Análisis Dragon Quest Monsters: El principe oscuro (Switch, PC, Android, iPhone)
El que muchos catalogan como el Pokémon de Dragon Quest ha llega a Nintendo Switch con la intención de demostrar que puede trazar su propio camino, incluso invadiendo un terreno tan "peligroso" como es el de Pokémon. Y es que prácticamente ninguna de las grandes compañías había intentado asemejarse a la gallina de los huevos de oro de Game Freak, pero Square Enix tiene la solera suficiente como para intentar pescar algo en pleno lanzamiento de los DLC de Pokémon Escarlata y Púrpura.
Nintendo Switch lleva años fuera de la guerra de consolas haciendo el camino por su cuenta, y lo ha hecho gracias a contar con sagas como Mario, Zelda, Pokemon y algunos títulos de Dragon Quest como este Dragon Quest Monsters: El príncipe oscuro. Es cierto que la comunidad de Dragon Quest sigue esperando con ansia otro anuncios como Dragon Quest 3 HD-2D Remake, aunque de momento no hay grandes detalles de este título, Square Enix nos ha traído un juego que a muchos nos ha recordado a Pokémon por su diseño y estilo visual, aunque este Dragon Quest Monsters tiene su propio estilo y se empeña en demostrarlo a lo largo del transcurso de la historia.
La historia de Dragon Quest extendida al ámbito de los domadores de monstruos
Como es habitual, esta trama está conectada con lo que ya conocíamos en Dragon Quest IV: Las Crónicas de los Elegidos, donde nos narra el pasado de Psaro, el villano de Dragon Quest IV. Nuestro protagonista crece en un pequeño pueblo de Terrastria, pero debido a su apariencia de demonio los otros niños le dan de lado.
Un día, el niño decide usar sus poderes para salvar a un aldeano, pero lejos de recibir el reconocimiento que merece, en el pueblo deciden exiliarlos a él y a su madre, es en este momento cuando Psaro decide acudir a su padre para reclamarle ayuda, pero Randolfo se niega, y le impide volver a Nadiria. Además, Psaro el maldecido para impedir que pueda levantar su espada contra los monstruos del reino.
Tras esto, Psaro vuelve al mundo de los humanos, donde jura vengarse y tomar el lugar de su padre como único gobernante de Nadiria, pero dicha maldición le impide atacar a otros monstruos, así que la única forma que tiene de tomar el reino será la de convertirse en domador de monstruos, es decir, un guerrero que lidera a grupos de bestias que se enfrentan en los campos de batalla.
Un paseo por el campo con algún que otro escollo
Siguiendo la influencia de Pokémon, que la tiene, Dragon Quest Monsters se centra más en la exploración de mapas más o menos extensos, durante la exploración de estos mapas, encontraremos monstruos a los que podremos enfrentarnos para reclutarlos en nuestro ejército. Existen tres formas de reclutar monstruos, la primera es derrotarlos en el campo de batalla y esperar que se unan a nosotros de buena fe, la segunda sería impresionarlos a través de una demostración de fuerza, por último, también podremos fusionar criaturas para dar lugar a nuevos monstruos.
El método de fusión está bien diseñado y muestra con anterioridad el resultado que obtendremos, así que en ningún caso habrá que jugársela a ver que pasa. Si en el pasado las fusiones eran completamente aleatorias y la imposibilidad de controlar siquiera una pequeña parte del resultado acababa por desalentar la experiencia de juego, esta vez el jugador puede darse el capricho sin correr el riesgo de obtener ejemplares de rango incluso inferior al sacrificado. Cabe recordar que sólo los monstruos cuyo nivel sea superior a 10 pueden fusionarse con otras bestias.
En cuanto a la dificultad, es un poco lo mismo de siempre, una IA relativamente sencilla de manejar salvo los combates contra algunos de los jefes que sí supondrán un reto, la mayor parte del tiempo encontrarás rivales o monstruos a los que derrotarás sin ningún tipo de problemas, lo que está bien para que el transcurso de la historia sea fluido pero que deja algo que desear si buscas una experiencia de juego algó más desafiante.
La única auténtica novedad que trae Dragon Quest Monsters: El príncipe oscuro la encontramos en la introducción del cambio de estación, una mecánica que a intervalos regulares modifica radicalmente el paisaje circundante e incluso los monstruos salvajes que se pueden encontrar. Por ejemplo, si el verano favorece el acceso a zonas montañosas, permitiéndoles alcanzar zonas elevadas que son inaccesibles en otras estaciones, el frío del invierno congela lagos y ríos, facilitando la exploración de los islotes y eliminando diversos obstáculos.
Un reconocible diseño pero falto de cariño
Dragon Quest Monsters: El príncipe oscuro deja bastante que desear, y es que si decimos que recuerda a Pokémon, es porque las similitudes se extienden más allá del concepto, incluso los framerates son similares. Sí es cierto que en áreas pequeñas y poco pobladas se mantiene a unos 30 fps estables, pero por otro lado hemos experimentado caídas notables y frecuentes en la velocidad de fotogramas por segundo y un molesto pop-in de las texturas que penaliza principalmente los mapas más grandes y poblados.
Por otro lado se encuentra el diseño de los monstruos, bastante poco originales y aún mayor es el agravante de las posibilidades que nos da toda una franquicia como Dragon Quest a la hora de diseñar nuevos personajes. Es cierto que domina la reconocible mano de Akira Toriyama, pero muchos de estos monstruos son tan simples que no dan ganas ni de reclutarlos.
El juego que queríamos pero no tal como lo queríamos
No cabe duda de que Dragon Quest Monsters: El príncipe oscuro es uno de esos juegos que toda saga trata de "experimental", bifurcaciones en la historia y mecánica habitual de un desarrollo para enganchar a nuevos usuarios y darle aire fresco a los que ya son habituales. Esto no siempre funciona y tenemos muchísimos ejemplos con sagas como Zelda, Pokémon o Kingdom Hearts, donde la innovación ha sido demandada en innumerables ocasiones pero no siempre bien acogida por los más veteranos. Y es que es muy complicado salirse del tiesto cuando las raíces son tan profundas.
Este Dragon Quest Monsters es un buen juego, en él te pasarás horas explorando, descubriendo y atrapando monstruos entre una gran cantidad de mapas. Además, como ya hemos comentado, el tema de los cambios de estación le dan un giro más al fuerte del juego y te permite estirar el chicle un poco más de lo normal.
Sí es cierto que necesita pulir algún que otro apartado, como el infame framerate en ciudades pobladas junto con caídas repentinas. En esto algo de culpa tiene la plataforma, pero es el juego quien debe adaptarse al medio. En definitiva, la idea es más que interesante, un soplo de aire fresco a unas sagas tan consolidadas siempre es una buena nueva.