Análisis de Everybody's Gone to the Rapture (PS4, PC)
Con Dear Esther, The Chinese Room revolucionó un poco más si cabe el mercado independiente, ofreciéndonos una historia envuelta en un concepto interactivo que atrapó a muchos jugadores. Tras desarrollar Amnesia: A Machine for Pigs junto a los creadores de la saga, Frictional Games, el estudio nos ofrece su nuevo proyecto propio, llamado Everybody's Gone to the Rapture, y que continúa con el enfoque centrado exclusivamente en la narrativa. Si queréis algo a lo que jugar, dejad de leer; si estáis abiertos a otras experiencias, adelante.
¿Religión? ¿Paranormal? ¿Metafísica? Everybody’s Gone to the Rapture
Aunque "Rapture" sonará a muchos de BioShock, en realidad se trata de un concepto religioso (del que bebía el juego de Ken Levine) que en español se suele llamar "arrebatamiento" o "rapto", y que, dentro de la fe cristiana, se identifica a grandes rasgos con una venida de Cristo, en la que se llevará con Él a los creyentes vivos que se lo merezca, y resucitará en los cielos a los que vivieran de acuerdo a sus enseñanzas. Con esta base seguro que podemos entender algo mejor la premisa argumental –y el título– de Everybody's Gone to the Rapture.
No vamos a contar prácticamente nada sobre la historia, porque si lo hacemos os quitamos prácticamente todo lo que Everybody's Gone to the Rapture tiene que ofrecer, pero os diremos que comienza con la historia de Kate, una científica norteamericana que se encuentra por azares del destino en el valle de Yaughton, Shropshire, un condado de las West Midlands británicas. Nosotros controlamos a ¿alguien? que recorre este pueblecito ahora desolado, mientras que descubre que todavía quedan unas entidades de luz que lo habitan.
No tardaremos en descubrir que esas entidades de luz son restos de la gente que antes lo habitaba, y que poco a poco nos irán contando qué les aconteció durante lo que, aparentemente, fueron sus últimas horas antes de desaparecer. Así, Everybody's Gone to the Rapture nos ofrece una narrativa no lineal, aunque en realidad no es tan abierta como la de otros juegos que han experimentado con la narrativa, como el reciente Her Story. La sensación de libertad está ahí, pero a la hora de la verdad, no hay tanta.
Jugar, lo que se dice jugar...
En Everybody's Gone to the Rapture jugar, lo que se dice jugar, jugamos poco. Básicamente tenemos que seguir una bola de luz para encontrar estos residuos de energía que nos relatarán la historia. Podemos movernos (muy despacito) por el escenario y mirar hacia donde queramos. A esa lentísima velocidad podemos también intentar explorar los escenarios donde encontraremos unas radios y teléfonos que ampliarán la información de la historia. Eso sí, nuestros intentos por explorar han sido poco productivos, ya que, al final, para progresar hay que seguir a la bola de luz.
Consideramos interesante mencionar también que nuestra versión del juego no tiene trofeos, por lo que no sabemos si hay coleccionables, varios finales o algo que nos hayamos podido perder. Personalmente, pensamos que no hay mucho que exprimir en Everybody's Gone to the Rapture, y que, al final, lo que prima es seguir la luz que nos guía y aceptar que aquí se viene a por la historia.
Literalmente, todas las interacciones que podemos tener con este juego son: movernos, girar la cámara, pulsar X para abrir puertas o activar radios, teléfonos, interruptores... e inclinar el mando para "invocar" algunas conversaciones. No hay decisiones, un atisbo de acción y ni siquiera podemos movernos un poquito más rápido. Aunque suene a broma, Everybody's Gone to the Rapture hace que Beyond: Dos almas parezca un Dark Souls. Esto no tiene que ser malo –para gustos los colores–, pero queremos advertiros.
Recorriendo Yaughton
No vamos a negar que, aunque sea a un metro por segundo, recorrer Yaughton es un gustazo. La recreación del pueblo es genial, ofreciéndonos una visión de un lugar rural atrapado en el tiempo hace un par de décadas. Recorrer las casas, sumergirnos en las partes boscosas o incluso caminar por un río bien merece la pena, y durante nuestros paseos encontraremos estampas que nos darán ganas de apretar el botón SHARE tan fuerte que lo sacaríamos por la parte de atrás del mando. Lo nuevo de The Chinese Room tiene momentos preciosos, que sólo se ven emborronados por un rendimiento mejorable, que ronda las 30 imágenes por segundo, pero que sufre más de una bajada de vez en cuando.
El juego, además, nos llega doblado al castellano, con voces profesionales que hemos escuchado en multitud de ocasiones, como la de Nathan Drake. La adaptación a nuestro idioma es bastante buena, con algún que otro elemento mejorable y algún que otro actor que no pone demasiado énfasis a su papel. Algo que nos vuelve a chocar –y van...– es evitar recurrir a voces latinoamericanas para emular la dualidad (norteamericana e inglesa) del original. Se juega mucho con esto en versión original, pero en español todos hablan como si fuesen de Valladolid, y tenemos la suerte de que, en nuestro idioma, podemos mantener esas variantes.
La música también nos ha gustado mucho, y sabe aparecer y acompañar con mucho, mucho acierto. Sin la música, Everybody's Gone to the Rapture perdería bastante, y sus momentos memorables serían algo más olvidables. En cualquier caso, si intentamos ir un poco más por libres y explorar no habrá música que nos acompañe, haciendo que la aventura se sienta "vacía".
Ni como juego ni como historia
Everybody's Gone to the Rapture no es un juego. Es una historia interactiva en la que, durante unas cuatro horas, movemos el stick en la dirección en la que nos indica una bola de luz. Sí, podemos explorar por nuestra cuenta, pero no parece que tenga mucho sentido hacerlo, ya que al final la bola marca el camino. Sabemos que no hace falta tener la jugabilidad más compleja del mundo para ser un buen juego –o al menos, una experiencia inolvidable–, pero lo nuevo de The Chinese Room no es ni una cosa ni la otra.
Si os gustó Dear Esther, Everybody's Gone to the Rapture se merece una oportunidad. Eso sí, la historia nos ha parecido que tiene un cierre bastante flojo, y que el misterio principal que va construyendo durante el transcurso de la aventura se queda un poco en el aire. Al final, Everybody's Gone to the Rapture nos ha dejado indiferentes después de cuatro horas de paseo, aunque no le negaremos su capacidad para dejarnos un par de imágenes en nuestra memoria.