Análisis de Child of Eden (Xbox 360, PS3)
Rez fue un juego de 2002 diseñado por Tetsuya Mizuguchi y desarrollado por United Game Artists, un estudio interno de Sega. Un título cuanto menos peculiar, que mezclaba la acción y la música en un shooter sobre raíles al estilo Panzer Dragoon, con una estética minimalista y abstracta, que trajo al mundo del videojuego la para muchos hasta entonces desconocida palabra sinestesia. Una experiencia caracterizada por la mezcla de varios sentidos, por ejemplo oír colores, ver sonidos y percibir sensaciones gustativas al tocar un objeto, un concepto que descubrió Mizuguchi a través del descubrimiento de la obra pictórica del pintor ruso Wassily Kandinsky, quien dedicó parte de su vida a reflejar la música en la pintura.
Este original título para Dreamcast –que también llegaría a PlayStation 2- fue considerado por muchos desde el momento de su salida al mercado como un clásico instantáneo, uno de esos juegos para los paladares más exigentes y que buscan experiencias originales y distintas. Ahora llega Child of Eden, el nuevo trabajo de Tetsuya Mizuguchi y que se puede considerar el sucesor espiritual de Rez, con el que guarda no pocas similitudes. Desde la jugabilidad hasta ciertos aspectos de la historia, aunque con un punto de vista más optimista y vitalista, y unos gráficos más coloridos, que aprovechan muy bien la alta definición para ofrecer uno de los apartados visuales más llamativos y originales en lo que llevamos de generación.
Salva a Lumi, salva el Eden
Edén es un archivo donde se encuentran todos los recuerdos humanos, creado con el objetivo de llegar reproducir la personalidad humana, encarnada en la figura de Lumi. Cuando se completa la compilación de Lumi como persona, un virus de origen desconocido se infiltra en la red e infecta los enormes archivos de Edén. Si nadie lo remedia pronto corromperá y destruirá todos los datos de la memoria de Lumi, por lo que tendremos que detener este virus y completar el Proyecto Lumi. Este personaje está interpretado por la modelo y cantante japonés-americana Rachel Rhodes, imagen de la banda virtual de Genki Rockets, que pone la música al juego y que entre otros está formada por Tetsuya Mizuguchi. La vocalista de esta banda, Lumi, es un personaje ficticio creado para la ocasión, a la que el japonés ha hecho protagonista de su videojuego.
Una introducción de imagen real protagonizada por Lumi nos da la bienvenida, y son varias las veces en las que aparece, sobre todo al final de cada nivel. La jugabilidad es similar a la que ya disfrutamos en Rez hace nueve años, aunque la gran diferencia que aquí jugamos con una vista en primera persona, manejando solo el punto de mira con el que disparamos, sin ver ningún tipo de personaje. Con el botón A fijamos nuestros objetivos, y soltándolo disparamos a los blancos que hayamos marcado. Podemos fijar hasta un máximo de ocho blancos al mismo tiempo, algo importante para conseguir buenas puntuaciones y sobre lo que gira la jugabilidad, ya que casi todos los elementos a los que disparamos salen en grupos de ocho. No solo hay que destruir todo lo que vemos en pantalla, sino que también se valora que lo hagamos al ritmo de la música. Nuestras acciones generan ritmos, tanto al disparar al aire como cuando hemos fijado un enemigo, por lo que no solo basta con acabar con todo, sino que se premia que lo hagas con ritmo.
El mando es de gran ayuda para conseguir esto, ya que vibra al ritmo de la música, y nos ayuda a seguir el compás de la música e incrementar la inmersión. Tenemos otro tipo de disparo, llamado trazadora, que se realiza con el gatillo derecho, y que no marca a los enemigos, sino que es una ráfaga de disparos que principalmente se usa para desviar los proyectiles que nos arrojan, siempre identificables por el color púrpura. Esto hace que se complique la acción, ya que por un lado tenemos que estar marcando con el disparo simple, y por otro destruyendo cualquier amenaza que venga hacia nosotros con la trazadora.
La jugabilidad, para quien recuerde Rez, es más pausada aquí, salvo momentos puntuales. No siempre avanzamos hacia delante sin descanso, sino que en muchas ocasiones estamos parados o moviéndonos lentamente. También la música, aunque electrónica, es más pausada, más chill out, lo que no evita que tenga sus momentos de acción frenética, que es cuando consiguen que la experiencia sea más "sinestésica" y nos metamos de lleno en el juego. No solo cuando la cosa se acelera aumenta la inmersión, también lo hace la diversión y es cuando este título se muestra más brillante.
Tenemos puntos de vida –hasta cinco-, que se pueden recuperar disparando a unas esferas azules, ya que si nos quedamos sin vida se acaba la partida, y no existen puntos de control –no obstante son niveles de diez minutos-. Hay otras esferas rojas denominadas bombas de euforia, que se pueden ir almacenando y que cuando usamos acaban con todo los enemigos en pantalla. Aunque podemos completar todos los niveles en poco tiempo, uno de los pilares de la jugabilidad es picarse en conseguir las mejores puntuaciones y subir lo más alto posible en los marcadores en línea, ya sea en la dificultad normal o difícil.
