Análisis Sonic Superstars, el desangelado regreso del Sonic más clásico (PS5, PS4, PC, Xbox Series X/S, Xbox One, Switch)
Cuando Sega anunció Sonic Superstars a principios de junio no pudimos evitar emocionarnos e ilusionarnos. Al fin y al cabo, la promesa de una nueva entrega 2D de este icónico erizo siempre es motivo de alegría, más todavía si toma su inspiración directamente de los juegos clásicos que llevaron al erizo a lo más alto de la industria en la década de los 90.
Sin embargo, en vez de apostar por hacer algo similar al sobresaliente Sonic Mania, la compañía ha querido ir mucho más allá para crear algo completamente nuevo. Esto, en la práctica, se acaba traduciendo en un refrescante apartado gráfico 3D, la inclusión de poderes inéditos, la posibilidad de disfrutar de la aventura en cooperativo con hasta tres jugadores más y el estreno de mundos nunca antes vistos que se han creado desde cero para la ocasión, novedades que llegan acompañadas por la jugabilidad tradicional de la serie.
Ahora, con el juego ya en nuestro poder y tras haberlo completado de principio a fin, podemos confirmar que Sonic ha regresado con una aventura entretenida y disfrutable que no consigue librarse de una serie de errores de diseño que, por desgracia, acaban lastrando la experiencia más de lo que habría sido deseable.
La importancia de las físicas
Así pues, volvemos a estar ante un juego de plataformas 2D muy clásico que hace gala de todas las señas de identidad de la saga: niveles amplios y enrevesados en los que las rutas superiores son más sencillas que las inferiores, montones de rebotadores y mecanismos que nos permiten acelerar y movernos de un lado a otro a toda velocidad, infinidad de anillos para recoger que nos ayudarán a sobrevivir a los golpes siempre y cuando tengamos alguno en nuestro poder, monitores que nos otorgarán diversas ventajas y recompensas al romperlos y, por supuesto, diversas fases de bonificación a las que podremos acceder para intentar conseguir las preciadas Esmeraldas del Caos, entre otras cosas.
Como veis, la fórmula es la misma que la de las entregas de 16 bits, algo que, de primeras, nos encanta. De hecho, uno de los mayores aciertos del juego lo tenemos en sus controles y físicas, los cuales son prácticamente un calco de lo visto en Sonic Mania.
Arzest ha clavado la inercia, la aceleración, el control de los saltos y el peso de los personajes, consiguiendo que las sensaciones al tener el mando en la mano sean impecables y muy familiares para cualquiera que lleve décadas rejugando los clásicos de la serie.
Una buena variedad de niveles con problemas de diseño
Lamentablemente, no podemos alabar de la misma manera el que es el otro gran pilar de la aventura: su diseño de niveles. Por un lado, nos ha alegrado comprobar que todas las zonas son completamente nuevas y no se ha recurrido a reciclar las ya existentes de obras anteriores, lo que no quita que haya muchas reminiscencias y ambientaciones similares a lo que nos tiene acostumbrado ya el erizo, logrando un equilibrio muy interesante entre lo nostálgico y lo novedoso.
Además, nos ha sorprendido para bien lo variados que son todos los actos y las ganas que demuestran de experimentar con nuevas ideas y mecánicas, algo que no siempre termina por salir igual de bien, pero que al menos nos ha dejado con unas cuantas fases muy divertidas y sorprendentes que nos han gustado mucho por lo que nos proponen.
El problema radica en que la ejecución de todo esto no es especialmente brillante, algo que se agrava cuando nos damos cuenta de que el título arrastra muchos de los problemas de los que adolecen los juegos más modernos del personaje, como si no hubiesen aprendido nada de los errores del pasado y no hubiesen terminado de entender qué es lo que hizo que la trilogía original se convirtiese en toda una leyenda del medio.
De primeras, nos encontramos con que las fases suelen abusar de momentos "automáticos" en los que diversos mecanismos o rebotadores nos van llevando de un lado a otro a toda velocidad quitándonos el control, algo que en ciertas pantallas ocurre con demasiada frecuencia y resta más protagonismo del deseable al "plataformeo" puro y duro.
De igual modo, la forma en la que están dispuestas las trampas y los enemigos nos ha parecido un tanto cuestionable, pues el juego parece completamente empeñado en frenar nuestras carreras de formas un tanto "sucias" e impredecibles a las que rara vez nos vamos a poder anticipar a menos que nos conozcamos los niveles de antemano.
Encontrar un equilibrio entre la alta velocidad de Sonic y las secciones de plataformas más pausadas que requieren una mayor precisión siempre ha sido uno de los mayores retos de la saga, pero títulos como Sonic The Hedgehog 2 o Sonic 3 & Knuckles demostraron que esto es algo que se puede conseguir con un buen diseño de niveles. En cambio, Superstars no es capaz de conciliar ambas vertientes y busca constantemente que salgamos disparados a toda velocidad con algún mecanismo o pendiente para, en mitad del impulso, plantarnos algún enemigo u obstáculo para que nos choquemos y perdamos nuestros anillos sin darnos tiempo a reaccionar.
