye todo el mundo. Podemos trazar el viaje que queramos, con el avión que queramos, con las ayudas y asistencias que queramos. Cualquier aldea, pueblo y ciudad del mundo está representada en el juego gracias a los datos de los satélites de Bing, y más de 400 de ellas están mejoradas a mano por el estudio usando fotogrametría. Todos los aeropuertos del mundo están en el juego, con 37.000 de ellos mejorados a mano y 45 de ellos diseñados con todo lujo de detalles por los desarrolladores, que irán ampliando la lista con el tiempo. Cualquier montaña, cualquier isla, cualquier playa está aquí.
Es esta experiencia de libertad absoluta la que nos ha cautivado durante más horas, simplemente observando con tranquilidad los bellos parajes que el mundo nos ofrece, a veces activando el piloto automático para centrarnos solo en maravillarnos con el entorno, y trasteando con los distintos modos de cámaras y con el cambio del tiempo atmosférico. Aquí podemos elegir que todo se sincronice con lo que está ocurriendo en tiempo real, es decir, que las nubes, el aire, el tráfico de carretera y aéreo y todos los demás factores se representen en el juego, de modo que, si hay una gran nube sobre tu casa, puedes verla en Flight Simulator. Pero también se puede configurar al gusto a través de unos sliders que permiten transitar al vuelo entre un espectacular atardecer y la intensa noche de la madrugada, entre el cielo más despejado y la más fuerte de las nevadas.
Esos momentos en los que vemos ante nuestros ojos cómo las nubes van avanzando y cómo el sol se va poniendo al mover un slider son de las situaciones más espectaculares visualmente en un juego. En nuestro caso hemos podido ejecutar esta beta en calidad media (dejamos los detalles del equipo más abajo) y pocos adjetivos se nos ocurren para describir la calidad visual del juego más allá que "impresionante". Más allá del sorprendente hecho de que todo el mundo esté plasmado en el juego está el sistema de iluminación, espectacular en los reflejos en los cristales del avión y en la chapa del vehículo cuando estamos jugando en tercera persona, o cuando la luz del sol baña los indicadores de la cabina; la recreación al mínimo detalle del interior de los aviones, con todos esos botones y palancas interactivas; el hecho de que, si nos acercamos lo suficiente, podamos ver la tridimensionalidad de las olas cerca de las playas y que el reflejo de la luz en un río nos pueda deslumbrar. Sí, nos hemos encontrado montañas con texturas bastante cutres y con campos de olivos que se veían como manchas desde las alturas, pero son pequeños detalles que pulir de uno de los juegos que más nos han sorprendido visualmente – y hablamos de un año donde hemos jugado a The Last of Us Parte II y a Half-Life: Alyx.
La experiencia, ya de por sí inmersiva, ganará muchos enteros en otoño cuando se actualice con la compatibilidad con realidad virtual. Eso sí, en un principio el modo VR será exclusivo para quienes tengan el casco de gama alta HP Reverb G2, pero más adelante (no han especificado cuándo) se actualizará con compatibilidad con Oculus, Index y el resto de las soluciones de realidad virtual más populares del mercado. Por cierto, no podemos dejar de hablar de otro detalle que nos sumerge por completo en la experiencia: los efectos del sonido. La diferencia entre un avión y otro se puede identificar tan solo por cómo se oye su motor; el sonido absorbente y opaco que se escucha en las cabinas de los vehículos más grandes es casi agobiante; y los mensajes por radio que van transmitiendo desde control dan la sensación de que ahí fuera hay más aviones, más pilotos, más vida. De hecho, no es una sensación, sino una realidad: podemos entrar en una partida en un mundo compartido con el resto de los jugadores, hacer la experiencia privada para nosotros o compartir un servidor instanciado solo con quienes tengamos en la lista de amigos – también se puede jugar sin internet, pero habrá menos detalle en el mundo y habrá elementos que se generen de manera procedimental por la ausencia de conexión a Microsoft Azure.
Un simulador para la próxima década
La realidad virtual a la que nos referíamos y las mencionadas misiones son tan solo una pequeña parte del contenido que llegará tras el lanzamiento. Desde Asobo Studio tienen un plan ambicioso para el título: quieren convertirlo en El Simulador, en mayúsculas, ofreciendo continuamente novedades para que crezca, para que los fans del género permanezcan y para que los recién llegados tengan motivos para volver. Algunas de esas actualizaciones serán gratuitas, como mejoras en los sistemas de juego, y otras serán de pago, como nuevos aviones. No tenemos claro de qué tipo será, por ejemplo, los helicópteros: quieren añadir este tipo de vehículo, pero para ello aseguran que tendrán que incorporar helipuertos al mundo, algo que harán con la misma ambición y detalle que con el trabajo que han realizado para los aviones. Pero conscientes de que la vida de un juego de este tipo no depende solo de ellos, sino de la comunidad, han asegurado que publicarán el SKU, permitiendo a los usuarios crear sus propios mods, de pago y gratuitos, que estarán disponibles desde el marketplace del menú.
Casi seguro que los más experimentados en los simuladores de vuelo le podrían buscar las cosquillas, mencionar contenidos que sí estaban en anteriores entregas o destacar funcionalidades que quizá no funcionen como les gustaría. Pero para cualquier persona que llegue a este título atraída por esos vídeos fotorrealistas que llevan mostrándose desde el E3 2019 se sorprenderá con un software que parece venido del futuro, con una experiencia que puede ofrecer momentos tensos y situaciones relajantes, y que deja aquel Google Earth del que hablábamos al principio como una tecnología del pleistoceno, básicamente, porque nunca nos hemos sumergido en las ciudades, en la naturaleza, y en definitiva, en el mundo tan bello en el que vivimos, como con Microsoft Flight Simulator.
Microsoft Flight Simulator estará disponible el 18 de agosto para PC en tres versiones, con la básica incluida en Xbox Game Pass. Trabajan en una versión para Xbox (no han especificado qué Xbox) donde serán compatibles una serie de joystick y accesorios para controlar el juego, que también será compatible con mando.
Hemos realizado estas impresiones tras probar la versión preview del juego con un código ofrecido por Microsoft y tras acudir a una mesa redonda y una entrevista con los desarrolladores. Xbox nos ha proporcionado joystick y pedales para el juego. Lo hemos jugado en un equipo con las siguientes características: Intel Core i5-6400 2,7 GHz, GeForce GTX 1070 8GB y 16 GB de RAM..