Cinco son las fases: Matriz, Evolución, Belleza, Pasión y Viaje. Las cuatro primeras desbloqueadas desde el principio, y una quinta cuyo acceso nos tendremos que ganar obteniendo estrellas en las otras cuatro. Todas con una temática distinta aunque una duración parecida, ya que se tardan en completar entre diez y doce minutos, excepto la última que se va más allá de los 20, y una dificultad que va creciendo poco a poco en el orden que las hemos mencionado. Cuando hayamos terminado los cinco niveles aparecerá una sexta fase titulada Esperanza, que es un modo desafío en el que vamos superando distintos niveles de manera consecutiva, y en el que supone un gran reto llegar lejos.
Cada uno de los niveles cuenta con una ambientación bastante diferenciada. Matriz se caracteriza por formas geométricas y abstractas, Evolución está ambientada debajo del agua con medusas y diversos tipos de peces, Belleza representa la naturaleza con insectos y todo tipo de flores, y Pasión que trata sobre la tecnología y el progreso. La última, Viaje, es una mezcla de todas las anteriores, cogiendo sus jefes, que son muy espectaculares y en ocasiones bellos, como una ballena que acaba convirtiéndose en un ave Fénix. La fase extra, Esperanza, deja a un lado los artificios y el ritmo más pausado de las otras y es pura jugabilidad, lo que seguro encantará a los más jugones. Según cómo lo hagamos vamos consiguiendo estrellas y desbloqueamos extras. Bocetos, vídeos musicales, e incluso nuevos efectos visuales y de sonido, para cambiar los ritmos que suenan cuando disparamos.
Uno de los grandes atractivos de esta versión –al menos publicitariamente- es el soporte de Kinect, lo hemos probado a fondo y funciona muy bien, posiblemente uno de los juegos que no son exclusivos para el periférico que mejor se juegan y más sentido tienen. Moviendo la mano derecha marcamos los objetivos, y desplazándola hacia adelante, como dando un impulso, soltamos los disparos. La mano izquierda es la trazadora, y al principio resulta complicado, ya que estos dos disparos no se pueden usar a la vez, y tenemos que estar cambiando de brazo, pero nos acostumbramos enseguida, y levantando los dos brazos a la vez usaremos la bomba de euforia. Que nos haya gustado no quiere decir que nos parezca mejor que jugar con el mando, de hecho aunque parezca curioso no nos parece más inmersivo jugar solo con las manos. La vibración del mando, al ritmo de la música, es importante para la jugabilidad, y es uno de los elementos que se pierden al jugar con Kinect, además a veces tenemos que apuntar a elementos que están fueran de la pantalla, moviéndonos a los extremos de esta para ver otros ángulos, lo que se hace de manera torpe. Pero sabemos que es algo muy subjetivo, y en cualquier caso invitamos a probar la experiencia, muy satisfactoria, con una decisión inteligente en las puntuaciones de los marcadores en línea que se han separado, por un lado las del mando y por otro las de Kinect –más complicado jugando de esta forma-, por lo que son dos experiencias complementarias, no antagónicas.
Uno de los puntos más polémicos de este título va a ser su duración, un trabajo que en sus primeras fases de desarrollo parecía que fuera a ser un juego descargable, pero que finalmente tiene una distribución normal en las tiendas –al precio habitual de los títulos de Kinect, 50 €-. Es algo que no vamos a entrar a valorar, pero que sí queríamos comentar, ya que algunos en dos horas habrán terminado las cinco fases y se sentirán decepcionados, y otros le sacarán mucho jugo rejugando una y otra vez los niveles para sacar las mayores puntuaciones, lo que creemos que es la gracia Child of Eden.
Puro espectáculo visual y sonoro
Visualmente es deslumbrante, precioso, con un gran colorido y una imaginación desbordante, con momentos hipnóticos. Una muestra de lo que esta, la generación de la alta definición, podría haber ofrecido, en vez de tanta estética gris y oscura. No solo es bonito, sino que es digno de alabar cómo solo a través de colores, formas y sonidos son capaces de contarnos una historia –un tanto abstracta- distinta en cada nivel, sin necesidad de ningún recurso narrativo clásico. Pero no deberíamos separar los gráficos de la música, ya que forman un conjunto indivisible. Jugar en una pantalla grande, a oscuras y con un equipo de sonido envolvente a un buen volumen, es una experiencia única<, que por sí sola justifica el juego.
Es cierto que si se jugó Rez en su día no sorprende tanto, ya que comparten un concepto parecido, pero han pasado tantos años desde aquel y como nadie se ha atrevido a hacer algo muy similar, Child of Eden resulta fresco y original. La música la ponen los Genki Rockets, la banda formada por Tetsuya Mizuguchi, con una serie de ritmos chill, dance y en los temas vocales algo muy similar al J-Pop, un poco edulcorados y un estilo que sabemos causa urticaria a más de uno, pero que encaja con la estética y ese punto vitalista y "buenrollista" que nos intentan transmitir.
Una experiencia distinta, fresca y original
Para los que crean que los videojuegos son algo más que acción en primera persona, bichos y marines con cara de malas pulgas, que buscan y gustan de probar nuevas y originales experiencias, no deberían dejarle de echar un ojo a Child of Eden. Un título ahora mismo único en su especie, en el que debemos disparar con ritmo, dándose la mano música y espectáculo visual en una experiencia muy gratificante. Con solo cinco niveles más uno extra, que se pueden acabar en poco tiempo, basa su potencial en rejugar una y otra vez las mismas fases para conseguir las mejores puntuaciones, sin duda el que puede ser su talón de Aquiles para algunos jugadores. Pero por lo demás uno de esos juegos que intenta ofrecer algo distinto, que se salen de los cánones y que tendríamos que ver más a menudo en esta industria para que ganara en riqueza y variedad, y fuera un poco más madura.