Por culpa de esto, los niveles no terminan de fluir todo lo bien que deberían y se dan situaciones especialmente frustrantes que acaban por lastrar la diversión más de lo que nos hubiese gustado. Curiosamente, gran parte de estos problemas se habrían resuelto con una cámara algo más despegada de los protagonistas, ya que jugando en solitario está tan cerca de ellos que apenas nos permite ver lo que hay a nuestro alrededor, obligándonos a dar algunos saltos a ciegas e impidiendo que nos anticipemos a peligros que con un zoom más amplio habríamos podido evitar.
Eso sí, cuando todo funciona como debe, el juego divierte y entretiene con facilidad. Hay buenas secciones de plataformas, muchos mecanismos distintos con los que jugar y multitud de rutas que podemos tomar y que aumentan su valor rejugable, por lo que es una pena que las fases sean tan irregulares y pasen constantemente de lo divertido a lo irritante cuando menos lo esperamos.
Hablando de rejugabilidad, esta vez contamos con Sonic, Tails, Knuckles y Amy como personajes jugables, cada uno de ellos con sus poderes y habilidades habituales, aunque en el caso de la eriza se ha retocado ligeramente el funcionamiento de su ataque con martillo respecto a Sonic Origins para darnos un mayor control al aporrear con él tras caer a tierra. Hay alguna que otra sorpresa relacionada con todo esto, pero tal y como podéis ver, si queréis completar la aventura con cada uno de ellos tendréis la excusa perfecta para rejugarla varias veces y explorar nuevos caminos.
El poder de las esmeraldas
En otro orden de cosas, una de las grandes novedades que trae consigo esta entrega la tenemos en la inclusión de una serie de poderes que desbloquearemos al hacernos con las Esmeraldas del Caos. Al igual ocurría en Sonic 3 & Knuckles y Sonic Mania, para hacernos con ellas deberemos encontrar por los niveles un anillo gigante que al tocarlo nos teletransportará a una fase de bonificación que nos recompensará con una de estas preciadas gemas si conseguimos superarla. Estas pantallas no nos han parecido especialmente divertidas, pues se desarrollan en un escenario tridimensional en el que debemos balancearnos por una serie de puntos luminosos para llegar hasta la esmeralda antes de que se acabe el tiempo, lo que resulta en una ejecución muy básica y poco inspirada que no aporta demasiado.
Cada joya que consigamos, nos otorgará un poder distinto que se recarga al tocar cualquier punto de control, y entre estas habilidades se incluyen cosas como ver plataformas invisibles, subir por cascadas, ralentizar el tiempo o invocar un ejército de clones que inunda la pantalla y arrasa con todo lo que se cruce en su camino.
Esta idea que tan bien suena sobre el papel, lo cierto es que queda desaprovechadísima, ya que la mayoría de estos poderes tienen usos muy circunstanciales y solo nos servirán en los lugares concretos donde nos indiquen que los utilicemos, mientras que los pocos con capacidades ofensivas suelen quedar relegados únicamente a los enfrentamientos contra jefes, permitiéndonos saltarnos alguna que otra fase para no tener que lidiar con sus mecánicas.
Ya que hemos mencionado a los jefes, aquí tenemos otro punto más donde el juego no termina de afinar del todo por culpa de unas rutinas muy básicas, repetitivas y en ocasiones hasta tediosas. Se agradece el esfuerzo que se ha invertido en hacerlos más espectaculares y variados, dotándolos de varias fases distintas, pero no nos hemos terminado de divertir con ellos tanto como habría sido deseable, especialmente con algunos que indican de forma muy poco intuitiva su ventana de invulnerabilidad tras recibir un golpe, ya que no siempre son susceptibles a sufrir daño tras dejar de parpadear. Eso sí, nos ha sorprendido para bien el puntito de dificultad que se les ha dado a muchos de ellos, obligándonos a estar atentos y concentrados durante toda la batalla para sobrevivir.
Volviendo a los poderes de las esmeraldas, huelga decir que, una vez más, podremos convertirnos en Super Sonic, Super Tails, Super Knuckles y Super Amy cuando las reunamos todas, lo que suele facilitar bastante las cosas y resulta igual de divertido que siempre al permitirnos recorrer los niveles a toda velocidad arrasando con todo.
Caos en compañía
Por otra parte, una de las novedades más promocionadas de esta entrega es su multijugador cooperativo local para hasta cuatro jugadores, una idea que sonaba realmente bien, pero cuya ejecución ha dejado mucho que desear. Si bien al jugar con amigos el zoom de la cámara se aleja y nos permite ver mucho mejor lo que tenemos a nuestro alrededor, no tardaremos demasiado en darnos cuenta de lo mal que se adapta la fórmula de la saga a una propuesta de estas características, algo que ya pudimos comprobar en su día con Sonic The Hedgehog 2, donde un segundo jugador podía controlar a Tails.
