La saga Mario Party debutó con gran éxito en 1998 para Nintendo 64, y desde entonces hemos recibido nueve entregas de sobremesa –tres para N64, cuatro para GameCube y dos para Wii- y dos para consolas portátiles, una para GameBoy Advance y otra para Nintendo DS. Nintendo vuelve a probar suerte llevando esta saga a una consola portátil con Mario Party: Island Tour para Nintendo 3DS. El último capítulo de la serie desarrollado por Nd Cube, cocreadores de juegos como F-Zero: Maximum Velocity, Wii Party y Wii Party U, y los responsables de la última entrega de sobremesa, Mario Party 9.
Al comenzar Mario Party: Island Tour nos dan la opción de iniciar el modo para un jugador o el multijugador, que podremos jugar mediante el modo descarga. Esto quiere decir que con una sola copia puedes conectar con hasta tres jugadores más y competir en la mayoría de modos de juego, lo que sin duda es de agradecer, aunque tampoco hubiera venido mal incluir un modo multijugador a través de internet, del que Nintendo se vuelve a olvidar inexplicablemente.
Algo que un juego como este pide a gritos, ya que no siempre es fácil juntarse con varios amigos con sus respectivas 3DS, y jugando solo resulta bastante menos divertido
Al tratarse de un juego portátil, la experiencia para un jugador está bien nutrida de contenidos, el principal de ellos el modo Fiesta, con una variada selección de tableros cada uno con sus propias reglas. Siete tableros con un menú de selección que te da una breve descripción de sus reglas y una puntuación de una a cinco setas en tres apartados: habilidad, suerte y minijuegos, además de decirte el tiempo que puede durar la partida, por ejemplo entre 15 y 30 minutos, algo bastante útil aunque meramente orientativo, que puede depender de muchos factores.
El primer tablero, Reino de los objetos, es una partida en la que los ítems juegan un papel fundamental. El objetivo es alcanzar el castillo y al comienzo de cada ronda disputamos un minijuego que dependiendo en el puesto que hayamos quedado, obtendremos una recompensa en forma de dado de oro –en el que podemos sacar de uno a un seis-, dado de plata –de uno a tres- y un dado de bronce –un uno o un dos-. Cuando tiremos en esa ronda, al dado habitual de cada jugador se le sumará este otro especial, en caso de haberlo conseguido.
Pero como su nombre indica, son los objetos los que puedan dar un vuelco a las partidas. Sumar una cifra a la tirada, atacar con una concha verde a un rival que va por delante para que retroceda dos casillas, multiplicar tu tirada, cambiar la posición con un jugador concreto, intercambiar la posición de todos los jugadores, etcétera. Esto provoca que da igual que hayamos sido los más hábiles y ganado todas las pruebas, cuando estemos en la meta si alguien cuenta con el objeto oportuno nos puede mandar automáticamente al último puesto, por lo que la habilidad se queda en anécdota, y las partidas se deciden por pura suerte y a veces, un poquito de estrategia, algo que predomina en todo el juego, aunque no de igual manera en todos los tableros.
En el tablero Montaña de Bill Banzai tenemos que cruzar dos desfiladeros con la enorme amenaza de Bill Banzai siempre el acecho. Si al tirar el dado uno de los jugadores saca su cara, este sale disparado y tira a los jugadores fuera del tablero, siempre y cuando no se hubieran resguardado en alguno de los refugios. En Reino galáctico tenemos que ir acumulando propulsores, que podremos usar cuando queramos, siendo una partida muy estratégica, un tablero que podremos superar habiendo disfrutado de apenas un par de minijuegos. Y en Safari estelar tenemos que ir acumulando miniestrellas, que nos regalan al llegar a los podios estelares, y cuanto antes lleguemos, más estrellas recibiremos, decidiéndose el ganador por el que más objetos de estos tenga al llegar a la meta
Lo que más sorprende de la mayoría de los tableros es el poco peso que tienen los minijuegos, tanto a la hora decidir el ganador, como por la cantidad de veces que aparecen, en alguno tableros concretos apenas disfrutaremos de minijuegos, cuando se supone que deberían ser las estrellas de la función. Además de elegir el tablero, antes de cada partida podemos elegir el número de jugadores, los personajes –Mario, Luigi, Peach, Daisy, Wario, Waluigi, Yoshi, Boo, y un noveno personaje secreto desbloqueable-, los set de minijuegos –todos, fáciles, y si incluir los que usan el micrófono de la consola-, y lo que es muy importante, el nivel de habilidad de la CPU –fácil, normal, difícil, muy difícil y experto-, algo muy necesario ya que en la dificultad por defecto la IA es demasiado torpe.
Tenemos disponibles 80 minijuegos, desde los más clásicos, manejando a un personaje directamente en carreras, competiciones de ver quién recoge más objetos, o batallas en las que hay que pelearse y tirar a los rivales de una plataforma, a otros que utilizan la pantalla táctil y nos obligan a usar el lápiz, con puzles de formar figuras y dibujar objetos, y algunos que incluso hacen uso de las giroscopios de la consola, teniendo que moverla, y que no siempre están demasiado bien resueltos.
Todos los minijuegos son muy sencillos de entender a la primera, y pocos sorprendentes en la mayoría de los casos, no obstante estamos ante una saga con más de diez entregas sobre sus espaldas, y es complicado a estas alturas ser originales. En este sentido hay algunas pruebas –pocas- que sí se intentan salir de la norma, como una bastante peculiar como Concurso de Imitavoces, que utilizando el micrófono de la consola nos pide que imitemos la voz de algunos de los personajes del universo Mario, lo que puede provocar algunas risas si jugamos en compañía.
Tenemos además un par de juegos de puzles más elaborados de lo normal, sin tiempo límite y con puntuaciones, como Alinea 3, una especie de Dr. Mario, o Encadenados, algo parecido, salvando las distancias, a Candy Crush. También hay varios jefes finales, en el que contamos con una barra de vida y tenemos que acabar con el malo de turno, con unas mecánicas bastante básicas de juego de plataformas. Estos jefes se desbloquean en Torre de Bowser, una especie de modo historia en el que tenemos que ir superando los distintos pisos de una enorme torre, teniendo que ganar un minijuego para pasar a la siguiente planta. Al disputar cualquier prueba desbloqueamos puntos MP, que sirven para comprar unos set de sonidos de los personajes y los escenarios, unos desbloqueables sin demasiado interés la verdad.
Por lo que hemos jugado hasta el momento de Mario Party: Island Tour, se nota que estamos ante un título menor dentro del catálogo de 3DS, que desentona un poco con la brillante línea de lanzamientos de la consola en los últimos meses. Para quienes tengan pensado jugarlo con unos amigos, y más teniendo en cuenta la posibilidad de hacerlo con una única tarjeta de juego, puede ser una opción interesante, pero para el resto, si vamos a jugar solos, y teniendo en cuenta que carece de juego online, no parece que vaya a ser una experiencia demasiado divertida. Estará a la venta en Europa el próximo 17 de enero.