Análisis de Mount & Blade: Warband (PS4, Xbox One)
Una de las características que a priori parecían más interesantes al contar con unas consolas de sobremesa con una arquitectura y un diseño parecido al de un PC, era precisamente la de disfrutar de videojuegos que se habían quedado fuera de la ecuación en Xbox 360 y PlayStation 3 por falta de potencia. Muchos desarrolladores y editores, gracias a Xbox One y PlayStation 4, se han puesto a adaptar título de todo género y condición, incluso aquellos que por norma general no se habían prodigado especialmente en estas lindes.
Mount & Blade: Warband un título de rol, estrategia y combates en tiempo real, es uno de ellos. El título debutó en 2010 en PC -como una suerte de expansión independiente-, ofreciendo una abrumadora cantidad de opciones y una ambientación medieval alternativa. Su propuesta cuajó en compatibles, básicamente por la oportunidad escoger nuestra propia facción, fundar reinos y disfrutar de un estilo de juego no lineal en una época en la que los mundos abiertos comenzaban a inundar paulatinamente el ocio electrónico. Ahora, seis años después, llega su adaptación a consolas de mano de TaleWorlds Entertainment y Ravenscourt, ofreciéndonos prácticamente los mismos ingredientes que su primera versión.
Una abrumadora experiencia medieval
Mount & Blade: Warband nos traslada a lo que sería una de las experiencias de simulación medieval más completas, realistas y extensas de cuantas hemos podido a llegar a ver en consola. Hablamos de un enorme sandbox, que puede jugarse en primera y tercera persona, con cientos de características propias del género de rol, en el que visitaremos reinos distintos, nos enrolaremos en facciones de diversa índole y elegiremos nuestro propio camino y trasfondo para relacionarnos con un mundo vivo.
Su punto de partida no puede ser más fascinante e interesante, sobre todo dada en la era en la que vivimos, en la que ciertos rasgos de este tipo de juegos parecen haber calado hondo en el imaginario colectivo del aficionado a los videojuegos.
Ante tamaña argamasa de opciones, es probable que nos sintamos abrumados. De hecho, pasaremos sendas horas hasta que realmente sepamos qué queremos hacer o hacia dónde queremos enfocar nuestra partida. No es un videojuego excesivamente guiado -no esperéis un argumento que nos incite a avanzar, pues el juego parece más un título de rol de papel y lápiz en el que nos creamos nuestra propia aventura-, y por ello, además de ofrecernos un extenso tutorial en el que nos invitan a dominar las facetas del combate y el control de caballo más básico, os recomendamos que os toméis las cosas con cierta paciencia.
El completo tutorial es por lo tanto, peaje obligado. Mount & Blade: Warband es un título agreste, de difícil y complejo control -no olvidemos que está adaptado desde PC, y pese a que el mapeado de botones en consolas no nos parece demasiado deficiente, cuesta habituarse y nos parece muy tosco-, que nos llevará a practicar una y otra vez cómo disparar nuestras flechas o ballestas, cómo bloquear golpes con nuestra espada o de qué manera acertar a un enemigo montado a caballo. Una vez tengamos aprendidas todas las destrezas -que no son pocas-, y hayamos aprendido la mecánica de juego básica, el juego se abrirá ante nosotros.
TaleWorlds Entertainment y Ravenscourt presentan su videojuego en dos grandes vertientes, ideales para según qué tipo de jugador. Podemos empezar por lo tanto jugando una campaña desde cero, creándonos a nuestro personaje e ir medrando poco a poco, o hacerlo directamente pegando mandobles con nuestra espada en un sistema de batalla que nos llevará a elegir escenario, facción, mapa o dificultad. Ambas experiencias son igualmente entretenidas y presentan dos maneras de aproximarse a un título que, repetimos, tiene mucho que ofrecer.
La experiencia completa -si es que se puede llamar así- es la de crear una nueva campaña. Forjarse un personaje de la nada -el editor físico, si bien no es muy allá por culpa de una interfaz de la que hablaremos más adelante, es muy completo-, escogiendo su trasfondo y preparándolo en la hoja de inversión y reparto de puntos para el combate, la resistencia o la inteligencia, es una tarea que puede llevarnos cierto tiempo, pero merece la pena. De hecho, sin ir más lejos, durante nuestro análisis nos pasamos la friolera de más de cuarenta minutos viendo las posibilidades, pros y contras, del sistema. De todas ellas, sin duda alguna, la más divertida es el trasfondo. Desde trovadores a nobles venidos a menos, pasando por mercenarios, la idea de establecer una historia creíble para nuestro personaje nos parece muy acertada, y a la postre, útil en nuestros devaneos por el mundo virtual del juego.