De entrada, nos encontramos con que la cámara muchas veces no tiene nada claro a qué jugador debe seguir, cambiando de manera arbitraria y poco intuitiva de uno a otro, lo que acaba derivando en que muchas veces se fijará en nosotros, intentaremos avanzar, cambiará abruptamente y nos saldremos del encuadre, obligándonos a pulsar un botón para reaparecer junto al jugador que esté haciendo de "líder" en ese momento.
Considerando la velocidad a la que se desarrolla el juego y la verticalidad de las fases, esto es algo que sucede constantemente durante la partida, ya que es complicadísimo que todo el mundo vaya al mismo ritmo o incluso que salgamos disparados en las mismas direcciones al usar determinados mecanismos, convirtiendo cada fase en un tira y afloja en el que no vamos a parar de arrastrar a nuestros compañeros o ser nosotros arrastrados por ellos.
Esto es algo que se agrava incluso más con los poderes de las esmeraldas, pues todo el mundo puede usarlos, pero solo uno a la vez, lo que también se aplica a las transformaciones en "súper" de los personajes. Al solo permitir que un jugador adquiera su superforma, esto acaba equivaliendo a que, de repente, haya alguien que corra y salte mucho más que el resto, facilitando más incluso que se adelante e impida jugar a sus compañeros al arrastrarlos constantemente. O peor, que por intentar correr se salga de la cámara y sea él arrastrado hacia atrás, lo que hará que automáticamente pierda su transformación, obligándonos a activarla nuevamente para disfrutar de sus ventajas. De hecho, hemos jugado fases en las que hemos acabado transformándonos tantas veces por culpa de esto que la música se nos ha acabado corrompiendo con varios temas superpuestos a la vez.
Más allá del cooperativo, existe un Modo Batalla para hasta 8 jugadores que puede jugarse tanto online como local (aquí el máximo es de 4) e incluso en solitario contra bots en el que debemos competir para salir victoriosos en una serie de pruebas y minijuegos consistentes en recoger estrellas, acumular electricidad para atacar a nuestros contrincantes o simplemente ser los primeros en llegar a la meta en una fase de plataformas. Además, las medallas que consigamos durante la aventura principal las podremos invertir aquí para personalizar el aspecto del robot que controlaremos en este modo. En líneas generales, nos ha parecido un modo muy anecdótico que no creemos que vaya a tener demasiado recorrido, ya que ni las pruebas son demasiado divertidas ni va precisamente sobrado de contenidos como para mantener las cosas frescas a corto o medio plazo.
Ya que hablamos de duración, comentar que la primera partida dura una media de 5 horas explorando lo suficiente como para conseguir todas las esmeraldas, aunque os avisamos que hay nuevas sorpresas y contenidos tras los créditos que pueden duplicar e incluso triplicar fácilmente esta cifra.
Una aventura bonita y colorida
En lo que respecta a su apartado gráfico, el título nos ha sorprendido con unos escenarios bonitos, coloridos, variados y vibrantes, aunque probablemente lo que más nos ha gustado ha sido el propio modelado y diseño de los personajes, así como sus animaciones. Lucen genial, son muy expresivos y cuentan con el encanto único de sus versiones clásicas, por no hablar de que la nueva incorporación que se ha hecho a la saga con Trip, una lagarta embutida en una armadura, nos ha encantado y resultado de lo más adorable, integrándose a la perfección con el resto de héroes y villanos clásicos de la serie. No por nada ha sido diseñada por el mismísimo Naoto Ohshima, el diseñador original del erizo azul. Por lo demás, una imagen muy limpia y nítida, tiempos de carga casi inexistentes y un rendimiento impecable en la versión de PS5 que es a la que hemos podido jugar.
El sonido, por su parte, nos regala los mismos y reconocibles efectos que llevamos escuchando desde los tiempos de Mega Drive. Finalmente, la banda sonora nos deja con una selección de temas muy animados y alegres que ambientan bastante bien nuestras aventuras, aunque no todos nos han convencido por igual y ninguno de ellos nos ha resultado especialmente memorable o pegadizo. O dicho de otro modo: la música cumple, pero no destaca.
Conclusiones
Sonic Superstars es un juego que nos ha entretenido y nos ha hecho pasar buenos momentos, pero que se ha quedado muy lejos de los grandes clásicos de la saga por culpa de una serie de problemas y errores de diseño que acaban por empañar la experiencia más de lo deseable, lo que es una auténtica pena, ya que tiene algunos momentos geniales, es variado, los controles y las físicas son perfectos y algunas de las ideas que propone son muy ingeniosas y tienen un potencial que nunca explota por culpa de una torpe ejecución. Sonic se merece un juego muchísimo mejor y no han sido pocas las veces en las que nos ha demostrado lo mucho que puede brillar en su vertiente 2D clásica (teniendo en Sonic Mania el ejemplo más reciente), por lo que solo nos queda esperar, una vez más, a que el icónico erizo recupere su grandeza con su próxima carrera.
Hemos escrito este análisis gracias a un código de descarga para PS5 que nos ha ofrecido Plaion.