Análisis de Baboon! PSN (PSVITA)
Baboon! No es lo que parece al echarle un vistazo rápido. Su aspecto infantil, con plátanos que se convierten en estrellitas cuando los alcanzas, puede llevar a pensar que es un juego ligerito, pero si te fijas tiene el nombre escrito en japonés junto al título y la música recuerda a las melodías pegadizas de las primeras dos décadas de videojuegos comerciales, y esto ya da pistas acertadas. Si eres de los que se han dado cuenta de esto último, enhorabuena. Si no, rápidamente te darás cuenta de que las primeras impresiones no son lo que parecen.
Esos gráficos de aspecto tan inofensivo esconden un juego con mucho más intríngulis del que parece. Para empezar, es un plataformas en el que el protagonista no salta pero casi siempre debe ir hacia arriba. Lo consigue siguiendo la tradición familiar circense de convertirse en mono-bala e impulsarse con bombas.
El desplazamiento se produce en la dirección contraria en que se coloca la bomba y con una intensidad que establece una barra que sube y baja situada a la derecha de la pantalla.
Colocación de la bomba y potencia determinan la dirección del salto
Estamos hablando, por tanto, de un juego basado en trayectorias. Si desplazas la bomba ligeramente y saltas con la barra al máximo el protagonista, el chimpancé Tumbili, saltará casi en vertical y con fuerza. Es un salto adecuado para alcanzar plataformas más altas situadas al otro lado de la pantalla. Y si desplazas al máximo la bomba y saltas cuando la barra está en la parte inferior, el mono se desplazará bajo y cerca de la posición inicial para, por ejemplo, superar un hueco esquivando un enemigo que sobrevuela la zona.
Cuando ya has entendido cómo funciona, el juego te propone otro reto al cambiar las propiedades de la bomba y tendrás que usar una de fuego para derretir el hielo, o un taladro para acceder a ciertas zonas. Así una y otra vez, porque cuando empiezas a coger el tranquillo, Baboon! vuelve a cambiar las reglas y te pide un poco más. Este nivel de exigencia es a veces desesperante, y a veces dejas la consola a un lado por imposible...
...para volver a cogerla pasado un rato. A veces los videojuegos recuperan el aire de los años 80 y 90 con unos gráficos de baja definición, y Baboon! tiene el sabor de esas décadas con una dificultad inusual hoy día y con una falta de benevolencia más rara aún de ver ahora. Por eso es especialmente gratificante superar una pantalla que has tenido que repetir muchas veces. Lograrlo se convierte en una necesidad imperiosa.
No hay posibilidad de error en cada pantalla a no ser que reúnas el número de plátanos suficientes para comprar algunos objetos que le concedan a Tumbili esa segunda oportunidad y eliminen a algún enemigo. Pero en una nueva vuelta de tuerca no podrás controlar cuándo usas ese objeto, simplemente se gastará en lo que de otra manera hubiera sido una muerte segura.
Hay pantallas tan duras que cuando las superas no vuelves a pisarlas, ni aunque tenga muchos plátanos o para conseguir las tres medallas de cada nivel: la primera se logra al terminarlo, la segunda al recolectar todos los plátanos y la tercera cumpliendo una condición distinta para cada nivel que descubres cuando lo completas por primera vez.
No se trata de superar una tras otra las pantallas. En su camino por los distintos mundos Tumbili va encontrando personajes a los que puede ayudar y todo sirve para reconstruir lo que sucede en la isla y liberarla del pirata Baboon. La historia te pide que a veces vuelvas sobre tus pasos para matar a un tipo de enemigos específico que te da objetos o conseguir plátanos para comprar ingredientes, pero hace más ameno el camino y, sobre todo, tiene más valor descriptivo de la isla y sus habitantes que de la narración de los hechos.
En los distintos mundos vas así avanzando y retrocediendo según marque la historia o tu necesidad de conseguir plátanos, hablando con los distintos habitantes de la isla, recogiendo materiales para hacer comida o trajes, visitando el Monkey Markt que hay en cada mundo para comprar objetos, abriendo niveles a los que antes no tenías acceso... es entretenido y la apertura de opciones secundarias te da una salida cuando decides descansar de un nivel que se resiste.
Vita es una excelente plataforma para el mono explosivo
Gráficamente el juego es atemporal -aunque la calidad es propia de los tiempos que corren- y Vita es una plataforma excelente para él. El diseño artístico mantiene casi siempre en un buen nivel. Tumbili tiene encanto, igual que los pinchicotes y sus distintas expresiones o los personajes humanos, de fuerte influencia japonesa. Relevo ha puesto interés en dotar de distintas personalidades a los personajes. Además, poner al cerdito Kevin como una especie de hada madrina que te ayuda es una idea muy divertida.
En Baboon! se detecta amor por lo japonés, a él obedecen los kanji con la traducción del nombre del juego y, sobre todo, la música machacona y repetitiva que se infiltra en las venas. Habrá supuesto un buen pellizco del presupuesto conseguir a Hideyuki Fukasawa (Super Street Fighter IV, Onimusha), pero ha merecido sin duda la pena. Esa música es una de las dos razones de que no arrojes la consola por la ventana en las pantallas más difíciles.
La otra razón, por supuesto, es que el juego es un reto al que no te puedes negar. Baboon! viene de frente y en ningún momento tienes la sensación de que te está escamoteando el triunfo para parecer difícil. El tiempo que dures en cada fase, llegar a la meta, depende sólo de tu habilidad. Debes ser capaz de ver la trayectoria de la bomba y de activarla con el impulso adecuado en el momento correcto en que no hay enemigos en tu camino.
Por si fuera poco lograr esa coordinación, hay fases en las que el escenario te lo pone más difícil, bien porque se desarrolla en scroll automático, bien porque en ellas el reloj que está en todas las pantallas es más apremiante. Por todo esto no es un juego facilón para niños, es más para los que de pequeños eran capaces de gastarse en un juego sus ahorros y después jugarlo hasta sabérselo de memoria, para los que quieren un reto de verdad.