Los inicios, repetimos, son duros. Nos encontraremos perdidos en un mundo enorme, lleno de posibilidades, en el que cualquier persona con la que nos topemos en el camino puede ser un bandido o cualquier discusión de taberna puede acabar de la peor forma posible. Al comienzo, deambularemos de un sitio a otro, ganándonos una reputación entre maleantes y nobles, realizando encargos y ganando algo de dinero. Si habéis jugado a cualquier título de rol con tintes sandbox, sabréis a lo que atenemos en este tipo de videojuegos, en el que cada combate, por pesado que parezca, puede depararnos una recompensa en experiencia o en monedas. Mount & Blade: Warband está orientado alrededor de una premisa: la ganar seguidores y combatientes a nuestro cargo, y la de intentar llegar a ser un noble, con tierras, castillo y familia, y herencia que ofrecer a nuestros descendientes. Los caminos para ello son muchos.
Podemos hacerlo a golpe de espada, lanza y ballesta, convirtiéndonos en una suerte de Robin Hood que asedia a los que se cruzan por sus territorios con más dinero de la cuenta en los bolsillos, o por el contrario, convertirnos en un mercenario despiadado que ofrece sus servicios a las primeras de cambio por una buena suma. El ecosistema entre reinos, pueblos y villas es bastante interesante, y está muy bien hilvanado, si bien no podemos dejar escapar un cierto suspiro de decepción al ver que casi todas las localizaciones se acaban pareciendo en exceso, obligándonos a aprendernos colores o nombres para diferenciarlas las unas de las otras. En cualquier caso, nuestro camino a la cumbre política y militar de Mount & Blade: Warband estará plagado de viajes, combates multitudinarios, maniobras estratégicas e incluso matrimonios de conveniencia.
El fracaso se condena, y mucho, pues en un momento dado podemos perder dinero, seguidores y mucha influencia por una batalla perdida. No siempre fácil decidir cuándo retirarnos o de qué manera, ya que el combate es una manera muy práctica de solucionar conflictos -no os engañaremos-, pero no siempre las tendremos con nosotros. Un mal asedio o un combate a campo abierto poco pensado, nos puede llevar a perder todo el progreso que hayamos realizado durante horas.
Sobre el papel, todas estas características son más que interesantes, pero desgraciadamente, no todas son igual de satisfactorias. Es un videojuego excesivamente ambicioso, con un buen número de dobleces en su profundidad jugable, pero no todas ellas terminan de cuajar, y si lo hacen, se acaban convirtiendo en algo meramente anecdótico si lo comparamos con los principales problemas que acarrea el juego. Uno de ellos, como hemos citado anteriormente, es el control.
Mount & Blade: Warband hace acopio de un control muy poco definido y perfilado, obligándonos a hacernos con él a fuerza de ensayo y error, y pese al bien avenido tutorial el cual hemos relatado un poco más arriba en nuestro análisis, nos costará muchísimo adecuarnos a determinados movimientos y animaciones. Combatir contra enemigos, sobre todo si vienen en gran número, puede hacerse un suplicio, ya que nuestro personaje tiene una lenta reacción de movimientos en casi todas las circunstancias habidas y por haber, algo que se complica el doble si vamos a caballo. Sin ir más lejos, desmontar convenientemente, es uno de los principales agujeros del control, costándonos horrores hacerlo en las situaciones de gran estrés y acción, una constante que nos proporcionará incluso momentos de verdadero delirio.
Si el control nos parece poco pulido -algo imperdonable, más y cuando tenemos una vertiente multijugador en la que podemos toparnos y combatir contra hasta 32 jugadores-, la interfaz sigue por el mismo camino. Los menús, cuadros de diálogos, así como la fuente del texto de Mount & Blade: Warband, son poco menos que horribles. Nos encontraremos con textos narrativos -que van contándonos la aventura, los hechos que van sucediendo por el mundo o las misiones que debemos hacer-, están muy mal distribuidos y son algo confusos. Incluso gestos tan sencillos como desplazarnos por una barra de ajuste o salir de un cuadro de diálogo o de opciones pueden costarnos la vida, haciéndonos pulsar dónde no necesitamos o queremos. ¿Conclusión? Es una interfaz para ratón y teclado trasladada, seis años después, a dos consolas con mandos inalámbricos.
