Cuando se habla de jugabilidad y/o narrativa emergente, uno de los títulos que siempre se mencionan es DayZ. En parte porque fue de los primeros, más allá de los mods de otros juegos, en popularizar el género de la supervivencia en línea; pero también porque las dificultades y las asperezas del título de Bohemia Interactive generan, por necesidad y por posibilidad, momentos curiosos, graciosos, intensos e inolvidables. Si el hecho de que sea una propuesta dura causa esas situaciones emergentes, DayZ Frostline, la primera expansión de pago del título publicado finalmente en 2018, genera aún más momentazos, en tanto que es todavía más difícil, como hemos comprobado en nuestras propias carnes (digitales).
Frostline, además de añadir varios contenidos y mejoras de usabilidad para todos, permite a los propietarios de la expansión acceder al mapa de Sajal, un archipiélago ártico enormísimo (83 kilómetros cuadrados, según los desarrolladores) donde moriremos una y otra vez.
El frío es un enemigo que nos acompaña en todo momento, al igual que la orografía del lugar: constantemente nos sentimos perdidos o confusos en medio de un laberinto de casas, fábricas y complejos industriales de diseño soviético. Después están los enemigos de siempre: los infectados, los otros jugadores, el hambre, la sed y las enfermedades, de las que también hay nuevas.
Supervivencia bajo cero
Al entrar en las partidas (nosotros hemos jugado en varios de los servidores oficiales europeos de Sajal, de los que hay bastantes) nuestro personaje aparece siempre cerca de lugares donde, en principio, podremos hacernos con algo del equipamiento necesario para sobrevivir: urbanizaciones devastadas, pueblecitos costeros, complejos industriales… Pero esos recursos son muy, pero que muy escasos. Daremos las gracias al cielo cuando demos con un suéter que calme algo el frío, una mochila para cargar más objetos o un hacha que nos permita cortar troncos para conseguir corteza; y nos creeremos los más afortunados del mundo si conseguimos una cajetilla de cerillas.
En los primeros momentos de Frostline, los fusiles, las pistolas, los bates de béisbol, las sartenes y cualquier otra cosa que sirva como arma queda en un segundo plano, y habitualmente las abonaremos por falta de espacio. Si estamos con los ojos y los oídos bien abiertos, es relativamente fácil evitar a los infectados, y si oímos un disparo en la lejanía, por seguridad lo mejor es alejarnos lo máximo posible hasta que estemos bien pertrechados. La violencia puede esperar, pero regular la temperatura y el hambre es la prioridad.
DayZ es un juego que te lanza a los leones: muere, sufre y experimenta con sus mecánicas, con sus posibilidades y con su enrevesada interfaz (bastante cómoda una vez la entiendes, eso sí), o bien búscate un puñado de tutoriales de YouTube. La expansión continúa esa filosofía de diseño, de hacer de lo más básico una tarea ardua. Si lo más básico aquí es comer, beber y entrar en calor, Frostline hace que los utensilios necesarios para prender fuego sean escasísimos, que la vida salvaje que cazar sea casi un espejismo (aunque sea más variada, pues hay especies inéditas), y que te encuentres constantemente en la irónica situación de que estás muerto de sed y rodeado de agua salada; hay fuentes naturales repartidas por la región, pero dar con ellas es complicado.
Realmente, dar con cualquier lugar en Sajal es complicado intencionadamente. Los pueblos postapocalípticos esparcidos por la costa del archipiélago son más o menos idénticos, por lo que necesitarás un buen puñado de partidas para reconocer dónde has aparecido. La orografía genera decisiones importantes. La mayoría de los edificios donde puede haber algo útil están en la costa, al igual que buena parte de los infectados, el resto de jugadores que acaban de empezar la partida y probablemente un puñado de supervivientes bien pertrechados que se divierten dando caza a los recién llegados.
Pero subir la montaña no es necesariamente más seguro porque, en medio del bosque, es complicado identificar cualquier punto de interés (que los hay: la antena, el faro, el buque accidentado en el glaciar…), y lo último que quieres es que te pille la noche (oscurisima y aún más tenebrosa en este mapa) perdido entre los árboles, con el indicador de temperatura al mínimo y oyendo disparos que cada vez se acercan más a tu posición. Hay momentos en los que Frostline no es un juego difícil; es desesperanzador.
Complejidad y dificultad para generar grandes momentos colaborativos
Y es en esos momentos cuando se nos recuerda por qué la idea detrás de DayZ es brillante aunque su ejecución no sea precisamente la más pulida y accesible. Vivimos varias partidas penosas, patéticas incluso: muertes de inanición porque la comida es escasísima, caídas al gélido mar cuando pretendíamos llegar al buque antes mencionado saltando por las placas de hielo, y hasta un asesinato perpetrado por un grupo de cinco jugadores que nos descubrieron mientras buscábamos algo con lo que hacer fuego, un momento que fue hasta cómico porque en un primer momento pensamos que venían en nuestra ayuda. Pero solo en un juego en que existe la posibilidad de hacer transfusiones de sangre a otros supervivientes y en el que tienes que ponerte mascarilla para evitar contagiar enfermedades se puede vivir un momento tan inolvidable como el siguiente.
Con el indicador de temperatura al límite, lo teníamos todo listo para encender la hoguera de una casa, pero nuestras cerillas se habían mojado y no teníamos tiempo para buscar otra alternativa. De repente llegó un tipo que no tardó en darse cuenta de la situación y encendió la hoguera. Mientras nos refugiamos de la noche y de la nieve, apareció alguien por la puerta apuntando con un arma, preguntando educadamente si se podía refugiar con nosotros. Tres desconocidos, casi desfallecidos, que pasaron una tranquila noche (realmente, unos minutos de partida) ante el fuego compartiendo unos palitos salados que habíamos sacado de nuestro inventario. Fue muy bonito. Poco después, huyendo de unos infectados, nos caímos de un tejado, nos rompimos un hueso de la pierna y morimos devorados.
Lo que queremos decir con esto es que la importancia de Frostline no está, o al menos no está solo, en que el nuevo mapa sea enorme, en que hayan introducido una lancha con la que navegar por el archipiélago (suerte para encontrarla y arreglarla), en las nuevas enfermedades, en la vida salvaje inédita, y ni siquiera en las renovadas mecánicas de pesca. Su mayor virtud es que lleva a los jugadores aún más al límite, incluso a aquellos que llevan jugando desde el lanzamiento del acceso anticipado en 2013 y se saben al dedillo el juego; y de la necesidad, del sufrimiento, de las ganas de sobrevivir, surgen interacciones y momentos inolvidables e irreplicables. Quizá por eso hace unas horas DayZ ha alcanzado más jugadores concurrentes en Steam que en toda su historia.
Hemos realizado estas impresiones gracias a un código para Steam facilitado por BestVision PR.