Estos dos problemas -control e interfaz-, pueden enturbiar y mucho el resultado global de un videojuego, que repetimos, puede llegar a captar a cualquier jugador que se sienta atraído por su ambientación o propuesta de juego.
Un apartado técnico desfasado
Mount & Blade: Warband es un título de 2010, y se siente como un título de por aquel entonces. De hecho, y siendo un poco crueles, diríamos que tiene más en común con los videojuegos que se mostraban en la primera y vetusta Xbox portados directamente desde los PC del momento, a lo que debería parecerse a un videojuego actual. No hay nada que justifique su pobre presentación más allá del modesto presupuesto, ya que hablamos de un título con unos modelados muy básicos, rudimentarios, y unos escenarios anodinos y tristes, sobre los que se repite una reiterada sensación de mediocridad.
Aún así, lo cierto es que se esfuerza por ofrecer una ambientación más o menos variada, con bosques, terrenos amplios, tundras nevadas y desiertos, en lo que sería una suerte de representación del medievo condensada en una enorme extensión de terreno. Pero, como os comentábamos, al tercer burgo que visitemos o al segundo castillo sobre el que tengamos una orden de ataque, nos daremos cuenta que casi todo tiene un parecido excesivo. No hay lugares especialmente pintorescos, siendo todo anodinamente similar. De hecho, deberemos consultar varias veces el mapa o algún punto de referencia para evitar caer en dar vueltas en círculos, pues el mapa, aunque básico, es bastante grande.
Siendo más concretos, y en cuestiones de bugs y problemas, no parece ofrecer un catálogo de errores demasiado grandes -títulos con más presupuesto y postín han salido con peores errores en su programación-, pero sí nos hemos encontrado con situaciones dignas de reseñar, como soldados que se quedan atascados en troncos, caballos que giran sobre sí mismos hasta la extenuación o castillos que parpadean justo delante de nuestros ojos. En su descarga, diremos que en las aglomeraciones de soldados, ingenios y caballos, aguanta bastante bien, y no hemos visto demasiadas caídas en la tasa de imágenes por segundo -aunque sí es cierto que existen, son muy puntuales-.
Tres cuartos de lo mismo podría decirse de la banda sonora o incluso de los efectos especiales que acompañan a las piezas musicales, que rara vez, coincidirán en aumentar lo épico y grandioso de un ataque o el nerviosismo y la tensión de una emboscada. El juego vuelve a evidenciar una preocupante falta de dirección y diseño sonoro, dejándolo todo como algo rutinario. Ni el entrechocar de las espadas, ni siquiera el relinchar de los caballos, nos parece realista. Obviamente, llegados a un cierto punto, acabaremos por acostumbrarnos al replicar de ciertos elementos. También hemos de confirmar que si se dispone de un equipo de audio multicanal, bien se pueden suplir ciertas carencias si jugamos con la contundencia de los graves o la disposición de los sonidos más pobres. Cuenta con textos en castellano, y voces en inglés.
Una gran idea que llega tarde
Mount & Blade: Warband es un título tan completo como descuidado. Su diseño en términos generales no termina de cuajar en casi ningún apartado, dándole un aspecto general -tanto jugable como técnico- un tanto venido a menos. Es una lástima, pues sus bondades son muchísimas, y si somos aficionados a la temática medieval, podemos encontrar un simulador con tintes de rol y gestión muy inteligente y completo, en el que empezaremos desde cero y acabaremos siendo parte de la élite nobiliaria con decenas de hombres y tierras bajos nuestros pies.
Pero para ello, hay que saber perdonar y pasar por algo numerosos defectos. Uno de ellos, y quizás el que más nos duele reseñar, es el del control. La adaptación de PC a consolas hace aguas en muchos frentes, incluso en el técnico -es un juego desfasado-, pero su control no está del todo bien integrado y exige muchísimo tiempo hasta que aprendemos a domeñarlo con sus errores y problemas. Si sabemos hacer la vista gorda sus múltiples fallos, y nos dejamos llevar por su propuesta, quizás encontremos un videojuego que por su bajo precio y especial temática puede llegar a merecer la pena.
Hemos realizado este análisis en su versión de PS4 con una copia de prensa facilitada por la distribuidora Koch Media